20060812

Vigilante

“Ya me voy. ¡Hasta mañana, mi Doña!”, le dice a su mujer al mismo tiempo que le da un beso de despedida. Ella, empapada de sudor luego de pasar gran parte de la tarde cocinándoles a los muchachos y al Señor Esteban, le sostiene la cabeza entre las manos para besarle la frente y encomendarlo a todos los santos. “¡Qué Dios me lo proteja y me lo favorezca! ¡Ay Virgen Santísima y Purísima, líbremelo de todo mal!”, suele decirle la Doña religiosamente cada día, y, su esposo, agradecido, la abraza y le responde con un fuerte: “¡Amén!”. El hombre camina luego hacia la puerta, toma entre sus brazos a su nieto de dos años –el único a esa hora en casa- y le pide que por favor lo despida de sus hermanos y de su madre. El pequeño no entiende una palabra de lo que le dicen, pero la costumbre le indica que es hora de decirle adiós al abuelo. “Se va Abelo!”, exclama con su tierna vocecita, y se coloca las manos en el pecho como gesto para pedir la bendición. “¡Dios me lo bendiga!”, le responde orgulloso el Señor Esteban, y, finalmente, sale de su casa a la hora en la que la mayoría de los hombres regresan a ella.

En un morral, lleva su uniforme; y, en su uniforme, lleva la esperanza. La esperanza de que el sacrificio que hace servirá para que sus nietos puedan graduarse de algo y llevar la vida que él no pudo tener. Quizás no lo aprovechen, lo sabe, pero al menos les dará la oportunidad de hacerlo.

Ya está totalmente oscuro cuando llega a su lugar de trabajo. Un edificio residencial lleno de gente que cree que nadie tiene peores problemas que ellos mismos. Algunos son corteses y lo saludan cuando lo ven en su puesto al entrar o salir por la puerta principal. Otros, en cambio, lo ignoran totalmente como si él no estuviera allí. Él los ignora también en estos casos, aunque siempre tiene a mano su sonrisa para responderle a cualquiera que se dirija hacia su persona. A pesar de que no tiene el más satisfactorio y agradable de los trabajos, el Señor Esteban no es un hombre amargado. Más bien, agradece que al menos tiene un empleo.

Le gusta pensar en que gracias a él, los habitantes de esas residencias pueden dormir tranquilos cada noche, aunque en el fondo sabe que el efecto es meramente psicológico. A la hora de enfrentarse a un criminal, está consciente de que es poco lo que podría hacer sin un arma de fuego, y aún si la tuviera, sabe que tendría las de perder. Por suerte, nunca le había tocado experimentar una situación de peligro mientras ejercía su profesión. Las oraciones de la Doña y las numerosas estampitas de santos que siempre lleva en la cartera lo protegían. En eso, creía él firmemente.

Le preocupaba perderse de todo lo que ocurría en su familia. No tenía tiempo para compartir con ellos, sobretodo con sus nietos, ya que debía dormir la mayor parte del tiempo que ellos pasaban despiertos, y viceversa. No estuvo ahí cuando Edwin, el niño de 2 años, dijo su primera palabra; ni cuando ninguno de los demás aprendió a caminar. Se perdió de todos los momentos importantes en la vida de ellos, pero no se desanimaba. Ese era su sacrificio y lo hacía con orgullo por ellos. Tenía que cubrir las veces de los padres de las criaturas, que: ó los habían abandonado, ó habían fallecido en alguna pelea callejera. ¡Y lo había logrado! A duras penas y sin muchos lujos, sí, pero podía jactarse de que en la mesa de su familia nunca había faltado el pan de cada día ni nada que necesitaran.

En su rutina nocturna, ya era un experto encontrando maneras de entretenerse para matar el tiempo entre el ocaso y el alba. Lee el periódico vespertino, intenta infructuosamente de entender ese juego de números con nombre japonés que ahora sale cada día en la sección de entretenimiento, da un paseo por el estacionamiento del edificio, se come lo que le haya preparado su mujer para esa noche, cuenta las estrellas, calcula con un método nada infalible el número de lotería que saldrá al día siguiente, escucha algo de radio A.M., y, aunque no le gusta admitirlo, de vez en cuando también se queda dormido por ratitos. Al principio, se le hacía larga la espera, pero a medida que se adaptaba a su trabajo, le iba pareciendo que el tiempo pasaba más y más rápido y que la noche duraba menos. Ya le parece que no dura nada: mucho antes de lo que imaginó, los primeros rayos del sol comienzan a iluminar el firmamento y se acerca la hora de volver a casa. La noche ha llegado y se ha ido en un solo instante.

Don Esteban recoge sus cosas, se cambia el uniforme por su ropa de calle, y parte hacia su hogar. Si tiene suerte, puede que ya estén despiertas sus hijas y sus nietos para compartir con ellos al menos un rato. Cuando alguno de los más pequeños le pregunta cuál es su trabajo, él no se avergüenza al decir que es “vigilante”, porque sabe que ese es exactamente su trabajo: vigilar sueños: los sueños de su familia.

Canción para acompañar:

* The Classic Crime - "All The Memories"

Película recomendada de la semana:

* "Thank you for Smoking" (2005) [10/10]. Director: Jason Reitman. Cast: Aaron Eckhart, Robert Duvall, Cameron Bright, William H. Macy, Katie Holmes, Adam Brody. Una palabra: Véanla.

-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.

12 comentarios:

Busaquita dijo...

Cuando uno entra en un blog como este, agradece su propio sentido de la curiosidad. Sigue escribiendo que, en mi humilde opinión, vas por muy buen camino. ah! y me encanta tu selección de películas. Un beso desde este lado del charco.

Psique dijo...

El Sr. Esteban tiene un oficio muy importante, el más importante de todos..! Qué bonito llegar aquí y encontrarse con ese gesto !


Thank You for smoking... tengo unas ganas de verla, pero está dificil porque no es muy promocionada.

Gracias por el halago a la plantilla, aunque yo solo me encargo de los detalles de personalización.

Saludos!

Anónimo dijo...

Cuando llegó a mi casa tarde en la noche o salgo de alguna urbanización donde vive un amigo y veo a esos señores o señoras dormidos en sus sillas juntos a la barra, me da tanto dolor tocarles la corneta para que se despierten de esos cinco minutos de sueño... no les ha pasado?

Anónimo dijo...

Una pregunta rápida, donde han quedado todos los cuentos??

H.G. dijo...

busaquita, muchas gracias por tu visita y por tus palabras. Un honor...

psique, tienes que ver esa pelicula. Muy buena! Y te quedaron muy bien tus "detalles de personalizacion".

caracasrefurbished, gracias por la visita. Me agrada la idea de tu blog.

zara luna, me gustaria darte una respuesta rapida, pero no entiendo a que te refieres con la pregunta. Gracias por la visita.

Anónimo dijo...

No, gracias, ya los he hayado, eran aquellos como el de "Un día como ningún otro" ese en especial me impresionó con su final. =)

Luna Agua dijo...

Ha sido un placer descubrir este rincón. Te sigo leyendo.

Ceci dijo...

Hace tiempo que no escribías, pero has vuelto en gloria y majestad.
No nos dejes tanto tiempo sin posts, por fi.

EduardoEquis dijo...

Me encanto, la simpleza, el mensaje, la historia, el personaje y lo real. Me fascinan este tipo de historias, y no te lo negaré, pasaré de nuevo, me gustó este rincón.

Recuerdo mi niñez, no se porqué.

Un agradable lugar, SALUDOS Y SUERTE! Sigo leyendo!

CURRUSA dijo...

Hola Horacio!

De visita por aquí para desearte un Feliz BlogDay!

Saludos!!! ;-)

Gre dijo...

Me gustó... mucho tiempo sin pasarme por tu blog...

H.G. dijo...

Gracias a todos por sus comentarios...

Currusa: Feliz BlogDay para ti también.

Eduardo, de verdad te agradezco tus palabras. Siempre he pensado que en nuestro día a día, vivimos rodeados de personas dignas de admiración pero que, lamentablemente, rara vez nos damos cuenta de que están allí. Saludos y suerte!