20050924

El Gran Hermano

Chequeó una y otra vez que tuviese a la mano todo el equipo necesario para hacer su trabajo. Fue muy meticuloso al respecto: primero acercó las cremas que utilizaría, luego los cepillos grandes y chicos, posteriormente colocó a su alcance un trozo de tela del color adecuado, y -por último- un pequeño pote de agua mineral que resultó ser un rociador improvisado del siempre útil líquido. La verdad es que yo ya estaba impaciente porque comenzara. Mi pierna izquierda amenazaba con dormirse en cualquier momento por la posición en la que se encontraba. La tenía colocada sobre una caja de madera que servía de apoyo para poner los zapatos.

Justo antes de empezar a realizar su tarea, me miró por un instante a los ojos. Fue entonces cuando pude ver la clase de persona que era. “Los ojos son el espejo del alma”, dicen por ahí y yo creo que es cierto. Siempre he pensado que los ojos dicen mucho de una persona y aunque esto nunca llegará a ser una ciencia exacta, al menos nos permite hacernos una idea relativamente clara de la forma de ser de alguien. En este caso particular, su mirada derrochaba nobleza. Era alegre y melancólica al mismo tiempo, con un brillo se puede decir que opaco. Era la mirada de alguien a quien tú sólo quisieras que le sucedieran cosas buenas, de alguien trabajador y preocupado por su familia. Al menos así me pareció a mí y no me costó mucho comprobarlo.

“¡Tener los zapatos bien limpios representa mucho!”, me dijo mientras le aplicaba la crema de color marrón a mis zapatos castaño rojizo. Yo no sabía qué me impresionaba más: si el empeño que le ponía a una tarea tan poco atractiva como pulir un calzado, o el hecho de que todo el que pasara frente a su improvisado taller de zapatería lo saludara. “¡Hermano!”, le gritaba cuanto hombre, mujer o niño caminaba por esa esquina de Caracas, y él les respondía llamándolos de la misma forma sin interrumpir en ningún momento su labor. No lo llamaban así por ser todos miembros de alguna secta religiosa, sino porque esa era la expresión que utilizaba él para referirse a todo el mundo. “¡Hermano, mira lo que le compré a mi hija!”, le interrumpió un señor que cargaba un cachorro de cocker entre sus brazos. “¡Qué bueno!”, le contestó El Hermano, “¡ella siempre que pasaba por aquí me decía que quería un perro!”; y el orgulloso padre, acto seguido, procedió a relatar cómo fue la aventura de la adquisición de la mascota para su pequeña. A pesar de estar atento a la historia, el trabajador hombre nunca dejó de pasarle con esmero uno de los cepillos a mis zapatos.

Desde un buen tiempo atrás me había fijado yo en su puesto callejero de reparación y limpieza de calzado. Quedaba a mitad de camino entre mi trabajo y el sitio donde regularmente almuerzo. Sin embargo, por diversas razones nunca había podido lograr que me atendiera. Bien sea porque yo andaba acompañado y no quería hacerlos esperar a ellos, ó porque habían otros clientes por delante de mí. Por supuesto que yo podía limpiar mis zapatos por mi cuenta -esta es una de las pocas actividades manuales que realmente hago bien-, pero tenía que comprar primero todo el equipo necesario para hacerlo y también me daba pereza. De cualquier modo, lo más importante era obtener un buen resultado, y esto fue precisamente lo que obtuve con El Hermano.

¿Cómo no iba a quedar conforme con el trabajo de alguien que se esforzaba tanto? Hay que tomar en cuenta que las condiciones en las que él laboraba distaban mucho de ser las ideales. Para empezar, su puesto de trabajo quedaba en la calle y estaba sujeto a las inclemencias del clima. Ese día, por ejemplo, el sol estaba insufrible, y la silla del cliente era la única que cabía en el único espacio con sombra que había en esa acera. Cualquier otra persona realizaría la labor que El Hermano desempeñaba de mala gana, sobretodo por lo mal remunerado que es el oficio de limpiar zapatos, pero él no. Él mantenía su buen humor y le ponía una gran dedicación a lo que hacía, como si fuera un artista a punto de terminar su obra maestra. Si todo el mundo se empeñara en hacer sus respectivos trabajos lo mejor posible como él hombre que se encontraba ante mí, sin duda el mundo no tendría tantos problemas. ¿Cuántos gerentes y ejecutivos no hay que pasan todo el día en la comodidad de su oficina con aire acondicionado y sin embargo no hacen más que gritar todo el tiempo y tener mal ánimo? Está claro que uno no sabe lo que tiene hasta que deja de tenerlo…

“¡Tome, mijo!”, le ordenó una señora anciana mientras le ofrecía un vaso de agua, “¡con ese sol que hace se debe estar muriendo de sed!”. El hombre se lo bebe de un trago no sin antes darle las gracias. Seguramente, sus cualidades humanas le habían hecho merecedor de que la gente estuviese pendiente de él y lo trataran tan bien. El Hermano ya estaba a punto de terminar su labor en mis dos zapatos. Cuando lo hizo, me miró con la satisfacción de saber que realizó un buen trabajo. Quedaron impecables, de verdad que sí. Procedí entonces a pagarle lo que me pareció una suma irrisoria al hombre que debía estar arribando a su sexta década de vida, a darle las gracias y a desearle una buena tarde. “¡Igualmente!”, me respondió el buen hombre para luego agregar: “¡Ya sabe que aquí estamos a la orden!”. Yo sonreí y emprendí entonces mi camino de regreso a mi lugar de trabajo.

De ahora en adelante, dudo mucho que mis zapatos vuelvan a pasar mucho tiempo sin estar impecables.


Canción para acompañar:

* Goo Goo Dolls - "Better Days" (Excelente la nueva canción de los Goo Goo's).


Película recomendada de la semana:

* "The Hurricane" (1999) [8/10]. Director: Norman Jewison. Cast: Denzel Washington.


-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.

15 comentarios:

Artehaga dijo...

Hay cosas que me gustan mucho cuando leo, y que se facilitan cuando lo que leo está bien escrito. Esto es, ver las imágenes de los lugares en donde pasan las cosas que leo, imaginar las caras de los personajes, y crear mi propia versión visual de lo que otros ojos en realidad han visto, o han imaginado de manera tan diferente. Te juro, que pude ver la cara del lustrador de zapatos, su cansancio y calor al tomarse el agua, la señora que le llevó el agua, el señor con el perrito en sus brazos, tus zapatos, el gerente en su oficina en un piso alto con excelente vista y aire acondicionado, e incluso a ti y a tu caliente Caracas. Tanto así, que siento como si lo hubiera presenciado.

Anónimo dijo...

Wow, lo que es impecable es tu habilidad para contar historias y mantener nuestro interés para llegar hasta el final. Imagínate, algo tan poco interesante como ir a que te lustren los zapatos, tú lo lograste convertir en un relato magnífico. No sé como lo haces en verdad, son contadas las personas que pueden hacerlo. También me pasó exactamente lo mismo que a Diana.
Te felicito!

poemasperdidos dijo...

Ojalá ese Gran Hermano me vigilara también!
Seguro que yo lo saludaría con la cálida palabra Hermano, aunque tendría que buscarme algún pretexto porque de ordinario calzo sandalias.

Muaksss...
Gab

Isthar dijo...

Hay personas que no es que hagan bien su trabajo, es que ponen el corazón y la sonrisa en todo cuanto ralizan, y esa virtud, por desgracia escasea.

Es admirable que la gente buena acabe recogiendo lo que siembra, cariño, amabilidad, respeto. No siempre sucede así, lamentablemente, aunque debería serlo.

Que tus zapatos se mantengan impecables y tu corazón lleno :)

Mariu dijo...

A veces pareciera que necesitáramos ver por lo que pasan otros, para darnos cuenta de que la nobleza no viene de los lujos o de las buenas condiciones, las sonrisas y las buenas palabras no cuestan nada, y mucho menos regalárselas a los demás. Ojala todos nos levantáramos todos los días con los mismos ánimos que "El Gran Hermano".

El resto, sobra decírtelo, ya tú lo sabes, ojala algún día lo entiendas y lo aceptes.


Saludos!!!!

H.G. dijo...

Diana: Qué bueno que te hayas podido imaginar todo! Estoy muy agradecido por tus palabras.

Virginia: No sé qué decirte salvo... ¡gracias!

Gab: El Hermano te puede reparar las sandalias. Allí tienes el pretexto ;)

Isthar: Lamentablemente no siempre es así, pero cada quien puede poner su granito de arena y tratar muy bien a la gente buena. Gracias por tus deseos.

mariú: Es triste pero cierto. Pareciera que necesitásemos ver que otros están en peores condiciones que nosotros para valorar lo que tenemos. ¿Qué es el resto?

Adriana: Así es. Das en el clavo.

Muchas gracias por sus comentarios!

saludos

Alea jacta est dijo...

Hay mucha gente que lo da todo en realizar su trabajo, ponen el alma en ello y el resultado se nota pues cuando hacemos algo con cariño y vemos que el resultado es positivo nos llena de gozo y satisfacción.

Anónimo dijo...

HG me has hecho recordar una calle de Lisboa, repleta de "limpias" como se dice coloquialmente por aquí.

Porque por donde yo vivo han desaparecido. Y espero que lo hayan hecho porque puedan tener un mejor medio de vida.

Y también me has hecho recordar una frase que me decían cuando yo era pequeño "Mira que se fijarán en que tu pelo no parezca desaliñado y en que tus zapatos estén limpios. Eso es lo más importante".

¡Qué tiempos!.

Un abrazo...

punkserastu dijo...

Bien... como siempre... ufff....

H.G. dijo...

josy: Tú lo has dicho!

nostak: Pues por acá no son tan comunes tampoco. Cada vez hay menos "limpias". Será cierto eso que dicen de que: "todo tiempo pasado fue mejor!"? Un abrazo.

david: gracias!

jeanne happy frog: No es imaginario. Sí existe el Hermano. Lo único que inventé en el relato fue lo del vaso de agua, ya que la señora lo que le dió fue una bolsa con algo que le había encargado. Sin embargo, estoy seguro que alguien en algún momento tuvo que haberle obsequiado un vaso de agua en un caluroso día. Gracias por tus palabras!

Ceci dijo...

Exacto, más que los ojos es la mirada, lo que refleja la intencionalidad que hay o no hay detrás. Ahora, respecto de los zapatos… Bien si están limpios, pero es lo que menos me importa. Una vez más: el camino recorrido por esa persona es lo que vale, no?

Cariños

punkserastu dijo...

Publi Tips: ahora la marca Cherry está distribuyendo en centros comerciales una suerte de, no sé bien como se llaman, parecen estantes donde se instalan personas que se dedican a este trabajo, con la condición de que se utilice la marca patrocinante... Tiempo de franquicias y cosas así...

cinodo dijo...

Eso de Hermano no se usa mucho acá en Chile... aunque siempre me ha llamado la atención
su uso frecuente en otros países... más que estar en sintonía con tu historia reconozco que hay algo del como escribes que me cautiva sobremanera...será lo que burdamente se ha llamado correspondencia cósmica...o lo que yo llamo complicidades remotas.

Elisa de Cremona dijo...

un saludito.. de sobreviviente..

H.G. dijo...

Ceci: Exacto, es la mirada. Espero que igual se me haya entendido la idea. Sí, lo que vale es el camino recorrido por una persona, pero si puedes tener los zapatos limpios, pues mucho mejor. Gracias por los cariños.

david: Muchas gracias por la información. El Gran Hermano pronto será todo un microempresario!

Hitomi_bell: Merci beaucoup!

cinodo: Me gusta el nombre que le das. "Complicidades remotas" suena bien... Gracias.

elisa: Saludos de otro sobreviviente.

Un abrazo a todos!