20050305

Ocho Tartaletas de Fresa y una Perenne Sonrisa

En sus bolsillos probablemente no había más que unos cuantos billetes de no muy alta denominación. En sus manos, una cesta llena con pequeñas tartaletas de fresa, mora y piña que su esposa había hecho el día anterior. El sólo hecho de tener que pasar todo el día llevando sol en la poco gratificante tarea de vender dulces caseros ya sería suficiente para pasar todo el día amargado y de mal humor. Por lo menos ese sería mi caso, pero no para él. En su rostro sólo había lugar para una perenne sonrisa...

Con: "¡Buenos días!", "¡Buenas tardes!" ó "¡Buenas Noches!", siempre saludaba educadamente según fuera la ocasión y sin importar lo duro que haya sido ese día. "¿Qué vendedor de dulces han visto ustedes que haiga venido a ofrecerles una ñapa?", solía ser siempre como comenzaba su recurrente discurso ante cada posible comprador. "¡Ninguno! ¿verdad? ¡La ñapa ya no existe! ¡Eso se acabó!", se respondía a si mismo, para luego agregar con orgullo esperando sorprender a todos -como si nadie se lo esperase ya-: "Pues... ¡yo sí les voy a dar la ñapa! ¡Sí señor! Lleve su paquete de siete tartaletas de fresa, mora y piña y además se lleva la octava: ¡de ñapa!". Ya para entonces uno creía haber retrocedido a los años 40 y que en cualquier momento en lugar de cobrar centenas o miles de bolívares, comenzaría a pedir lochas, reales o medios.

"Señor, yo no tengo para comprarle nada en este momento, pero ¿podría regalarme una tartaletica?", le dijo apenada una señora mayor que pasaba cerca. El vendedor con la sonrisa en el rostro la mira y le dice: "¿Qué si le puedo regalar una tartaletica? ". Lo lógico era esperar que, cortésmente, le negase la petición porque después de todo, esos dulces de harina son los que le permiten ganarse la vida y la de su familia, y no es que precisamente le permitían ganarse una muy buena como para estar regalándolas por ahí. Sin embargo, para sorpresa de los presentes, le responde a la señora: "Mi nombre es José Gregorio Hernández, como El Venerable. ¡Claro que sí le puedo regalar una tartaletica!". Desconozco si el tartalatero poseía las virtudes de santo que muchos atribuyen al médico que llevaba su mismo nombre, pero sin duda que el gesto que tuvo con la señora fue sencillamente venerable. ¿Cuántas personas no hay que lo tienen todo y no obstante son incapaces de obsequiar nada? En cambio, este señor que sólo tiene tartaletas para vender es capaz de regalar una de ellas sin esperar nada a cambio, simplemente para seguir lo que dictamina su conciencia y no su bolsillo. Es posible que el José Gregorio Hernández vendedor de dulces caseros carezca de una educación apropiada, y es posible también que él y su familia lleven una vida sin ninguna clase de lujos; pero podría apostar con los ojos cerrados que es más feliz que la gran mayoría de las personas que conozco, yo mismo incluído.

El mismo hecho de carecer de muchas cosas le ha permitido darse cuenta que son los pequeñas cosas en la vida las que constuyen los grandes momentos que vives. Le ha permitido apreciar que la éxpresión de alegría de la señora mayor al recibir la tartaleta gratis, al final terminará siendo más valiosa que todo el dinero que pudo ganar ese día, cuando ya entrada la noche y sobre su cama pueda cerrar los ojos con la satisfacción de saber que hoy pudo hacer feliz a alguien. Nuestra naturaleza de por sí es ser inconformes: mientras más tenemos más queremos, mientrás más ostentosa es nuestra vida, más lujos deseamos tener. Y en medio de tanto lujo y tanto deseo de poseer más: ¿En qué momento nos damos cuenta de todo lo felices que nos puede hacer un gesto como regalar una tartaleta de fresa? No tiene nada de malo aspirar a cosas mejores, todo lo contrario... pero con eso sólo lograremos tener una vida más cómoda, que no necesariamente significa una más feliz. ¿Alguna vez se han detenido a pensar en que es posible ser felices con mucho menos de lo que ya tienen?

La humildad es un raro don que nada tiene que ver con tu cuenta bancaria. Es un don que muchos deberíamos tener pero que muy pocos tienen la fortuna de poseer. No hace falta vivir en la austeridad para percatarte del valor real de cada cosa, para tomar conciencia de que no es necesario ganar lo máximo posible, sino ganar suficiente... todo lo demás forma parte de la ñapa.

El vendedor de tartaletas está cansado, pero sigue su camino en busca de nuevos posibles clientes. A mí no me queda otra que continuar con el mío, ahora endulzado por ocho tartaletas de fresa y una sonrisa, esta vez, la mía propia.


"La vida es una larga lección de humildad". James Matthew Barrie.


Canción recomendada de la semana: 3 Doors Down - Be Like That

Película recomendada de la semana: Amélie.


- ¡Qué disfruten sobrevivir una semana más... y de la ñapa!
- H.G.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente!!!...creo que no hay una mejor forma de ejemplificar la humildad, que la forma en la que "el Sr. del periódico" logró hacerlo. Aunque no pude endulzarme con las ochos tartaletas, me quedó una sonrisa perenne cuando terminé de leer la historia. Sé que no es correcto el hecho de que "cuanto más tenemos, más queremos", pero mientras más leo cada una de estas historia, más quiero nuevas historias como estas.

H.G. dijo...

Thank you very much!