20060613

Mientras pasan las horas...

Una vez escuché decir que uno sabe que realmente quiere a una persona, cuando sientes que podrías quedarte eternamente contemplándola mientras duerme. En mi caso, siento que podría quedarme perennemente observándola hacer cualquier cosa. Si pudiera estar por siempre a su lado, nunca me cansaría de verla a ella. Tiene la facultad de hacerme sentir tan bien cuando está cerca, que comienzo a extrañarla desde el mismo momento que le digo adiós. Una parte de mí queda amputada en su ausencia.

En su presencia, la vida es perfecta. ¿Cómo no extrañar aquello que hace sublime a lo cotidiano: el brillo de sus ojos cuando ríe, el aroma de su cuerpo los días de lluvia y también los de sequía, el sabor de su aliento en mi boca, la luz de su espíritu que todo lo ilumina? En fin… ¿cómo no extrañarla a ella en pleno?

A la vez que horizontes lejanos poco a poco se van acercando, su silueta en el viento paso a paso se va desvaneciendo. La melodía de su voz ya no llega a mis oídos, pero en mi mente, ella siempre está presente: tatuada en mi memoria, resistente al olvido. Es inevitable no pensar en ella, y mientras contemplo la luna, me maravillo ante la idea de que el resplandor que admiro sea el mismo que se filtra a través de sus cortinas. ¿Acaso estará observando a las estrellas en este momento? Si yo fuera una estrella, sería yo quien estuviera observándola a ella, embelesado con su encanto.

Pasan las horas y voy contando los segundos que me irán acercando a la protagonista de historias aun no contadas, la princesa de reinos que sólo en mis sueños existen. Faltan muchos más días de los que yo quisiera, pero mientras ese mágico momento arriba, la ilusión de ese instante será suficiente para seguir pacientemente mi camino.

¡Cada segundo que pasa es uno menos!


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-hego.

20060612

Ciudades Imaginarias

Eran las diez de la noche y sin embargo me sentía seguro caminando por la avenida. ¡Qué raro se siente eso para alguien acostumbrado a la paranoia caraqueña! Unos pordioseros registraban las bolsas de basura acumuladas frente a los edificios, pero luego de revisarlas, las ordenaban de nuevo y las dejaban de la misma forma como las habían encontrado. “¡Esto se cuenta en Venezuela y no te lo creen!”, me dijo un compañero de trabajo mientras observaba a los indigentes buscar algo de valor entre los desperdicios. Tenía razón, ¿quién en mi país me podría creer que en Buenos Aires, las personas de la calle ordenan todo luego de registrar la basura?

Estos pequeños detalles no son los que suelen aparecer mencionados en las guías turísticas de la capital argentina. Cualquiera te puede decir que la arquitectura de la ciudad tiene tendencias muy europeas, o que El Obelisco y el Río de la Plata son dos de los emblemas de la ciudad, que es rosada la Casa de Gobierno, que se escucha y se baila mucho el tango, o que en la gastronomía local impera la carne y se toma mucho el vino. Todo el mundo es primo de alguien que tiene un amigo que visitó la ciudad y dijo que era bellísima. ¿Quién no ha escuchado alguna vez decir eso?

Lo que regularmente se omite, es que en la ciudad porteña las normas y leyes se respetan. No importa cuál sea la hora, la luz amarilla del semáforo siempre significa que es el momento de comenzar a desacelerar y no lo contrario como en el norte de Suramérica. Difícilmente, ves a alguien arrojar desperdicios en la calle, y casi todo el mundo -desde los policías hasta los cajeros de los bancos-, te trata amable y educadamente. Tal vez sea porque allá es otoño actualmente y el clima es agradable, pero por lo general la gente anda relajada y con buen humor. ¿Qué contiene el agua en Argentina?

Definitivamente, lo que hace que un país sea de primer o de tercer mundo, no deberían ser los índices económicos ni el monto de sus reservas, sino su gente, ó –como le llaman ahora- su capital humano. Sea cual fuere la razón por la que los bonairenses son buenos ciudadanos (bien sea mano dura de parte de los organismos de seguridad del Estado, o la educación recibida en las familias y colegios, o que realmente hay algún elemento extraño en el agua de la región), esto es algo que realmente se debería emular en las demás ciudades de Latinoamérica. Yo puedo vivir con el hecho de que en Caracas los edificios no sean tan bonitos, que las autopistas no tengan ocho canales, y que las calles estén en mal estado. Incluso podría aceptar que el clima sea con frecuencia insoportable, pero… ¿por qué razón no puede la gente de acá ser tan respetuosa y poseer los mismos valores cívicos que la gente de allá?

Esto nada tiene que ver con el asunto de que el 80% de los venezolanos viven en la pobreza, porque: primero, aquí tanto el pobre como el rico se come una luz roja o practica en algún momento la llamada “viveza criolla”, y, segundo, en Argentina también hay mucha pobreza y eso no les ha impedido ser como son. Después de todo, una cosa es no tener muchos recursos económicos y otra muy distinta es ser un completo ignorante.

En mi opinión, no es ninguna utopía para los latinoamericanos poder vivir en una ciudad donde el tráfico no sea un absoluto caos (que haya tráfico no quiere decir que cada uno de los autos que lo conforman tenga que hacer lo que le de la gana), donde la gente no viva bajo un stress constante, y donde los derechos de las personas se respeten.

Si esto fuera algo utópico, Buenos Aires sería entonces una ciudad imaginaria.

-H.G.