20071129

Películas para ver 2007-08

Como ya es costumbre desde que tengo este blog, por esta época del año (ya que compienza en Hollywood la temporada de películas que aspiran a un Oscar) acostumbro a realizar un post sobre aquellas películas recien estrenadas o próximas a hacerlo, que captan mi atención y que prometen ser especiales. Esperando que las películas de la lista pasada hayan satisfecho sus expectativas (aunque Zodiac fue decepcionante), aquí están las de este año:



Stardust: Director: Matthew Vaughn. Cast: Charlie Cox, Claire Danes, Sienna Miller, Michelle Pfeiffer y Robert de Niro (quien se roba el show). Comienzo la lista con una película que ya fue estrenada en el país y que probablemente muchos de ustedes la han visto ya. Sin embargo, la incluyo acá porque es realmente buena y merece ser vista por todos aquellos que aún no lo han hecho. Para que Michelle Pfeiffer y Robert de Niro hayan aceptado participar en una historia de fantasía, es porque la misma tenía que ser especial. No voy a ahondar mucho en la trama, sencillamente porque muchos la conocen ya. Simplemente, voy a decir que es una de las mejores películas del 2007.



3:10 to Yuma: Director: James Mangold. Cast: Russell Crowe, Christian Bale, Ben Foster, Logan Lerman (Bobby en la serie Jack & Bobby). Continuo la lista con una cinta que aunque no ha sido estrenada acá todavía, ya la vi. Esta película no es para todo el mundo, sino para aquellos amantes de los Westerns (no es necesariamente mi caso) o que sencillamente disfrutan viendo grandes actuaciones. Desde ya le auguran varias nominaciones al Oscar a este filme, y realmente opino que si no le dan por lo menos una nominación a Mejor Actor a Russell Crowe, sería una gran injusticia. Su actuación aquí como el bandido Ben Wade es excelente. Bale también actua muy bien, pero su personaje es menos carismático, por lo que impacta menos. La trama consiste en que Christian Bale es un pobre pero rectísimo Ranchero que se ofrece a custodiar a un peligroso bandido (Crowe) hasta la población de Yuma, a cambio de que le den un dinero que su familia necesita desesperadamente. En el camino, Crowe intentará manipular psicológicamente a Bale, pero esto le costará mucho más de lo que habría imaginado. Al final, se trata de una película sobre el significado de rectitud, coraje, y algo de redención.



American Gangster: Director: Ridley Scott. Cast: Denzel Washington, Russell Crowe. Toda película que cuente en su reparto con Denzel Washington y Russell Crowe, es obligatorio verla. Crowe es, sin duda alguna, uno de los mejores actores de su generación, y Denzel, aunque tiende a repetirse un poco, tiene también mucho talento y, sobretodo, carisma. La cinta trata sobre la historia real de Frank Lucas (Washington), un capo de la droga de Manhattan en los años 70. La última vez que Denzel hizo de malo se gano un Oscar, así que esta vez podría ganarse otro. Además de la buena crítica que ha recibido American Gangster (8.3/10 en imdb), esta también ha tenido mucho éxito en taquilla en los Estados Unidos, por lo que es una de los pesos pesados para los premios Oscars (Russell Crowe podría obtener dos nominaciones a Mejor Actor). Quiero ver este filme urgentemente.



Enchanted: Director: Kevin Lima. Cast: Amy Adams, Patrick Dempsey, James Marsden (Cíclope en X-Men), Susan Sarandon. En su debut en los Estados Unidos el fin de semana pasado, marcó un record como una de las películas más taquilleras en un feriado de Acción de Gracias. Esta original historia sobre una clásica princesa de Disney que termina atrapada en el mundo real, si bien no creo que compita por muchos premios artísticos, promete ser muy divertida y entretenida. Y para sorpresa de muchos, la crítica hasta ahora ha sido favorable, así que no es simplemente una comedia vacía. Buena jugada para la empresa de Mickey Mouse.



Before the devil knows you're dead: Director: Sidney Lumet. Cast: Philip Seymour Hoffman, Ethan Hawke, Albert Finney, Marisa Tomei. De la mano de un director que es una leyenda (por filmes como Sérpico, entre otros), llega esta película cuyo título proviene del siguiente verso irlandés:
"May you have food and raiment, a soft pillow for you're head; may you be 40 years in heaven, before the devil knows you're dead." Muchos críticos dicen que es la película del año, aunque habrá que ver para creer. Consiste en dos hermanos que planifican robar la joyería de su familia debido a que necesitan dinero; al salir algo mal, se desencadenan una serie de eventos que harán interesante la historia.



The Golden Compass: Director: Chris Weitz. Cast: Nicole Kidman, Daniel Craig, Eva Green, Dakota Blue Richards. Basada en el Best Seller del mismo nombre (ó Northern Lights: his dark materials en Inglaterra), esta es otra historia épica/fantástica más, como las muchas que han proliferado recientemente. Sin embargo, dado el éxito del libro, se tienen muchas expectativas sobre este filme. Además, la polémica con la Iglesia Católica hará -como siempre lo hace- que mucha gente vaya a verla en las salas de cine. Según dicen, la película no decepciona.



P.S: I Love You: Director: Richard LaGravenese. Cast: Hilary Swank, Gerard Butler, Lisa Kudrow, Harry Connick Jr. Para los amantes de las películas románticas, llega esta película que muy probablemente le valdrá a Hilary Swank su tercer Oscar a Mejor Actriz, ya que ella siempre gana. Ojalá esta cinta sirva también para que Gerard Butler (Dear Frankie, 300) reciba el reconomiento como actor que se merece. Holly Kennedy (Swank) es una mujer feliz que está casada con el amor de su vida (Butler). Sin embargo, su vida mágica cambia cuando a su esposo le detectan una enfermedad terminal que eventualmente le quita la vida. Consciente del duro golpe que su muerte representaría para Holly, Gerry (Butler) le escribe antes de morir a su esposa una serie de cartas para ayudarla a sobrellevar su pena y a tratar de ser feliz de nuevo. Los mensajes le van llegando a Holly de forma sorpresiva de diferentes maneras y en varias fechas como por ejemplo en su cumpleaños. Promete mucho esta película.



Juno: Director: Jason Reitman. Cast: Ellen Page, Michael Cera, Jennifer Garner, Jason Bateman. Del director de una de mis comedias favoritas de los últimos años (Thank You For Smoking), esta cinta logra la rara proeza de ser una comedia con consideraciones para los Oscars. Por esta razón, dicen que es la Little Miss Sunshine de este año. Juno (Ellen Page) es una adolescente que, al quedar embarazada por su novio medio nerd, inicia la búsqueda de los padres adoptivos perfectos para su bebé. dicen que la película cuenta con muy buenas actuaciones y hasta ahora lleva un rating de 8.7/10 en imdb de un total de 1030 votos.



August Rush: Director: Kirsten Sheridan. Cast: Freddie Highmore, Keri Russell, Robin Williams, Jonathan Rhys Meyers. Aquellos que, como a mí, les gustó mucho Finding Neverland, de seguro saben lo buen actor que es Freddie Highmore (Peter en Neverland). Acá, él hace de August Rush, un niño prodigio de la música que es huérfano, y que usa su talento para tratar de conseguir a sus padres biológicos. Dicen que la película es muy artística y que el score, o sea, la música, es de primera. espero que llegue pronto a salas locales.


Menciones especiales:
+ Into the Wild. Director: Sean Penn. Cast: Emile Hirsch, Jena Malone. La historia no me llama tanto la atención, peor la dirige Sean Penn y goza de muy buena crítica. Trata sobre un joven exitoso y popular que al terminar la escuela se harta del mundo y decide irse a Alaska para vivir ocn la naturaleza.

+The Kite Runner. Director: Marc Foster (Finding Neverland). Basada en el Best Seller que narra la historia sobre un afghano que vive en California y que un día regresa a su país para averiguar qué ha sido de la vida de su mejor amigo de la infancia.

+Charlie Wilson's War. Director: Mike Nichols (Closer). Cast: Tom Hanks, Julia Roberts, Philip Seymour Hoffman. Trata sobre la vida de un congresista americano de los años 70 que realizó operaciones encubiertas en Afghanistan durante la guerra fría. La verdad no me atrae la historia, pero con ese director y ese elenco....

+Gone Baby Gone. Director: Ben Affleck. Cast: Casey Affleck, Michelle Monaghan, Morgan Freeman, Ed Harris. El debut directorial de Ben Affleck contra todo pronóstico ha recibido críticas muy favorables y ganado numerosas distinciones. La trama se centra en dos detectives de Boston que investigan el caso del secuetro de una niña, lo que eventualmente los enfrentará a un gran dilema moral.

+Be Kind Rewind. Director: Michel Gondry. Cast: Jack Black, Mos Def. Después de la obra maestra que fue Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos, Gondry decepcionó con The Science of Sleep. Por suerte nuestra, parece que con Be Kind Rewind se reivindicará un poco. La cinta relata lo que tienen que hacer dos hombres que trabajan en una tienda de video y que accidentamente borran todas las películas, y que luego tienen que hacer ellos mismos versiones de las cintas para satisfacer a la clienta más especial del local: una anciana con rasgos de demencia.


¿Cuál te gustaría ver a ti?

20071118

Algo más sobre la química y otras cuestiones

A mucha gente le pareció interesante lo que escribí hace menos de un mes sobre la química del amor, lo cual me alegra mucho porque esa era la idea. En dicha entrada, un anónimo dejó la pregunta de cómo sabe uno si encontró a su pareja ideal. ¿En qué deberíamos basarnos? Y si bien no soy ningún experto en este tema, voy a hacer mi mejor intento para responderle lo que yo opino al respecto.

Como muchas personas también dijeron, lo ideal sería encontrar a alguien que en un principio te hiciera sentir Feniletilamina, y que luego también te hiciera sentir las endorfinas. Sin embargo, hallar esto, en la mayoría de los casos, es tan probable como ganarse la lotería. La razón es la siguiente: cada cabeza es un mundo, y, por consiguiente, cada persona es muy particular, con sus propios gustos y sus propias costumbres. De por sí, hallar a una persona que se parezca a ti en cuanto a intereses y forma de ser, es bastante difícil. Ni se diga entonces lo improbable que es que esa persona además te haga producir Feniletilamina.

Si hay que decidir entre una cosa y la otra, yo diría que deberíamos basarnos más en la afinidad (las endorfinas), en ese sentirnos completos, llenos, tranquilos, felices junto a alguien. Quizás no es tan intenso y excitante como lo que nos hace experimentar la FEA, pero en mi opinión, llena más y es muchó más duradero. Sin embargo, esto depende de cada quien. Si eres una persona que posee intereses comunes, nada muy exquisito, como que te guste el reggaetón y todo lo que esté de moda; quizá entonces no te sea tna difícil conseguir a alguien afín a ti, por lo que puedes entonces arriesgarte a esperar a alguien que te produzca tanto endorfinas como FEA. Mas, si por el contrario, eres un poco más complicado o complicada, más raro que el común denominador de las personas, entonces yo pienso que es mejor no esperar mucho por la Feniletilamina, porque quién sabe cuántas bonitas oportunidades dejemos escapar.

Espero con esto haber respondido la duda del comentario anónimo.

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Confieso que no soy muy fanático de los premios de blogs, pero eso no quiere decir que no les esté muy agradecido a las señoritas Ivana Carina y Psique, por el honor que me confirieron al otorgarme el premio de "Thinking Blogger Award".

De verdad les agradezco mucho el gesto. Y si tengo que premiar a alguien más, no lo haré a cinco personas como dicen las reglas, sino a todos los blogs que tengo enlazados acá, porque aunque no los visite todos los días (tanto por falta de tiempo como por pereza otras veces); si no los tuviera en alta estima, jamás los habría enlazado en primer lugar. Así que mis felicitaciones para Raiza, Ceci, Diana, Gabriela, Paty, Amélie, Ivana, Mafita, y Eduardo.

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Ya que comienza la temporada de películas dignas de Oscars, tengo pendiente realizar el ya tradicional post sobre las películas que valdrá la pena ver este año (el año pasado la lista incluyó a 3 de las cinco nominadas al Oscar, incluida la ganadora). Por ahora, las que sin duda alguna estarán incluidas en esa lista, son 3:10 to Yuma, American Gangster y The Golden Compass.

20071103

Instantes eternos

Él la observaba dormir atentamente. Sus manos dibujaban sus facciones mientras su mirada se perdía en la geografía de su rostro. Quería plasmar en su memoria su cuerpo dormido y extender hasta el infinito ese momento perfecto. Anhelaba poder fabricar instantes eternos.

Comenzó entonces a recorrer con sus labios la silueta de su amada. Lo hacía delicadamente para no despertarla. Sólo deseaba rozar levemente su piel, capturar su aroma, respirar su esencia. Necesitaba guardar para sí cada detalle de ella. Coleccionar en su mente los retazos de cada segundo que pasaba a su lado. Por eso se detuvo junto a su corazón: para memorizar la melodía de sus latidos, a la vez que sus inquietos dedos danzaban sobre la desnudez de sus senos.

"¿En qué estará soñando?", se preguntó, y volvió entonces a contemplar su rostro. "¡Te amo!", le susurró al oído, y suavemente deslizó la boca por su cuello hastá llegar a los labios de ella, los cuales besó tiernamente. Seguidamente, la contempló una vez más en silencio. Concentrado. Intentando de nuevo esculpir su imagen en su recuerdo. Tomar una fotografía imaginaria que perdurase en el tiempo.

Fue entonces cuando cerró los ojos y atravesó el corazón de ella con una daga. Lo hacía para salvarla, según era la justificación que se daba a sí mismo. De esa manera, preservaría ese amor que se tenían y evitaría que se manchara con todas las impurezas de este mundo. Ahora jamás se ensuciaría en la eternidad, donde iban a poder estar juntos para siempre, fungidos en un sólo momento.

Con los ojos aún cerrados, retiró la daga del pecho de ella, y sin pensarlo dos veces, la clavó en su propio corazón. Abrió de nuevo sus párpados, y observó cómo su sangre se mezclaba con la de su amada sobre la cama, de la misma manera que imaginaba sus espíritus se mezclarían en el más allá.

Satisfecho, cerró los ojos nuevamente: esta ocasión, con la firme intención de no abrirlos nunca más. Ignoraba que ella, en cambio, sí volvería a abrir los suyos.

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Algo tarde ya, aquí está el cuento de Halloween de este año. ¡Espero que les guste!

20071026

All About Chemistry

Cuando alguien habla de lo que busca en su pareja ideal, el 99,99999999999% de los casos viene a colación el término: "química". Sin embargo, como sucede casi que con todas las cosas que nos rodean en nuestras vidas, la "química" es algo que creemos conocer, pero que desconocemos en gran medida. Al menos, esta fue la conclusión a la que llegué luego de investigar un poco sobre este tema.

Levante la mano quien, al hablar sobre química, NO se refiera a esa sensación de mariposas en el estómago que experimentamos cuando estamos ante la presencia de alguien "especial" para nosotros. ¿Acaso hay alguien que haya levantado la mano? Lo más probable es que no, porque todos alguna vez hemos experimentado esas mariposas en el estómago, y nos ha gustado. ¿Quién no ha estudiado, trabajado o estado alguna vez junto a una persona que nos haga sentir que como si flotásemos en el aire? De hecho, es algo que sucede con mucha frecuencia: llegar a un sitio y encontrarnos con alguien que nos impresiona de tal manera, que nos pone nerviosos, acelera nuestros látidos, nos hace desfallecer las piernas, y temblar la voz. Seguramente, muchos de ustedes saben ya que todos estos efectos son causados por la FEA (Feniletilamina), una especie de anfetamina que produce el cerebro cuando nos encontramos ante cierto tipo de personas. Lo que probablemente no sabían -o por lo menos yo ignoraba-, es que este determinado tipo de personas que nos hace producir Feniletilamina, no son necesariamente las que nos parecen hermosas o bonitas; sino que más bien, según el Dr Harville Hendrix, son aquellas que de alguna manera cumplen con una de estas características: nos puede ayudar a finalizar asuntos que tenemos pendientes desde nuestra infancia, nos puede devolver lo que perdimos en el proceso de socialización mientras crecíamos.

Aparentemente, lo quieren decir los psicólogos con esto, es que producimos FEA cuando identificamos, inconscientemente, a personas que en cierto modo nos recuerdan a nuestros padres. Por ejemplo, si la madre de un hombre fue dócil con su padre, entonces él sentira "mariposas" con mujeres que sean o aparenten ser dóciles. Del mismo modo, si una mujer tuvo un padre machista, ella sentirá "palpitar su corazón" por hombres que sean de esa forma. Viéndolo de esta manera, no es muy halagador que digamos el que una persona sienta este tipo de "química" por nosotros.

Como dije antes, todas esas reacciones en nuestro organismo que nos ocasiona la FEA, nos gustan. Nos hacen sentir bien. Sin embargo, una persona determinada sólamente nos podrá hacer producir Feniletilamina por un tiempo finito que varía entre 6 meses y 3 años, dependiendo de los involucrados y sus circunstancias, por lo que luego el efecto agradable de la FEA se desvanece. Por esta razón, si entablamos una relación con una persona sólamente porque nos hacía sentir mariposas en el estómago; lo más seguro es que esa relación se acabe o se torne insoportable una vez transcurrido este tiempo. Lo peor del caso es que al ser la Feniletilamina una especia de anfetamina -y por tanto, una droga-, muchas personas se vuelven adictas a esta clase de "química", que es lo que llaman "love junkies". Estos junkies se pasan la vida saltando de relación corta en relación corta, y si llegan a casarse con alguien, lo más seguro es que sean infieles durante su matrimonio.

Debido a que inevitablemente el efecto de la FEA, tarde o temprano, se esfumará; los expertos insisten en que es una pésima decisión involucrarse con alguien basándose en los "temblores en el cuerpo" que esa persona te produzca. Por esta razón, le dan más importancia a la "química de la afinidad", que a la "química de la mal llamada atracción física" (debería ser más bien "atracción parental", según lo explicado antes).

Y es que resulta que cuando nos la llevamos muy bien con una persona, porque piensa como nosotros, comparte muchos de nuestros gustos, posee el mismo sentido del humor, etc.; nuestro cerebro TAMBIÉN segrega compuestos químicos, sólo que distintos a la Feniletilamina. Se trata de las endorfinas, cuyo efecto es más parecido al de la morfina que al de la FEA, porque nos proporciona calma, tranquilidad, y paz. Aunque no es tan excitante como las mariposas en el estómago, es mucho más estable y adictivo, razón por la cual es mucho menos probable que una pareja que lleva mucho tiempo junta se separe, a que lo haga una pareja joven. Mientras más tiempo transcurren juntos y más experiencias comparten, más adictos se volverán a las endorfinas.

Yo no sé ustedes, pero yo en lo particular, aunque se sienta muy bien el efecto de la Feniletilamina; preferíria tener una relación que únicamente me produjese endorfinas, que lo contrario. Después de todo, la Feniletilamina se acaba. Las endorfinas no.

Cómo bien lo dijo el Dr Mark Goulston, Profesor de Psiquiatría en UCLA, "El amor basado en adrenalina (FEA), es todo sobre nosotros mismos, nos gusta estar enamorados. Con endorfinas (en cambio), lo que nos gusta es amar".


Si quieren leer más sobre este tema, pueden visitar estos links:

Link 1
Link 2
Link 3


Canción para acompañar:

+ Bush - "The Chemicals Between Us"

20071013

Fecha de Expiración

No sé si sea una conclusión muy drástica a la que he llegado, mas desde hace un buen tiempo para acá, vengo pensando que las amistades vienen con fecha de expiración. Cada ocasión en la que conozco a una nueva persona, me pregunto inconscientemente cuanto tiempo pasará hasta que perdamos el contacto con ese nuevo amigo o amiga. Pero esta pérdida de contacto no siempre es consecuencia de una pelea o discusión con algún allegado nuestro. La mayoría de las veces, será producto de un cambio en los intereses de los involucrados, o simplemente una variación en las circunstancias que envolvían a la amistad en cuestión.

Con esto de expiración no quiero decir que la amistad muere del todo, pero sí que pierde algo de fuerza. Por ejemplo, si tu compañero inseparable de la universidad decide irse a vivir a otro país, no por eso dejan de ser amigos, pero obviamente dejará de tener la presencia en tu vida que antes tuvo. Algo cambia. Más extremos aún son los casos de las personas que conocemos porque están relacionadas con las novias o novios de nuestros seres cercanos. Mientras el noviazgo en cuestión se mantenga, se disfruta mucho compartiendo como un solo grupo; mas cuando deja de existir la relación, se evapora también la frecuencia con la cual se mantenía contacto con los amigos por asociación. ¿Cuántos de tus amigos del colegio, de la universidad, ex-compañeros de trabajo todavía te contactan con la misma regularidad que alguna vez tuvieron? ¿Cuántos miembros de tu grupo de amigos cercanos actual pertenecían a él hace cinco años? ¿Y hace diez? Peor aún: el contacto con el que más hablas por msn hoy y con el que más hablabas un par de años atrás, ¿son la misma persona?

Por supuesto que hay casos de casos. Hay personas que son amigas desde el preescolar hasta el día en el que uno de los dos muere. Sin embargo, ¿qué tan común se da ese caso? Es muy díficl mantener el nivel de intensidad de una amistad durante un tiempo muy largo. Y no es por falta de disposición de uno o del otro, o porque no queramos realmente conservarla, sino que como cada quien tiene que vivir su propia vida, en el proceso alteramos las condiciones que nos rodean afectando para bien o para el mal nuestras relaciones.

A mí me gustaría que no fuese así. Que las amistades que nos importan nunca se extinguieran ni perdieran el ímpetu. Pero la impresión que tengo es de lo contrario. Por suerte, esto tiene como punto positivo el hecho de que así vamos conociendo nuevas personas día a día, y esto siempre es bueno. El lado malo, no obstante, es el siguiente: ¿qué hacemos con tanta nostalgia?


Canción para acompañar:

+ Pulley - "Thanks"

20071004

Brillo Desgastado

A veces, no importa cuánto hayas soñado y luchado por obtener algo, es posible que el tiempo y la costumbre logren hacerte olvidar cuánto te costó conseguirlo. Puede que inclusive llegue el momento en el que des por sentado el hecho de que lo tienes. Simplemente es tuyo y punto, y por ende, ya no te esfuerzas por cuidar y conservar aquello que posees. Peor aún, dejamos de maravillarnos de sus cualidades -que han sido desgastadas por la cotidianidad- y cada vez nos cuesta más recordar qué fue lo que nos hizo querer tanto ese algo desde un principio. Nos enfocamos en otros sueños y también en otros problemas, y dejamos a un lado el velar por mantener lo que ya está con nosotros, bien sea algo material o etéreo.

Como sucede con todo lo que descuidamos, es muy probable que, tarde o temprano, aquello que alguna vez tanto anhelábamos, deje de acompañarnos. Es posible inclusive que, en un primer momento, pretendamos que no nos importa. Después de todo, habíamos aprendido a vivir sin brindarle atención a eso que perdimos. Sin embargo, es a partir de este momento que comienza un lento proceso de contrición en el cual caemos en cuenta de nuestros errores.

A medida que pasan los días, vamos extrañando más y más no sólo a sus atributos más espectaculares, sino sobretodo a aquellos que habíamos llegado a considerar insignificantes. Añoramos los pequeños detalles que nos conqusitaron desde la primera vez, pero que la rutina se encargó de quitarles su brillo. Deseamos una nueva oportunidad para hacer las cosas bien y demostrar que hemos aprendido la lección. Oportundiad que tal vez nunca llegue.

Así es la vida y así somos los seres humanos. Todos hemos vivido algo así, pero sólo algunos han aprendido a evitarlo. Yo aún estoy en eso.

20070917

Historia de un Amor Singular

I Parte

Por alguna razón que desconozco, mi madre pensaba que era de buena suerte llamarse Pepe; y, por ello, decidió llamarnos de esa forma a mis dos hermanos y a mí. Nunca fue muy agradable tener que aclarar, cuando alguien preguntaba por mi nombre, que Pepe era como realmente me llamaba y no simplemente un apodo –y ni decir cuando preguntaban por el nombre de los tres-, pero al menos eso me hacía un poco diferente. Si algo tiene de interesante mi vida, es que siempre ha estado marcada por singularidades.

Cuando tenía cinco años, mi padre me obsequió mi primera mascota: un perro que no era un San Bernardo, pero que me hicieron creer que lo era. “Es un San Bernardo que sufrió una enfermedad cuando nació y por eso parece distinto a los otros”, me dijo mi papá al notar mi cara de decepción por no recibir la clase de canino que deseaba. Yo le creí porque Pepe Jr –como decidí llamarlo- traía un barril de madera colgando del cuello que hacía muy verosímil la historia. De todos modos, yo estaba feliz por tener un perro.

Me divertía mucho jugar con mi mascota y llevarla al parque cada vez que podía. A veces, se escapaba y salía corriendo llevándose por delante a unos cuantos objetos que le obstaculizaban la vía. Así fue como me di cuenta de que Pepe Jr era ciego en su ojo izquierdo. Y gracias a sus escapadas, fue también como tuve la oportunidad de conocerla a ella, a la niña que se convertiría en la protagonista de todas las aventuras que viviría en mi cabeza.

Yo acababa de cumplir los nueve años y corría detrás de mi perro gritándole: “¡Pepe! ¡Pepe Junior!”. Muchos metros de camino después, logré alcanzarlo mientras registraba la basura que esperaba ser recogida frente a un hogar. “¡Perro malo!”, le recriminé, y entonces una voz proveniente del jardín de esa casa me dijo: “¿Cómo se llama tu Beagle?”. Era ella quien me hablaba. Desde el momento en el que giré mi cabeza y la vi, supe, incluso a esa edad tan imberbe, que ya no podría dejar de soñar con ella. Algo en su mirada me hacía ver un poco de mí mismo reflejado en su alma.

No sin tartamudear, logré responderle que no era un Beagle, sino un San Bernardo mi perro. “¡Es un Beagle!”, me refutó ocultando una sonrisa. “Es un San Bernardo, ¿por qué dices que es eso otro?”, le insistí. “Porque yo tengo una Beagle, y es idéntica a tu San Bernardo”, me explicó con una voz tan dulce y suave, que era imposible no quedarse aletargado queriendo escuchar más. Acto seguido me mostró a Zaza, su mascota, y la verdad es que era como ver a Junior con accesorios de niña. Me sentí como un estúpido por haber creído el engaño de mi padre durante tanto tiempo. De no ser porque se había marchado un año antes para fundar una nueva religión –sí, era muy peculiar mi familia-, me habría ido enseguida para insultarlo.

“Se llama Pepe”, le dije una vez que asimilé los hechos y recordé que no le había respondido a su pregunta inicial. “Mucho gusto, Pepe”, le dijo ella a él, a la vez que lo acariciaba. “¿Y tú como te llamas?”, añadió dirigiéndose a mi. “Pepe”, le respondí sin poder evitar reírme un poco. “¿Me estás tomando el pelo?”, me replicó. “No, para nada. ¡Es la verdad!”, le aseguré. “¿Y por qué llamaste a tu perro igual que tú?”, me cuestionó. “No, no es igual. En realidad, él se llama: Pepe Junior”, aclaré. “Pues para mí sigue siendo igual, pero no importa”, me contestó. “Yo soy Susana”.

Para mí, más que una Susana, ella fue algo parecido a una entidad divina. Después de ese día, durante un año entero, Pepe Jr y yo pasamos todas las tardes por su casa con la esperanza de volverla a ver, aunque siempre en vano. Es difícil explicar por qué necesitaba tanto verla si apenas había compartido con ella unos minutos, pero de algún modo sentía como si todo lo que había vivido hasta ese día no había sido más que un preámbulo para esos cortos instantes junto a ella. Nunca había sentido tanta paz, y nunca más fui el mismo a partir de esa ocasión.

Al empezar en la secundaria, mi madre quiso que nos mudásemos a otra ciudad para rehacer allí nuestras vidas sin mi padre, y con ello, la poca esperanza que conservaba de encontrarme de nuevo con Susana terminó de desvanecerse. Jamás me cruzó por la mente la idea de que pudiera darse la extraordinaria coincidencia de que la chica que tanto anhelaba ver fuese a estudiar conmigo en mi nuevo colegio. Sin embargo, eso fue exactamente lo que ocurrió. Como más tarde averiguaría, la basura que registraba Pepe Jr cuando la conocí, en realidad eran cajas llenas de objetos que esperaban a ser recogidos por las personas que ayudaban a sus padres a realizar la mudanza de ciudad.

No tengo palabras para describir lo que sentí cuando entré en mi salón de clases y me lleve la grata sorpresa de encontrarme con Susana allí. Sin embargo, lo mejor de todo fue saber que ella aún se recordaba de mí, porque al sentarme en mi puesto, me envió una nota que decía: “¿Cómo está tu “San Bernardo”?” “Igual de loco, ¡ahora se cree Chihuahua!”, fue mi respuesta, lo que la hizo reír. Durante los años que estudiamos juntos, compartí mucho con ella y fuimos muy amigos, pero nunca me atreví a contarle lo que sentía ni el impacto que causó en mí conocerla. Me aterraba hacerlo, aunque lo habría hecho desde un primer momento de haber sabido que mi tiempo cerca de ella se agotaría pronto.

Dos noches antes del examen final del penúltimo año de la secundaria, Susana vino a mi casa para estudiar conmigo. La noté un poco extraña y bastante afligida, por lo que le pregunté qué le pasaba. Su respuesta fue que estaba triste porque su familia había decidido mudarse de nuevo a otra ciudad ese verano y no quería hacerlo. En el momento, no dije nada. Me impresionó mucho la noticia y no supe qué decir. Ni siquiera pude levantar la vista y mirarla a los ojos. Simplemente, me dediqué a pretender que nada había sido dicho.

Sin embargo, no pude disimular más cuando me dijo que ya se iba para su casa. “¡Por favor, no te vayas!”, le rogué. “¡Debo irme, es muy tarde!”, me replicó. “Me refiero a irte de la ciudad. ¡Por favor, quédate! ¡Yo te quiero!”, le confesé. Al oír esto, Susana me miró fijamente a los ojos con mucha ternura, se acercó a mí muy lentamente, y me besó en los labios como si toda la vida hubiese estado esperando por ese beso. Luego, dirigiendo su mirada hacia la mía nuevamente, me susurró: “Yo también te quiero y me encantaría quedarme, pero yo todavía no dependo de mí misma sino de mis padres. No puedo hacer nada”. “Entonces, ¡dime adónde te vas para yo ir a buscarte!”, le supliqué. “¡Qué dulce eres!”, me dijo a la vez que me daba otro beso, “Pero si realmente estamos destinados el uno al otro, nos volveremos a encontrar sin necesidad de que yo te diga dónde estaré”. “Pero si ya nos hemos encontrado dos veces, ¿te parece poco?”, me quejé, a lo que ella respondió: “¡Quédate tranquilo entonces, porque seguramente nos volveremos a encontrar una vez más!”.

Un mes y medio después, Susana se marchó sin decirme nunca su destino. Fue triste y dura la despedida, mas al menos me quedaba el consuelo de haber vivido los mejores días de mi vida durante ese tiempo. Prácticamente, no hubo segundo en el que no estuvimos juntos durante los últimos días, así como no hubo momento en el que no la extrañé luego de su partida.

Dondequiera que iba, observaba atentamente a mi alrededor buscándola, pero nunca tuve éxito. Cuando me fui a estudiar veterinaria en una universidad lejana, todos los días anhelé tener la misma suerte que tuve al empezar la secundaria, pero jamás me conseguí con Susana esperándome en mi salón de clases. Con el paso del tiempo, creció mi desesperanza y mi temor por no volverla a ver nunca más en mi vida.

Durante mis vacaciones del segundo año, viajé unos días con mi familia y Pepe Jr a la playa, lo que le sentó muy mal a mi viejo perro. No comía, no jugaba, y no hacía nada excepto tirarse en el suelo con la mirada perdida. Yo sabía que ya estaba muy viejo y que estaba cerca de su hora, pero de todos modos decidí llevarlo a un centro veterinario con la fútil ilusión de poderlo salvar. Quizás alguien allí supiera una forma de ayudarlo aún desconocida para mí.

Sin embargo, fue en vano. Mi fiel compañero se me fue mientras aguardábamos en la sala de espera. Desconsolado, lo cargué en mis brazos para llevarlo a casa, y al cruzar el umbral de la puerta, tropezó conmigo una chica que resultó ser nada más y nada menos que Susana. ¡Qué manera de finalmente tener la dicha de encontrarla de nuevo! “No sabes cuánto te he buscado en todo este tiempo, pero lamento que nos hayamos cruzado de nuevo en este momento tan triste para mi”, le dije. Luego agregué: “Discúlpame por no quedarme un rato hablando contigo. Debo irme”. No obstante, mientras caminaba hacia el auto, ella se me acercó para pedirme la dirección del lugar donde me estaba quedando. Quería verme esa noche.

A las ocho de la noche se apareció en el hotel con un cachorro de Beagle en sus manos. “Es un nieto de Zaza”, me dijo, “y quiero que lo tengas tú”. Yo no quería aceptarlo porque no comparto la teoría de que un clavo saca a otro clavo, mas fue tanta su insistencia, que tuve que hacerlo. “¿Qué nombre le colocaste?”, le pregunté. “Yo lo llamé Archie, pero imagino que quieres a un quinto Pepe en tu familia”, me contestó con una sonrisa. “Archie me gusta”, repliqué yo, “Así lo llamaré”. El resto del tiempo lo dedicamos a ponernos al día. Ella me contó que estudiaba la misma carrera que yo, y que al mismo tiempo trabajaba medio turno como asistente en el centro veterinario adonde había ido. Al igual que yo, soñaba cada día con entrar a su salón de clases y verme allí. A diferencia de mí, nunca se dio por vencida.

Tuve que partir al siguiente día, pero le dejé la promesa de que volvería a buscarla. Esta vez, intercambiamos direcciones de correspondencia, teléfonos, y todo lo que nos fue posible para evitar perder el contacto de nuevo. Al principio, poder hablar con ella me calmaba la ansiedad, pero poco a poco esta se hizo más insoportable. A los dos meses, decidí aparecerme por su casa de sorpresa, por lo que me dirigí a la estación de trenes y compre un boleto hacia mi destino. No podía estar más feliz, porque con toda seguridad, vería una vez más a mi Susana.




II Parte

A veces, cuando siento nostalgia, cierro los ojos y tengo de nuevo ocho años. Vivo de nuevo aquel día de marzo que en aquella época tanto quise evitar que llegase, y que ahora tanto deseo volver a vivir. Mis padres terminaban de colocar en cajas nuestras pertenencias luego de que, por última vez, ignorasen todas mis súplicas por no irnos de la ciudad. Ellos no entendían que yo no quería perder a mis amigos, y yo, nunca comprendí sus razones de adultos para mudarnos. Consciente de que ya no había nada que pudiera hacer, y con mucha impotencia dentro de mí, me senté en el jardín de mi antigua casa con la desesperada ilusión de que llegase un príncipe azul en un caballo blanco a rescatarme de tan funesto destino. Cuando de pronto apareció un niño persiguiendo a su perro, sin saber por qué, mi corazón empezó a latir más fuerte, y, de mi boca, surgió un susurro que sólo yo escuché y que decía: “¡Mi Príncipe!”.

Era un tanto singular mi príncipe. Para empezar, su caballo era un perro que ni siquiera estaba seguro de lo que era, ya que creía ser un San Bernardo cuando en realidad era un Beagle. Segundo, no era elegante como debía serlo alguien de la realeza, sino que más bien estaba algo sucio y harapiento. Y tercero, Pepe, que para muchos no es más que un apodo, en su caso era su verdadero nombre, y también el de su mascota. Sin embargo, todo esto pasó a un segundo plano cuando sus ojos café se posaron sobre los míos y sentí mi alma desnuda, como si hubiera podido ver dentro de mí. Por ese instante de tiempo, logré olvidarme de todos los problemas que me embargaban. Sencillamente, fui feliz durante ese momento.

Para mi desgracia, mi príncipe no me rescató aquel día. Después de que estuvimos hablando un rato y jugando con nuestras mascotas –Pepe Jr y Zaza-, se marchó a su casa y no me quedó más remedio que mudarme. Una vez instalada en mi nuevo hogar, tomé por costumbre sentarme todas las tardes en mi nuevo jardín a esperar por mi Pepe. “¿Cuándo vendrá a buscarme mi príncipe?”, me preguntaba cada día. Por alguna razón, tenía la seguridad de que tarde o temprano sucedería.

Y sucedió. Sólo que no se apareció en mi jardín de nuevo, sino en mi salón de clases, un año después, y no precisamente a buscarme. Fue una gran coincidencia: estudiaría conmigo ese nuevo año escolar, por lo que más emocionada no podía estar. La sola idea de poder verlo todos los días, me motivaba cada mañana al despertarme.

Con el tiempo, nos hicimos muy buenos amigos. A mí, me emocionaba mucho que él fuera a visitarme, porque soñaba con que iría a proponerme que fuera su novia. Constantemente analizaba todo lo que él hacía o decía, con la esperanza de encontrar algo que me indicara que Pepe estaba interesado en mí, pero eran muy ambiguas sus señales y no podía saberlo con seguridad. Por ejemplo, rara vez hacía contacto visual conmigo, y muchas veces, pasaba horas sentado cerca de mí sin decir palabra, como si yo le aburriera o le pareciera tonta. Mas, otras veces, lo atrapaba mirándome cuando creía que yo no me daría cuenta, cosa que me mantenía ilusionada. Después de todo, mi lema siempre había sido que la esperanza es lo último que se pierde.

Cuatro años transcurrieron durante los cuales, a pesar de que nunca pasamos de ser sólo amigos, fui dichosa. Por esta razón, me cayó como un balde de agua fría cuando mi padre me dijo, al finalizar el penúltimo año de la secundaria, que ese verano tendríamos que mudarnos de nuevo. Lo habían transferido a otra ciudad en su trabajo. ¿Cómo se puede conservar la esperanza ante noticias como esta? No me había ido, y ya comenzaba a extrañar a mi Pepe.

La noche en la que se lo comenté a mi príncipe, yo pensé que no le importaba no verme más. Prácticamente, ignoró mi comentario y siguió estudiando para un examen. Yo no podía concentrarme con tanta tristeza. Me dolía mucho la indiferencia con la que se tomó la noticia. No obstante, cuando ya me iba para mi casa, finalmente mi Pepe se abrió a mí. “Susana, ¡no te vayas!”, o algo así me dijo. “Es muy tarde”, me excusé yo, pensando que él se refería a continuar estudiando. Fue entonces cuando me explicó que lo que no quería, era que me fuera del pueblo. Me confesó que me quería, y que estaba enamorado de mí desde aquella vez que se apareció en mi jardín. Lo que tanto yo había soñado, por fin estaba sucediendo. Emocionada, me acerqué a él y por primera vez nos besamos. Ninguno de los dos sabía muy bien cómo hacerlo, pero no era relevante para nosotros. Lo importante, era lo que significaba ese beso para ambos. La confirmación de que, algunas veces, los sueños sí se hacen realidad.

Nunca le dije a Pepe la ciudad a la que me mudaría, ni mi teléfono, ni otro dato que le permitiera buscarme. Como chica soñadora e ingenua que era, confiaba en que el destino se encargaría de unirnos nuevamente si realmente éramos el uno para el otro. Pensaba que si, por mala fortuna, nunca más nos volvíamos a ver, al menos me quedaría el consuelo de los maravillosos días que vivimos desde aquel beso hasta el momento en el que me fui. ¡Qué equivocada estaba!

Lo extrañé demasiado en todas y cada una de las horas en las que no nos vimos. Anhelaba conseguírmelo en la universidad cuando empecé a estudiar veterinaria, o sentado en un café esperando por mí, o haciendo cualquier cosa; pero luego de mucho tiempo, me resigné a la idea de que tal vez algo así nunca ocurriría. Comencé a salir con otros chicos, mas dejé de hacerlo al notar que ninguno me llenaba. Nada era igual sin mi Pepe.

Dos años, nueve meses y dieciocho días después, finalmente volví a encontrarme con mi Príncipe. Tropecé con él sin querer cuando entraba a la clínica veterinaria donde yo trabajaba como auxiliar en mis horas libres. Traía en sus brazos el cuerpo sin vida de su viejo amigo Pepe Jr, por lo que simplemente le pedí su dirección de habitación para visitarlo cuando fuera un poco menos doloroso para él. No pude resistir mucho tiempo, y fui a visitarlo esa misma noche.

Le obsequié un cachorro de Beagle, uno de los nietos de mi vieja Zaza, que había fallecido veinticinco meses atrás. “Te estaba esperando”, le dije. “Y yo te estaba buscando”, me respondió mi Pepe. Pasamos toda la noche conversando, contándonos lo que había sido de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, nuestras manos se habían juntado y yo me encontraba con mi cabeza apoyada sobre su hombro. “¡Te quiero igual que siempre!”, me confesó. “¡Yo te adoro, mi Príncipe!”, le respondí, y nos quedamos dormidos de esa forma.

Mi Pepe se encontraba en la ciudad de paseo, por lo que al siguiente día tuvo que partir a su casa. Pronto comenzaría de nuevo las clases y debía prepararse para ello. Coincidencialmente, estudiaba veterinaria igual que yo. Sin embargo, esta vez sí intercambiamos datos de contacto, y me prometió que volvería muy pronto a buscarme. Yo estaba feliz con esa promesa.

Desde que se marchó, todas las noches durábamos horas pegados al teléfono. Era mi momento favorito del día, y dejaba de hacer cualquier cosa para hablar con él. Por eso, me extrañó tanto que dos meses después, de pronto un día dejó de llamarme. “¡Quizás fue a una fiesta!”, pensé la primera vez, pero al repetirse la situación en la siguiente noche, comencé a preocuparme. Lo llamé a su casa, y un compañero de habitación me contestó que la mañana anterior había partido en tren a visitarme. Como llevaba veinticuatro horas de retraso, entré en pánico. ¡No podía dilatarse tanto mi Pepe!

Desesperada, salí corriendo a la estación de trenes apenas supe. No estaba allí mi Pepe, pero me sentí más tranquila cuando supe que no había ocurrido ningún accidente en más de diez años. Esperé unas horas en caso de que llegase en el próximo tren, mas no fue así. A medida que transcurrían los minutos, más y más angustia sentía. Algo le había pasado a mi príncipe.

Al amanecer, cuando fui a comprar la prensa. Me enteré de la desgarradora noticia. Al llegar a la ciudad, mi Pepe defendió a una anciana que estaba siendo víctima de un atraco y fue ultimado por uno de los antisociales. Mi príncipe había muerto rescatando a alguien.

Hoy, veo todo en perspectiva, y doy gracias por al menos haber tenido la oportunidad de conocer al verdadero amor. Sin embargo, también me arrepiento por haber dejado tantas cosas en manos del destino, en lugar de aprovechar al máximo cada minuto con quien fue mi Cielo. Di por sentado que teníamos toda la vida por delante, cuando en realidad nunca sabemos de con cuánto tiempo exactamente disponemos. No obstante, estoy tranquila, porque sé que tarde o temprano nos volveremos a encontrar, y entonces, le podré dar todos los besos que le quedé debiendo.


Canción para acompañar:

+ Frou Frou - "It's good to be in love"

20070728

Una hoja entre el viento

Una hoja entre el viento danza al compás de la brisa. Si alguien la hubiese estado observando en ese instante, habría imaginado fácilmente a una orquesta tocando de fondo alguna clásica melodía. Revoloteaba una y otra vez, como si tuviese pensado no descender en ningún momento. Parecía no querer hacerlo, y, sin embargo, acabó haciéndolo. Era imposible evitarlo.

La hoja de papel finalmente tocó el suelo. Se posó algunos centímetros a la izquierda de donde yacía la mano que minutos antes la había soltado. "¡Vuela!", le habían gritado, y, por un rato, eso había hecho. Ahora simplemente permanecía inmóvil, aguardando a ser leída por alguien mientras un delgado hilo de sangre amenazaba peligrosamente con mancharla.

Esa mañana, Ambrosio Delgado llegó tarde a su examen de Patología. No se había quedado dormido, ni había encontrado tráfico camino a la universidad. Llegó tarde sencillamente porque su abuela había amanecido indispuesta y le suplicó que le hiciera el favor de llevar a su hermano pequeño al colegio por ella. Normalmente, Ambrosio tenía que tomar dos busetas para llegar a su Facultad, pero ese número llegaba a cuatro si se desviaba hasta la escuela. Aunque sintió ganas de protestar y de quejarse por el retraso que eso le implicaba, prefirió callar y realizar lo encomendado. No tenía argumentos contra la mujer que con tanto sacrificio se había encargado de criarlo a él y a sus hermanos cuando se fue su padre. Su madre era un cero a la izquierda.

Como llegó tarde, no le dio tiempo de responder a todas las preguntas. Con suerte, lo poco que contestó al menos le permitiría aprobar el examen. Ahora debía enfocarse en el siguiente parcial. Le habría encantado quedarse estudiando con sus compañeros de clase, pero no podía darse ese lujo. Ambrosio debía irse enseguida a la clínica donde trabajaba como camillero para poder costear la universidad. Estudiaría en su hora de descanso.

Camino a su trabajo, el joven camillero pensaba en lo mucho que quería ser otra persona. Una que haya tenido todo más fácil. No podía evitar sentir algo de envidia por sus compañeros que llegaban en sus propios autos de lujo a la facultad, y que podían dedicarse a tiempo completo a su carrera e inclusive ir a fiestas. De haber conocido Ambrosio a Víctor Anistópolis, sin duda alguna le habría envidiado también.

Anistópolis, como era llamado por sus amigos, tenía todo lo que se podría desear y un poco más. Era tan asquerosamente rico, que sus bisnietos aún podrían serlo incluso si Víctor no producía un sólo céntimo durante su vida. Además, era en extremo inteligente: podía aprender cualquier cosa que quisiera en tiempo récord, por lo cual no le requirió mucho esfuerzo graduarse del MIT de Boston. Su creatividad le permitía destacar también en lo artístico, especialmente en la música. En lo deportivo, resaltaba por sus condiciones naturales. Era un atleta innato y un galán natural. No hace falta decir que también era exitoso con las mujeres. Se puede decir que no sabía lo que era estar enamorado y no ser correspondido. Ni siquiera estaba seguro de haber estado alguna vez realmente enamorado. En pocas palabras, Víctor siempre había logrado todo lo que se había propuesto. No podía quejarse de su suerte.

Ambrosio no tenía idea de quién era Víctor Anistópolis, pero fue la primera persona que leyó su nota de suicidio. Estaba estudiando durante uno de sus recesos en las afueras del hospital, cuando escuchó un estruendo que sin saber aún qué lo había causado, le había puesto los nervios de punta. Llegó a tiempo para recoger la nota antes de que esta se manchara de sangre, y jamás imaginó, ni por un instante, que lo que allí estaba escrito marcaría su vida para siempre.

En los días posteriores, a medida que el joven camillero más averiguaba sobre la vida de Anistópolis, más se daba cuenta de que entre tantas desgracias que le habían ocurrido a él durante sus veinte años, aún debía sentirse al menos un poco afortunado. Le sobraba lo único que Víctor no tenía: sueños y metas; ó al menos ésa fue la conclusión a la cual llegó luego de leer lo que había escrito el difunto antes de lanzarse al vacío: "No me voy porque tenga muchos problemas. Me voy porque no tengo ninguno".

Como el mismo Doctor Ambrosio Delgado le diría más adelante a uno de sus nietos: "La felicidad no se encuentra en las metas que nos trazamos, sino a lo largo de los caminos que tomamos para llegar hasta ellas. Si se nos acaban los caminos, dejamos de ser felices".


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Ya realicé mi primera entrevista en Melodic.net a una banda de Pop Punk poco conocida aquí llamada Eleventyseven. Si quieren leerla, pueden hacer click aquí.

20070721

Melodic.net

Siempre he dicho que no existe música buena o mala. Lo que existe, pienso yo, es música que te agrada y música que te desagrada. Y eso, claro está, depende de cada quien; por lo que debemos respetar lo que a cada persona le gusta escuchar. ¡Y es que no hay nada como escuchar tu música favorita! Te distrae de tus problemas, te transporta a momentos vividos tiempo atrás, estimula tu imaginación, y un gran conjunto de etcéteras a favor. Ninguno en contra.

A mi madre le encantan las baladas, especialmente las que son en español. Gracias a ella, escucho más música en español de lo que mucha gente piensa. Digo "de lo que mucha gente piensa", porque quien me conoce cree que yo única y exclusivamente escucho cosas en inglés ("wuachi wuachi" como le dicen en criollo). Lo que sucede, es que aunque no sea lo único que oigo, ciertamente la música anglosajona es mi predilecta. No se trata de un desprecio hacia mi lengua madre (si así lo fuere, este blog estaría escrito en inglés), sino que es cuestión de gustos: mi estilo músical favorito, además de la música clásica instrumental, es el rock (siempre que no sea el pesado, el heavy metal), y no sé si sea por costumbre -ya que en mi casa sonaban mucho The Beatles y Michael Jackson cuando era niño- o por otra cosa, pero el rock en español, para mí, suena raro. Otra teoría mía es que como ese género proviene de países angloparlantes, su cadencia se ajusta más al idioma inglés; del mismo modo que un joropo, una trova, o una ranchera se ajusta más al español, una de las lenguas romances. ¿No les sonaría raro un "Caballo Viejo" en inglés? En todo caso, todo esto son conjeturas mías.

El hecho es que me gusta mucho la música -en especial la anglosajona-, y siempre ando buscando canciones nuevas tanto de grupos conocidos como de artistas emergentes. Por esta razón, visito religiosamente dos páginas: Alternative Addiction, y Melodic.net. La primera se concentra casi exclusivamente en el llamado rock alternativo (es decir, que allí no encontrarán nada relacionado por ejemplo con el pop o el rock pesado), y presenta noticias, un top 20 de las mejores canciones nuevas del género actualizado cada quince días, conteo de los mejores discos, entrevistas, y algunos reviews (crítica de discos nuevos). En la segunda página, se consigue lo mismo exceptuando el top 20 y el conteo de los mejores discos; el valor agregado que tiene es que las noticias y los reviews abarcan un conjunto de artistas más amplio. No se centran en un subgénero determinado, sino que se consigue información de todo lo que sea rock: emo, pop, punk, heavy metal, rock progresivo, rock sinfónico, rock alternativo, rock melódico (como denominan a Coldplay, Keane, Snow Patrol), etc, sin importar si se trata de algo "mainstream" (artistas que reciben mucha publicidad y pasan por MTV), o de artistas que sólo en sus casas conocen. Lo bueno de este website es que cuenta con varios colaboradores y cada uno de ellos aporta escribiendo críticas de discos únicamente del subgénero particular que les gusta; ya que no importa cuán "bueno" sea un disco de e.g: punk, este siempre le va a parecer deficiente a alguien que sólo escucha Iron Maiden y Tool.

Hace unas semanas, en Melodic.net anunciaron que estaban en la búsqueda de más colaboradores, y toda esta retahíla de cosas que he escrito en este post ha sido para anunciar que fui aceptado como colaborador de dicha página. A partir de ahora, escribiré algunos reviews y entrevistaré, vía e-mail, a algunos artistas (aunque dudo que los más conocidos acepten ser entrevistados por mí), centrándome en los estilos que más suelo escuchar: rock alternativo, punk rock, emo, melódico, y algo de pop. No recibo pago alguno por hacer esto, pero recibo una cuenta de correo de melodic.net con la cual existe la posibilidad de contactar artistas y puede que hasta de recibir uno que otro disco gratis. En el peor de los casos, al menos queda la satisfacción de contribuir con los suecos que crearon el mencionado website, el cual recibe entre 2000 y 3000 visitantes distintos diariamente.

Hasta el momento, sólo he escrito un review (el cual espero que les guste). Él único detalle es que todo está en inglés, aunque voy a promover la idea de crear una sección en español, siempre y cuando a los suecos les guste la idea...

-Rock on.

20070707

La vida sigue...

Y el sol sale nuevamente cada 24 horas. A veces, nos gustaría darle un empujón para lograr acelerar notablemente el paso del tiempo. Otras ocasiones, quisiéramos atarlo a un lugar para así transformar segundos en minutos y minutos en días. Sin embargo, siempre termina imponiéndose la voluntad del astro rey.

Puede habernos azotado la más amarga de las tempestades, y puede habernos envuelto la más tenebrosa de las penumbras, pero después de la tormenta siempre SIEMPRE vendrá la calma, y, con ella, también un poco de luz entre tanta oscuridad. Los sueños resistirán aunque se empapen, y por las ilusiones no hay que preocuparse, ellas son impermeables. Quizá ya no brillarán tanto como antes debido a las sombras que producen las nuevas y duras ausencias, mas seguirán estando allí, impulsándonos en nuestro camino.

El barco debe llegar a destino para honrar a los capitanes caídos durante el largo trayecto. Nuestra misión es llevarlo a puerto seguro, y para ello, debemos tener presente que no podemos avanzar hacia delante si estamos mirando en todo momento hacia atrás.

Miraré siempre que pueda hacia el futuro, pero no olvidaré jamás lo que ha quedado en el camino.

20070630

El último abrazo

Hoy hace una semana del día más terrible de mi vida. Me acosté a dormir la noche anterior con total tranquilidad, y desperté a la mañana siguiente con la noticia que lo cambiaría todo. El pasado 23 de junio, poco antes de las ocho de la mañana, mi padre tuvo un accidente mientras practicaba su hobby: el ciclismo de montaña. Una joven e inexperta mujer, en estado de ebriedad por haber pasado toda la noche anterior bebiendo, lo arrolló con una camioneta y lo dejó sin vida instantáneamente... casi un mes antes de que cumpliera 55 años. En todo caso, los detalles del accidente son algo sobre los que no deseo hablar.

Mi padre era muy querido en la región donde vivía, y las enormes manifestaciones de cariño y afecto que recibió durante su funeral y sepelio, así como el gran apoyo recibido de todos los amigos, nos ayudó mucho a mí y a mi familia para, poco a poco, ir saliendo de este trance. También ha ayudado muchísimo la fe, sobretodo a mi madre. Es cierto que no hay pruebas irrefutables sobre la existencia de la vida después de la vida, pero creer que sí la hay, creer que él está bien ahora junto a Dios, es muchísimo más reconfortante que pensar en que todo acabó el pásado sábado. Yo prefiero creer en lo que me hace más feliz, por tanto: Creo en el Cielo porque quiero.

A continuación, dejo unas palabras que le escribí a modo de despedida, y que fueron leídas al final de la misa que se celebró antes del sepelio. No tengo ánimo todavía para escribir alguna otra cosa.

No hay nada más cierto que ese refrán que dice: "¡nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde!", y nunca ha sido más certero que ahora, cuando nos percatamos de que éramos reyes y no lo sabíamos. En estos tiempos en los que es tan común verse agobiado por problemas políticos, económicos y de otras índoles; nosotros teníamos todo lo que necesitábamos para ser felices y no nos habíamos dado cuenta: nos teníamos el uno al otro, y, sobretodo, lo teníamos a él.

No voy a decir ahora que era el padre perfecto que jamás cometía un error, porque como todo ser humano, se equivocaba y poseía defectos; mas, sin embargo, eran tantas las virtudes y cualidades que tenía, que su brillo opacará cualquier pequeña mancha que pueda haber en la imagen que vamos a recordar de él. La mayor evidencia de esto, se puede ver en toda la gente acá reunida que, con un profundo y sincero dolor, se han acercado a despedir a mi padre, quien ha dejado una huella imborrable en todos nosotros.

Sin embargo, yo tengo fe en que él ahora se encuentra mejor que todos nosotros en el Cielo, lugar para el cual tantas veces rezó para poder entrar, y eso me reconforta. No me duele la forma en la que se nos ha ido, porque a pesar de que fue muy trágica, por la naturaleza de los eventos podemos prácticamente asegurar que no sufrió por las heridas recibidas: no tuvo tiempo para padecer. Tampoco me preocupa el futuro, porque sé que de una u otra forma nos la arreglaremos para seguir adelante, y sé también que no estamos solos y contamos con mucha gente buena que nos aprecia y apoya. Lo que me duele es no haberle podido decir adiós, ó, mejor aún, ¡hasta luego! Que me lo hayan arrancado sin haberle podido dar un último abrazo… un último beso. Me duele profundamente todo el tiempo perdido: todos los días, todas las horas, todos los minutos que dejamos pasar sin decirle cuánto lo queríamos y cuánto nos enorgullecía ser sus hijos, a pesar de que tenemos la certeza de que él lo sabía.

Mi padre no era un ser demasiado afectuoso, pero con sus actos nos hacía saber cuánto le importábamos, ya que siempre estaba allí para apoyarnos y cuidarnos. No tenía grandes fortunas para darnos todos los lujos que le habría encantado habernos dado, pero siempre nos dio todo lo que alguna vez le pedimos o necesitamos. Hoy, más que nunca, nos sentimos orgullosos de ser sus hijos y llevar el apellido de alguien que nos inculcó tantos valores y principios. Nos queda el consuelo de poder llevar la frente en alto sin que nadie nos pueda decir que él hizo algo malo. Siempre fue una persona honesta e íntegra, y con un gran corazón. Es difícil en los tiempos actuales hallar a alguien así.

En algún lugar allá arriba, sé que él nos está viendo y escuchando en este momento, y de alguna forma debe saber que esta es mi manera de darle ese último abrazo que nunca le di, y de decirle, a nombre de mi mamá, mis hermanos y yo: “¡Gracias por todo lo que nos diste! Gracias por haber sido un buen esposo y padre! ¡Hiciste un buen trabajo y nos sentimos muy orgullosos de ti! ¡Es una pena que te nos hayas ido, pero nos volveremos a ver… algún día! ¡Hasta luego!”.

¡Hasta luego!

20070616

El cofre de las lágrimas

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I Parte: "Desapariciones"

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Beatriz abrió el cofre y depositó en su interior cada una de las lágrimas que brotaban de sus ojos con infinita tristeza. Cuando era niña, su abuela le había dicho un día que ese era un cofre mágico, y que si hacía esto cada vez que algo la hiciese llorar, entonces la causa de sus penas dejaría de existir para siempre. Claro está, esto nunca había sucedido desde que la jóven tenía uso de razón, pero aún así, Bea seguía religiosamente las indicaciones que le había dado su Nana al momento de obsequiarle el pequeño baúl de madera. A Beatriz le gustaba pensar que la magia de algún modo existía.

El barro en sus zapatos le dificultaba cada vez más a Raúl avanzar. Un viento helado le congelaba el rostro mientras caminaba sin rumbo a través de ese terreno infértil y enlodado. "¿Dónde estoy?", se preguntaba. No tenía la menor idea de cómo había llegado a aquel lugar de eterna penumbra. Simplemente despertó allí, sólo y sin explicaciones. Vestido, por fortuna. Llevaba más de medio día deambulando por el sector y no había visto todavía al primer ser vivo. Definitivamente, nunca le había sucedido nada tan raro en su vida.

Los rayos de sol que se colaban a través de la ventana iluminaban parcialmente la habitación, pero la aclaraban lo suficiente como para arrancar a Beatriz de los brazos de Morfeo. Aún tenía entre sus manos al cofre en el que la noche anterior había escondido sus lágrimas, por lo que lo hizo a un lado y comenzó a prepararse para el inicio de un nuevo día. "¡Buenos días, Bea!", la interrumpió su mamá, "¿por casualidad pasó
Pekas la noche aquí contigo? ¡No la consigo en ningún lado para darle su comidita!". "¡Ay Madre, tranquila!", le respondió la hija, "¡Esa seguro está en el patio jugando o por allí escondida! ¡Ya verás que ahorita aparece!".

La chica desayunó media galleta de soda sin sal con unos pocos sorbos de café, se lavó los dientes, y se dirigió hacia la puerta de la casa no sin antes notar que algo faltaba en el pasillo hacia la sala. Restándole importancia, le gritó a su madre que partía hacía la universidad y salió a la calle. No le tomaba mucho tiempo llegar hasta su Alma Mater, pero los viernes deseaba que se le hiciese eterno el camino; ya que su primera clase era con el Profesor Bermúdez, alguien que le había hecho pasar muchos malos ratos durante la carrera y el único en reprobarle una materia en su vida. Los viernes, Beatriz definitivamente prefería no llegar nunca.

El color del cielo le parecía sobrenatural a Raúl. Era como un gris profundo y sombrío, pero a la vez muy vivo y llamativo, como en algunas de las historietas de superhéroes que leía. Era el cielo de una tormenta sin lluvia, al menos durante el tiempo que el chico llevaba allí. "¡Lo que me falta es que empiece a llover ahora!", se quejó Raúl mientras a lo lejos divisaba lo que parecía ser una silueta humana. "¡Por lo menos ya no estaré sólo!", se dijo, y sin pensarlo dos veces, corrió hacia la figura.

Por suerte para Beatriz, el temido profesor no llegó nunca, por lo que no tuvo que sufrir el martirio de su clase. Luego de asistir a una práctica de laboratorio de Química, y de llamar unas tres veces a su novio sin recibir respuesta alguna, se marchó hacia su casa para almorzar la buena comida de su madre. Sabía que no estaba bien para su dieta, pero no podía resistir la tentación de comer el pasticho que preparó la susodicha. "¡Hago media hora más de cardio esta tarde y quemo esas calorías de más!", pensaba satisfecha mientras degustaba del calórico plato. De pronto, la interrumpió el teléfono: su madrastra quería saber si habían visto a su padre, quien no había dado muestras de vida en todo el día. "¡Hoy como que está de moda perderse sin dejar rastro!", se dijo para si misma, y prosiguió con su almuerzo.


"Beatriz estoy muy angustiada. ¡Mira la hora que es y Pekas sigue sin aparecer!", le comentó su mamá despertándola de la siesta. "¿En serio? ¡Ahora sí qué es extraño!", replicó la chica medio dormida. "Y también desapareció el matero que tenía en el pasillo. ¿Será que nos robaron?", agregó la señora. "¿Quién es tan tonto como para entrar a una casa a robar y sólo llevarse una perra y un matero?", argumentó no sin razón la hija. Bea no sabía qué había pasado exactamente, pero por el momento lo único que quería era dormir. Después pensaría mejor en el asunto.

No hubo truenos. Tampoco relámpagos ni centellas. Sencillamente, empezó a caer una lluvia torrencial sin previo aviso. Raúl estaba sediento, por lo que intentó recoger un poco de lluvia entre sus manos para beberla, pero se llevó la sorpresa de que el agua era salada. "Si fuera lluvia ácida me habría quemado la boca y las manos", pensó el joven. "¿Será que llueve agua de mar?", se preguntó extrañado. Lo cierto era que llovía tan fuerte, que enseguida se formó una especie de río que se llevaba todo a su paso. Cuando el desorientado chico llegó adonde estaba lo que parecía una silueta humana, se dio cuenta de que sólo era un pequeño árbol seco al cual se aferró al notar lo rápido que se incrementaba el caudal del agua. Fue poco tiempo el que resistieron las débiles raíces del mismo, pero al menos las ramas le sirvieron a Raúl para flotar mientras era arrastrado por la corriente. El chico no sabía si estaba teniendo una pesadilla ó si estaba viviendo el peor día de su vida.

Beatriz y su madre buscaron a la perrita infructuosamente durante gran parte de la tarde y de la mañana siguiente. Extenuadas, se sentaron en unos bancos del parque a descansar. "¿Recuerdas el día en el que tu papá trajo a Pekas a la casa?", preguntó con nostalgia la mayor de las dos. "¡Cómo no lo voy a recordar si me mordió tan duro que lloré como por tres días!", contestó Bea. "¡Je! Eso te pasó por molestarla mientras comía", dijo su mamá riéndose. Rememorando aquel día, Beatriz entró en pánico. Algo hizo click en su cabeza y de pronto todo empezó a tener sentido. Recordó su llanto en esa oportunidad y también cuando se cayó y golpeó su cabeza con el matero del pasillo. Lloró cuando Bermúdez la reprobó en la universidad, y sobretodo lo hizo el día que su padre dejó a su madre por otra. ¡Cuántas lágrimas no le habían producido varias de las discusiones con su novio! En todas y cada una de esas ocasiones había utilizado el cofre mágico de su abuela y quién sabe en cuántas más. ¡Qué casualidad que todos los que la habían hecho llorar alguna vez se encontraban desaparecidos desde el día anterior!

Beatriz no le había dado mucha importancia al principio, pero ahora estaba aterrada porque ni su novio ni su padre le habían devuelto ninguna llamada. Se levantó y sin decirle palabra a su madre, se fue corriendo a su casa, específicamente a su habitación. El baúl de madera estaba intacto, sin ninguna marca o indicio de que algo hubiese pasado. Bea no sabía cómo lo había hecho, ni por qué el cofre había actuado hace dos días pero no antes. Carecía de pruebas que lo demostraran, mas algo en su interior le decía que el cofre era el responsable de lo que sucedía.

Nuevas lágrimas comenzaron a asomarse a través de sus ojos. Por su mente rondaba la idea de que tal vez no vería nunca más ni a su padre ni a Raúl, al que quería a pesar de las discusiones.
Beatriz nunca pensó que las palabras de su abuela debían interpretarse en un sentido tan literal, y le angustiaba la idea de que no hubiese marcha atrás. ¿Es posible revertir lo hecho por ese objeto del demonio? ¿Cómo podría hacerlo? Eran muchas las interrogantes a las que Bea debía encontrarles respuesta, y lo peor es que no tenía la menor idea de por dónde empezar a buscar. Sin embargo, se prometió a si misma que haría lo imposible por hallarlas.


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II Parte: "Adonay"

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Quería abrir los ojos pero no podía hacerlo. Aunque lentamente estaba recobrando la consciencia, todavía podía decirse que estaba soñando, o que por lo menos estaba en ese estado fronterizo que divide al mundo onírico del nuestro. Raúl tenía la esperanza de que cuando finalmente lograra despertarse, estaría de nuevo en su habitación como si nada hubiese pasado. Sin embargo, no fue exactamente eso lo que en realidad sucedió.

Observó a su alrededor y se dio cuenta de que era una especie de choza donde se encontraba. La cama en la cual reposaba estaba hecha de arcilla y lo cobijaba una manta hecha con hojas de palma. No había nada más en la habitación. Raúl intentó levantarse, pero desistió del intento cuando se percató de que estaba desnudo. Cubriéndose con la manta, se asomó por la puerta buscando alguna pista que le indicara en dónde estaba. Lo que encontró fue su vestimenta colgando de estacas, secándose con la brisa. Aún se estaba vistiendo cuando apareció por la puerta un hombre viejo.

"Mamá, ¿Usted qué sabe sobre el cofre que me regaló mi abuela?", le preguntó Beatriz a su progenitora. "¡Nada hija! Ella tenía ese cofre desde antes de que la conociera", le replicó esta. Luego agregó: "Una vez le pregunte sobre él, pero le dio vueltas al asunto y a la final no me contó nada. ¿Por qué lo preguntas ahora?". "Por nada... curiosidad simplemente", contestó titubeando Bea, ya que pensaba que su madre no le creería que el cofre era el causante de las desapariciones. "¡Quien puede saber algo es la Señora Antonia!", añadió la madre, "Después de todo, ella era su mejor amiga!".

La Sra. Antonia vivía en una casa de retiro al sur de la ciudad. Era una viejecita muy dulce que se angustiaba por nada. Cuando Beatriz le inquirió sobre el cofre, la anciana lo primero que hizo fue la señal de la cruz. Siempre se persignaba por cualquier cosa. "¡Yo sabía que ese instrumento del demonio algún día traería problemas!", afirmó la longeva mujer sin saber siquiera nada de lo ocurrido. Posteriormente, comenzó a relatar la historia que Bea quería escuchar. Lo que le contó fue lo siguiente: "Tu abuela era una mujer muy testaruda que odiaba que le dijeran qué hacer. Siempre fue muy liberal e independiente, a pesar de que las costumbres de la época no permitían esas cualidades en una mujer. Cuando tenía veinte años, convenció a sus padres y a los míos para que nos enviaran a Europa unos meses. Lidia, que Dios la tenga en su gloria (y aquí se persignó de nuevo), quería conocer al mundo. Lamentablemente, también conoció a un gitano del cual se enamoró perdidamente. Adonay -así se llamaba- la conquistó no porque fuera muy apuesto -que lo era-, sino porque en el fondo era una criatura indomable como ella. Todos los días le llevaba flores silvestres y nos invitaba a pasear por lugares increíbles que sólo su gente conocía. Cuando faltaban pocas semanas para nuestro regreso, tu abuela comenzó a preocuparse por lo que sucedería entonces y le comentó sus angustias a Adonay. Ella le pidió que se viniera con nosotras a América, pero él se negó diciendo que no podía abandonar a su gente ni a su tierra, que allá era adonde él pertenecía. Sin embargo, Lidia estaba tan enamorada del gitano, que le dijo entonces que ella se quedaría en Europa junto a él y que renunciaría a su familia en pro de ese amor que se tenían; pero Adonay no quiso. Le dijo que a pesar de que la quería mucho, él no podía ofrecerle la vida que tu abuela merecía, porque ese estilo de vida nómada de los gitanos no era para ella, y que además no quería ser el causante de que Lidia abandonase a su familia. Yo no sé si lo dijo con el corazón o sólo como excusa, pero lo que sí sé es que mi amiga quedó destrozada; tanto así que en lo que quedó del viaje apenas salió una o dos veces de la habitación del hotel y no quiso verlo más a él. La última vez que lo vio fue en el puerto mientras esperábamos para abordar el barco de regreso. Fue una sorpresa, ya que nunca le habíamos dicho exactamente qué día nos veníamos. Él se le apareció de repente, pidiéndole disculpas por haberla hecho sufrir; y como despedida, le obsequió ese cofre de madera que supuestamente construyó él mismo y que tenía poderes mágicos. Yo le dije a Lidia que arrojara ese objeto maligno al mar porque seguramente tenía una maldición gitana encima, pero ella no quiso. Ese cofre era lo único que le quedaba como recuerdo del gran amor de su vida".

"¡Por fin ha despertao', joven!", le dijo el viejo cuando lo vio. "Ha estao' dos días inconsciente, ¿sabe?", agregó de inmediato como si supiera lo que Raúl le iba a preguntar. "¡Debió de tragar mucha agua! Cuando yo lo encontré, estaba tendido sobre un tronco cerca de aquí colina abajo. El agua lo ha arrastrao' unos cuatro mil metros". "¡Muchas gracias por atenderme y salvarme la vida, Señor!", le agradeció el joven, "¿Puedo preguntarle cómo se llama?". El anciano lo miró con compasión y le dijo: "¡Claro que puede, joven!... Pero lo que realmente desea saber es qué lugar es este. ¿No es así?", le replicó el viejo hombre. "Pues más bien lo que quiero saber es cómo puedo salir de aquí y regresar a mi hogar", le contestó Raúl. "En el tiempo que llevo aquí, he aprendido una o dos cosas sobre qué lugar es este", afirmó el anciano, "pero me temo que no sé nada sobre cómo salir de aquí. Si lo supiera... pues no estaría acá".

En el camino a casa, Beatriz recreó en su mente la historia que acababa de escuchar sobre su abuela Lidia. Pensó en lo mucho que debió de sufrir ella cuando regresó de Europa y en lo difícil que seguramente le fue resignarse a vivir su vida sin el gitano. A pesar de que lamentaba haber recibido de ella a ese "instrumento del demonio", como le decía la Señora Antonia, apreciaba mucho el gesto que tuvo su abuela al obsequiarle algo que significaba tanto para ella. Cuando arribó a su hogar, buscó en internet todo lo posible sobre los gitanos y su magia, pero no fue mucha la información relevante que pudo hallar. Le preocupaba la posibilidad de nunca encontrar respuesta a sus interrogantes, ya que no veía la forma de obtener información sobre el tema. No conocía a nadie perteneciente o relacionado con el pueblo "calé". Decepcionada, tomó el infame baúl entre sus brazos y se recostó sobre su cama observándolo fijamente. Mientras admiraba a la bella media luna que tenía grabado el cofre en su costado frontal, Bea se quedó dormida.

El paisaje no era hermoso ni agradable, mas era difícil dejar de contemplarlo. No sé podía ver muy lejos debido a que una tenue bruma lo envolvía todo; sin embargo, era obvio que no había mucho alrededor de la colina donde estaba la choza. A lo lejos, una torre oscura se divisaba -la cual contrastaba con el firmamento amarillento que se extendía sobre ellos-, pero nada más. "¡Me parece que sí voy a querer que me cuente qué clase de lugar es este!", le comentó Raúl al anciano en cuanto lo notó observando al horizonte junto a él. "Pues le voy a contar un resumen de lo que yo sé, joven... pero le advierto que usted va a pensar que yo estaré inventando todo, mas le aseguro que no es así", comenzó explicando el viejo. Raúl no dijo nada.

"Existe una leyenda acerca de un mago que le construyó a su amada, un cofre encantando que hacía desaparecer a todo aquello que la hiciese llorar", inició su historia el anciano. "En realidad, el cofre no hacía desaparecer esas cosas, sino que las transportaba a un mundo alterno y fantástico, desde el cual no le volverían a hacer daño jamás". El señor hizo una breve pausa y mirando fijamente a los ojos de su interlocutor, agregó: "Ese mundo alterno y fantástico es el lugar donde te encuentráis ahora: alguién lloró por ti y colocó sus lágrimas en el artefacto que hizo el mago".

Raúl al principio pensó que lo que había escuchado no era más que una mala broma de parte del viejo; por lo que, por educación, sonrió. Sin embargo, al notar que el septagenario se mantenía serio e inmutable, el joven se percató de que la explicación que había dado el hombre no había sido dada a modo de chiste. "No quisiera faltarle el respeto", aclaró el muchacho, "pero... ¿Usted de verdad pretende que yo me crea eso del mundo alterno y fantástico?".

"¡Espero que lo crea!", le replicó el anciano.

"¿Y por qué razón iba yo a creerle todo ese cuento del cofre encantado?", insistió Raúl.

El otro hombre empezó a caminar colina abajo, y, al cabo de diez pasos, giró su cabeza en dirección hacia donde aún estaba el joven parado. Luego, actuando como si simplemente le estuviera dando la hora a Raúl, le dijo: "¡Porque yo fui quien lo ha construido!".


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III Parte: "Segundas oportunidades"

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Adonay caminaba sin decir palabra. Raúl, a pesar de ser mucho más jóven, pasaba trabajo para llevarle el paso al viejo. No estaba acostumbrado a caminar sobre ese suelo arenoso y blanquecino. “Lo que estáis pisando, como tal vez ya te has dao' cuenta, es sal”, dijo el gitano, “Sin embargo, ¿has visto algún mar u océano por aquí cerca?”. Antes de que el interrogado pudiese responder que no, el anciano añadió: “Eso es porque la sal que véis no proviene del mar sino del río en el que casi os habéis ahogao'. El río, que ya se ha secao', no era realmente de agua, sino de lágrimas. ¿No os ha parecio' salada el agua?”.

Raúl asintió. Comenzaba a creer en lo que le había dicho Adonay antes de iniciar la caminata, y veía asombrado cómo aquella historia absurda empezaba paulatinamente a cobrar sentido. El viejo notó el cambio de actitud en su compañero, y procedió a contarle todo sobre el cofre, empezando por su historia con su adorada Lidia. Le habló también sobre la diosa Alako, que era la luna, en cuyo honor fue realizado el objeto de madera y que fue quien le concedió los poderes mágicos al baúl. El mismo fue construido en la noche de un seis de junio durante el primer quinquenio de los años 30, y aquél año concordó con el primer día de luna nueva. Adonay explicó que el cofre haría desaparecer a los causantes de lágrimas del mundo real, cada vez que el 6 de junio coincidiera con el inicio de la luna llena ó la luna nueva, lo que él estimaba que ocurría aproximadamente cada diez años. El cofre dejaba de funcionar pasado un mes.

No tardaron mucho en llegar hasta la torre oscura que se divisaba desde la colina donde estaba la choza. Estaba custodiada por soldados muy pálidos vestidos totalmente de gris y que gritaban consignas en alemán. Arriba, en una especie de balcón, un hombre de baja estatura y bigote ridículo, también carente de todo color, aparentemente daba un discurso a una muchedumbre inexistente. “¿No es Hitler?”, le preguntó Raúl asombrado al gitano, sin saber que Adonay estaba en esa dimensión extraña desde un poco antes de que el megalómano teutón se hiciera tan conocido en todo el mundo. “No estoy seguro de saber de quién me habláis. Recuerdo que en aquellos días la gente hablaba de las atrocidades que hacía un presidente alemán que si no me equivoco se llamaba parecio'. ¿Creéis que sea él?”, le replicó el viejo. “Sí, es él”, contestó el joven, “lo que no entiendo es por qué está en blanco y negro. ¡Es como si no fueran totalmente reales!”. “Es que no lo son”, respondió el sabio gitano, “ El cofre transporta a este mundo a todo aquello que le haya causao' lágrimas a su dueño, pudiendo ser cosas y personas, pero también leyendas, ideas, o incluso algo que hayáis visto en el cine”. “Entiendo”, dijo Raúl, “me imagino que la abuela de mi novia lloró por algún reportaje que vio en blanco y negro sobre Hitler en el cine o en televisión”. “No conozco eso último que habéis mencionao', pero asumo que tenéis razón en lo que has dicho. Alako interpretó que quien causó las lágrimas no fue Hitler en sí, sino lo que Lidia había visto en el cine, por eso estos seres no son realmente personas con inteligencia, sino que son personajes de una película. Siempre están haciendo lo mismo y no te responden si les preguntáis algo”.

Raúl no deseaba preguntarle nada a ellos, mas sí a Adonay: quería saber cuantas cosas extrañas había visto desde que estaba en ese mundo. Como si le hubiese leído el pensamiento, el anciano le comentó enseguida: “No tenéis idea de todas las cosas que he visto aquí: fantasmas, monstruos, dinosaurios, de todo”. Luego agregó: "Tampoco tenéis idea de las cosas sencillas que no imaginas conseguir aquí y sin embargo las consigues: como armarios llenos de ropa, por ejemplo". "¿ARMARIOS?", exclamó sorprendido el joven. "¡Pues sí! Mi teoría es que algún niño habrá llorado de noche confundiendo lo que hay en el armario con algo monstruoso, pero no lo puedo comprobar".

El gitano tampoco había podido comprobar jamás su hipótesis sobre la manera en la que podrían salir de allí. Según le explicó a Raúl cuando estaban de vuelta en la choza, se le había ocurrido que tal vez si alguien llorase debido a lo hecho por el baúl y depositase sus lágrimas en él, existía la posibilidad entonces de que se revirtiese el efecto del mismo. "Sin embargo,", se lamentaba Adonay: "¿Cómo puedo comunicarle esta idea a quien esté en posesión del cofre en este momento?". Era imposible y él lo sabía. Tenía que ocurrirsele a la dueña del baúl por cuenta propia.

Beatriz no estaba ni cerca de llegar a una conclusión semejante. Entendía muy poco de lo que estaba sucediendo a su alrededor y no sabía absolutamente nada sobre cómo funcionaba el cofre realmente. No se puede decir que fue perezosa en su búsqueda de respuestas, pero ¿cómo se puede hallar algo que no existe? Pasaba las noches en vela, angustiada pensando sobre el asunto sin llegar a ningún lado. Transcurridas tres semanas, le atormentaba la noción de que tendría que resignarse a no volver a ver nunca más ni a su novio ni a su padre. Sin embargo, en una de estas noches de insomnio, poco antes de que se cumpliera un mes de aquel fatídico día, la joven lloró mientras sostenía al objeto mágico en su regazo, y sin percatarse de ello, algunas de sus lágrimas cayeron en su interior.

Amaneció y de pronto la claridad invadió a toda la habitación. Se levantó de su cama aún con sueño, y se dirigió hacia la ventana para ver si había vuelto a llover. Lo que vio por la ventana realmente sorprendió a Adonay. Ya no veía el paisaje árido de siempre, sino algo diferente. Se frotó los ojos con las manos, y cuando vio de nuevo a su alrededor, reconoció que se encontraba en su vieja habitación, la cual se encontraba como si no hubiesen pasado tantos años desde la última vez que la vio. De milagro no se le paralizó el corazón cuando se acercó al espejo y se vio joven, como alguna vez lo había sido. Ya no habían arrugas en sus manos y de nuevo se sentía con energías. Salió por la puerta y se encontró con el nefasto cofre sobre la mesa. "¿Qué hace aquí?", se preguntó. Estaba seguro de que no había sido un sueño todo el tiempo que estuvo en aquel tétrico mundo, pero no tenía una explicación para lo que le estaba sucediendo. No entendía absolutamente nada.

En la cocina estaba su octagenaria madre preparándole el desayuno. Apenas la vio, la abrazó muy fuerte y le besó todo el rostro. Quien los hubiese visto, habría dicho en modo de broma que parecía que no había visto a su mamá en años, sin saber que tenía razón. "¿Qué día es hoy?", inquirió adonay. "Cinco de junio, hijo", le contestó su madre, y en ese momento el gitano lo comprendió todo. Alguien había llorado por el cofre y depositado en él sus lágrimas, por lo que Alako revirtió todo lo que había hecho y lo había devuelto al día en el que una vez terminado de fabricar el baúl, se lo había ofrecido a ella en un ritual para que esta le otorgara su poder mágico. No hace falta decir que lo siguiente que hizo Adonay fue destruir al macabro artefacto.

Cerca de setenta años después nacería su primer bisnieto. Su padre era Raúl, de quien Adonay se alegró mucho al verlo cuando su nieta lo trajo a su casa para presentarlo como su novio oficial. Sin embargo, la madre del bebé no era Beatriz, sino Aroa. Con la nueva sucesión de acontecimientos, Bea lamentablemente nunca llegó a nacer. Adonay le pidió perdón a Lidia el mismo día que despertó de nuevo en su hogar, ofreciéndole acompañarla en su viaje de regreso. Se casaron a los pocos meses de haber llegado a América, aunque los padres de Lidia nunca aceptaron del todo al gitano. Al no casarse ella con el abuelo de Beatriz, todo lo demás cambió. Por suerte para Raúl, había mucho de Bea en Aroa, por lo que no le costó mucho enamorarse de la nieta del gitano.

Adonay jamás le contó su experiencia en ese otro mundo a nadie, ni siquiera a Raúl, pero no había noche en la que no dirigiera su mirada hacia "Alako" y le diera las gracias por haber recibido de ella una segunda oportunidad. Lo que no sabía, es que en el fondo a quien debía darle las gracias era a Beatriz.


-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

20070610

El País de las Casas Muertas

A veces me pregunto cómo se sentiría haber nacido y vivido en un país del primer mundo en lugar de en uno en vías de (sub)desarrollo. No lo sé y creo que nunca lo voy a saber, porque aunque pueda emigrar hacia uno de esos países "avanzados", y aún en el poco frecuente caso de que sea recibido como uno de ellos, ese lugar nunca será el país donde me crié, y los nuevos conocidos nunca serán los amigos con los que compartí momentos de mi infancia y de mi adolescencia.

Me gustaría saber qué se siente ir a dormir sin el temor de que todo lo que conoces se esté resquebrajando a tu alrededor. Aunque fuese por un momento, quisiera percibir cómo sería despertar cada mañana sin la nefasta certeza de que cada día que pasa estás un día más cerca de un nuevo adiós. Tres veces me ha tocado despedirme de alguien cercano y tres veces se ha ido, en diferentes proporciones, una parte de mí con ellos; y en todas termino preguntándome: ¿cuándo emprenderá el resto de mi ser ese viaje? Porque a pesar de que nadie me obliga a hacerlo, el temor de quedar atrapado en los fragmentos de un país de futuro sombrío es muy grande.

Me siento como el protagonista de una nueva edición de aquella novela de Miguel Otero Silva llamada "Casas Muertas", sólo que en esta ocasión, no es el poblado de "Ortiz" el que está muriendo, sino que es el país completo. Es muy triste que esto sea así, pero es natural que cada quien vaya tras lo que considere sea lo mejor para sí mismo, y con tanta inseguridad política, económica, y jurídica que reina en Venezuela, lo mejor generalmente se encuentra en el exterior, ó, al menos, así parece ser.

En este país, las casas se están muriendo y sus habitantes divagan como fantasmas entre los recuerdos de un ayer más próspero.

-H.G.

20070530

Amordazados

El mes de mayo culmina sus días de forma agitada. Los estudiantes, de manera muy loable, han salido a la calle cada día de la semana para protestar el CIERRE, oops, perdón, quise decir el cese de la concesión que el canal de tv Radio Caracas Televisión tenía para utilizar el espectro radioeléctrico venezolano. Sin embargo, estas manifestaciones de apoyo a RCTV han sido mal vistas por el gobierno, quienes han intentado de formas no muy pacíficas callar a los universitarios de Venezuela (para muestra, un botón).

Yo, en lo particular, aplaudo la actitud que han tenido los estudiantes en los últimos días; mas, al parecer, algunas personas que no tienen nada que ver con el oficialismo y que incluso se oponen a Chávez, no la aplauden. Lo que pasa es que las protestas fastidian, porque por estar en la calle trancando el tráfico, la gente no puede viajar hasta el otro extremo de la ciudad para almorzar al mediodía cualquier cosa que se les haya antojado, o para realizar alguna compra compulsiva....y así, ¿quién puede vivir? Total, ¿para qué tanta protestadera por un canal que ni veíamos gracias al cable (¡Dios Santo por favor protege a Sony, MTV, y HBO!)?

Resulta, señores, que no es por el canal en particular que la gente está en la calle, sino por la medida arbitraria de cerrar un canal simplemente porque su línea editorial no se ajustaba a los intereses del gobierno. Muy pocos son los programas de RCTV que voy a extrañar, pero de todas maneras me opongo a su cierre porque uno debe tener la potestad de decidir lo que quiere ver. Cada canal debe ser libre de expresar sus opiniones y de denunciar las acciones gubernamentales que perjudiquen a la población. Así transmitiesen calumnias (y tengan por seguro que no lo fueron), no deben cerrar un canal de televisión por eso. ¿Se imaginan si la Casa Blanca ordenase el cierre de NBC sencillamente porque en Saturday Night Live parodian a George W. Bush como si fuese un retrasado mental, o a Comedy Central porque Jon Stewart deja al presidente estadounidense en ridícuco en The Daily Show cada día? ¿Cómo reaccionaría el pueblo norteamericano ante esa medida?

Así que los venezolanos no debemos tomar estas protestas estudiantiles como una molestia, sino más bien deberíamos unirnos a ellas para exigir que se respete la libertad de expresión en nuestro país. De lo contrario, antes de que nos demos cuenta, ni siquiera nuestra preciada antena de Directv vamos a poder tener, y no habrá a nadie a quien acudir ante ese ó cualquier otro atropello del gobierno. ¿O es que acaso creen que las Fuerzas Armadas Nacionales nos defenderán?

Hablando de las F.A.N., ¿será que ahora para inscribirse en ellas exigen que uno sea autista? Por lo menos estoy seguro de que el certificado de analfabetismo sí lo exigen.

Como un homenaje al gran David Letterman -el inventor de estas fulanas listas-, a continuación voy a enumerar los diez oficios que considero que la OIT debería declarar como los MENOS DIGNOS del mundo (siendo el número uno, el peor):

10) Vendedor de calzado femenino de Chicago (específicamente Al Bundy).
9) Fabricante de carteras de piel de oso panda.
8) Leñador en el Amazonas.
7) Productor de películas pornográficas infantiles.
6) Narcotraficante de escuelas primarias.
5) Contrabandista de alimentos etíope.
4) Ingeniero nuclear norcoreano.
3) Contrabandista de armas para la guerrilla colombiana.
2) Piloto de avión de Al Qaeda.
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1) Militar venezolano.

Mención especial: Diputado de la Asamblea Nacional de Venezuela.

-¡Qué disfruten protestar una semana más!
-H.G.