20050730

El Tesoro que no quería ser Encontrado

Dicen que se puede saber mucho de una persona por lo que lleva en sus bolsillos, pero lo único que podría decirse al respecto sobre Jack Strauss es que, sencillamente, le encanta guardar todo lo que encuentra. “¡Nunca sabes cuándo puedes necesitar cualquier cosa!”, es lo que siempre dice como excusa cada vez que recoge un objeto nuevo; pero... ¿qué utilidad se le puede dar a los objetos que ahora mismo se encuentran en sus pantalones? Estos son: la mitad de un viejo sándwich de mantequilla de maní, tres clips, una bolsita de metras o canicas, un carrito de juguete sin ruedas, las ruedas de este carro de juguete, un imán, un trozo de tela, el recorte de un artículo de periódico sobre el lanzamiento de un cohete espacial, unos caracoles y dinero de mentira. Sólo hay una cosa que a la gente le extraña más que el hecho de que el joven aventurero guarde todos estos artículos, y esta es: ¿cómo le caben tantas cosas en sus pequeños bolsillos?

Algunos piensan que los pantalones de Jack son mágicos. Otros -menos imaginativos-, sostienen que el curioso chico simplemente posee un extraordinario método de recolección de cachivaches. Sin embargo, cómo guardar algo en sus saquillos no era lo que más preocupaba a Jack en este preciso momento, sino -más bien- cómo sacar cualquier cosa de allí. La mantequilla de maní, por ejemplo, podía serle de gran ayuda ahora mismo. “¡Si tan sólo pudiera encontrar la forma de llevar el sándwich hasta mis manos!”, es lo que le venía a la mente cada vez que observaba a sus extremidades superiores encadenadas a la pared. Él sabía que con la jalea de maní le sería más fácil deslizar sus manos a través de las cadenas para así liberarse, pero no tenía forma ni manera de sacar al emparedado de sus bolsillos bajo las condiciones en las que se encontraba; por lo que, cansado ya de insistir, prefirió dedicarse entonces a reproducir en su mente cómo fue que empezó todo.

Esa mañana, Jack había estado jugando como de costumbre con su prima Amy a orillas del mar. El día prometía ser igual de aburrido que el anterior, de no ser porque el curioso niño divisó algo flotando en el mar que llamó su atención: una botella. Dentro de la botella, había una hoja enrollada que Jack extendió hasta darse cuenta de que –como era de esperarse- se trataba de un mapa. "¡Debe ser el mapa de un tesoro!", naturalmente dijo él. Amy, quien era un poco más sensata, le advirtió: "No debe ser nada. Seguramente, algún sin oficio dibujó un mapa y lo metió en una botella para fastidiar a gente curiosa como tú”. “¡No importa!”, insistió él, “¡Vamos a averiguarlo!”.

El incansable investigador reconoció un dibujo peculiar en el mapa: el perfil de un ángel, y recordó a una roca situada en un acantilado y que vista desde cierto ángulo siempre le pareció que tenía forma de querubín. “Sé dónde es esto, ¡ven conmigo!”, se apresuró a decir exaltado, pero su prima no tenía los mismos ánimos que él. “¡Olvídalo!”, le recomendó Amy, “¡Vamos a almorzar que nos esperan en casa!”. Sin embargo, Jack ya tenía un plan para después de almuerzo.

Dispuesto a continuar solitariamente su expedición, cogió su bicicleta y se encaminó rumbo al acantilado con la roca en forma de ángel. Llevaba puesta una camisa azul desabotonada sobre una franela blanca, sus pantalones verde militar con bolsillos por doquier y sus botas favoritas. Podría decirse que ese era su uniforme de aventurero. No tardó mucho en llegar al acantilado –no quedaba lejos de casa-, y sin perder tiempo se colocó frente a la roca en cuestión y abrió el mapa. Siguió todas las instrucciones que allí aparecían con referencia al serafín rocoso (con ayuda de la brújula de su reloj), y al cabo de un rato se encontró frente a la entrada de una cueva.

“¿Dónde está escondido el tesoro secreto de los templos sagrados?”, le preguntó bruscamente un pirata a Jack interrumpiendo su sesión de recuerdos. “¡No te lo diré!”, le respondió en seguida el pequeño valiente. “¡Me lo diréis o no diréis nada más en vuestra vida!”, le amenazó el corsario. “Señor, ¡es sólo un niño!”, le susurró otro pirata al altanero que hacía las preguntas. “¿Qué creéis que van a decir de mí en el club de piratas si se enteran de que dejé que alguien se saliera con la suya simplemente porque era un niño? ¿Qué van a pensar de mí? Tengo una reputación que mantener, así que: ¡ ó habla o haré que lo disequen!”, argumentó categóricamente el corsario de la reputación que mantener, y luego ordenó que le quitaran a Jack todo lo que traía consigo en los bolsillos. “¿Para qué es toda esta basura?”, le continuó interrogando el líder de sus captores, “¿son acaso pistas para encontrar al tesoro?”. Jack no respondió. El pirata, armándose de paciencia, le preguntó al niño: “Hijo, ¿Cómo os llamáis?”, y el joven aventurero recordó entonces que ya en el mismo día le habían hecho esa misma pregunta con otras palabras.

Cuando entró en la cueva, lo hizo sin pensarlo mucho. Jack conocía poco de miedo y ese tal vez era su gran problema. Todo estaba oscuro allí adentro y de vez en cuando se escuchaba a los murciélagos revolotear entre estalagmitas y estalactitas, pero a él no le molestaba. Lo que sí le molestó fue escuchar también a otras voces a medida que iba avanzando, pero se tranquilizó cuando llegó al final de la cueva y vio que las voces eran de un niño y una niña que hablaban un idioma desconocido para él. No le parecieron peligrosos a Jack, por lo que no se preocupó en esconderse de ellos. “Hola, ¿cómo te llamas?”, le preguntó la niña apenas al verlo y en el idioma que el joven Strauss sí comprendía. “¡Jack!”, respondió sin titubear: su nombre de aventuras. “¡Me da gusto conocerte, Jack! Mi nombre es Sally y el de él es Paul. Estamos buscando algo muy valioso para nuestro pueblo”, le comentó amablemente la pequeña. Acto seguido, ella le explicó todo lo que sabía sobre el tesoro secreto de los templos sagrados, y Jack le explicó las razones por las cuales él se encontraba allí. El buscado tesoro fue escondido por los ancestros de Paul y Sally hace muchos años y nadie sabe qué hay dentro de ese cofre, pero se dice que el tesoro le da poderes extraordinarios a quien lo encuentra, por lo que no debe caer en malas manos.

Paul y Sally tenían un mapa muy parecido al de Jack, pero tenía algunas diferencias no fácilmente perceptibles. Mientras analizaba ambos mapas, el perspicaz niño notó que puestos uno al lado del otro, los dos trozos de papel en conjunto formaban la silueta de un ángel, por lo que llegó a la conclusión de que las pistas sobre el tesoro las encontraría en la roca que estaba afuera, y que la cueva sólo había sido una distracción para desviar la atención. De nuevo frente a la famosa roca, ninguno de los tres encontró nada en ella que los pudiese guiar hasta el tesoro. Decepcionado por no tener idea de qué hacer ahora, Jack se recostó en la piedra para mirar hacia el mar y se dio cuenta de algo: a lo lejos había una isleta con un árbol de forma exactamente igual a la de la roca donde estaba apoyado. El mapa se refería a esa isla.

“¡Jack!”, respondió el valiente explorador sin titubeos, ya estaba acostumbrado a su nombre de aventuras. “¿Jack qué? Todo aventurero que se respete debe tener también un apellido, como Robin Hood, Robinson Crusoe o yo, ¡el Capitán John Cejanegra!”, le insistió el pirata. Jack nunca se había detenido a pensar en un buen apellido de aventuras, así que tuvo que improvisar. Viendo sus objetos personales sobre la mesa, vio que en el reverso del artículo sobre el lanzamiento de un cohete al espacio, estaba una biografía de Johann Strauss, y le pareció bien tomar prestado su apellido. “Strauss, Jack Strauss”, le dijo a Cejanegra, y este se conformó con esa respuesta. Tuvo suerte de que ninguno de los piratas salvo el capitán supiera leer, y este era demasiado perezoso como para tomarse el trabajo de leer el artículo sobre la mesa. “Bien, Jack”, le dijo el líder de los corsarios antes de retirarse, “os voy a dar la oportunidad de salvar vuestra vida ganándome en un duelo de espadas en la cubierta”. Luego agregó entre risas: “Eso es para que no digáis que no os tuve ninguna clase de compasión”.

La única forma que tenían para llegar a la isleta era nadando, mas esta estaba demasiado lejos para Jack. “¿Cómo vamos a hacer para resistir nadando hasta allá?”, les preguntó el joven Strauss a sus nuevos amigos ya cuando estaba en el agua con todo y ropa. “Jack, ¡mira nuestros pies!”, le sugirió Paul, y cuando Jack intentó verle los pies se sorprendió al ver que no estaban, en su lugar había una cola de pez. Paul y Sally eran ahora mitad hombres mitad peces. “¡Vaya, pensaba que no existían las sirenas!”, acotó el asombrado niño, y luego agregó: “Ustedes pueden nadar con facilidad, ¿cómo voy a hacer yo?”. “Ya pensamos en eso, Jack, Saldur te va a ayudar”, le dijo Sally mientras le señalaba a un simpático delfín que venía en camino, “¡sujétate de su aleta y él te llevará hasta la isla sin problemas!”.

Fue divertido el trayecto con Saldur, pero al llegar a la isleta se tuvo que separar de él mientras exploraba fuera del agua. Rápidamente llegó Jack hasta el árbol con la forma angelical y se dispuso a observar. De nuevo se había quedado sin pistas. "¡Este tesoro no quiere ser encontrado!", se quejó él, pero viendo hacia la costa en tierra firme, se fijó en que había otra cueva a la que se llegaba desde el mar y cuya entrada -adivinen qué- también formaba la silueta de un ángel. Emocionado, comenzó a correr hacia donde lo estaban esperando Paul, Saldur y Sally para contarles; mas fue capturado por piratas antes de que pudiera avisarles, y así fue que empezó todo este lío.

Ahora la única forma de escapar para Jack Strauss era venciendo en duelo al Capitán Cejanegra, quien era mucho mayor que él. A Jack le asignaron una espada más pesada que él mismo, por lo que ni siquiera podía sostenerla como debía. Si luchaba, Jack sabía que estaba perdido, pero mirando hacia el mar encontró la solución a su problema. Introdujo una de sus manos en sus bolsillos, tomó la bolsita con las metras (canicas) y las arrojó al suelo provocando que muchos de los piratas se cayeran. “¡Atrapádlo!, no dejéis que se os escape”, se apresuró en decir el Capitán, “¡Ya bastante irrespeto sufro por ser lampiño y sin barba y verme obligado a llamarme Cejanegra, como para permitir que os burléis de mí también por no poder controlar a un niño!”. Pero no había terminado de decir esto cuando ya Jack había saltado hacia el mar. Abajo lo estaban esperando Saldur, Paul y Sally, para ayudarlo en su escape.

Con Saldur nadando a toda velocidad, lograron perderse de los piratas y llegar hasta la cueva que Jack había visto desde la isla. Luego de mucho caminar dentro de la cavidad, lograron divisar un cofre que seguramente era el que estaban buscando. ¡Por fin iban a poder ver qué era lo que contenía el fulano tesoro! Lentamente, se acercó Jack Strauss hasta el baúl y poco a poco comenzó a abrirlo. De pronto, un ruido ensordecedor los atormentó a todos., haciendo que el niño se tapase sus oídos y cerrase sus ojos. Cuando los abrió de nuevo, lo primero que Jack vio fue a su madre apagando el despertador junto a su cama y diciéndole:

“Juan, ¡despierta! ¡Vas a llegar tarde al colegio!”.



** Para los niños aventureros que todos llevamos por dentro.


Cancion para acompañar:

* Ludo - "Hum Along"

Película recomendada de la semana:

* "The Goonies" (1985) [8/10]. Cast: Sean Astin (Sam en Lord of the Rings).

-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.

20050724

El Sonido del Silencio

Lo que está a continuación lo escribí hacemucho tiempo y la verdad es que, de mis escritos,es de los que menos me gusta,pero lo coloco aquí en esta oportunidad -sin editar- para, no sé, ver si he avanzado algo. Espero que no les parezca tan desastroso.

"¿Puedes imaginar por un momento lo que se siente querer decir algo y no poder hacerlo?. Seguramente puedes imaginarlo, todos en algún momento hemos experimentado esa sensación de impotencia que sentimos cuando queremos hacer algo pero por alguna razón no podemos. Ahora trata de imaginar el tener que experimentar dicha sensación durante cada minuto de tu vida, probablemente te resultará difícil imaginarlo, porque es difícil pensar que alguien sea capaz de soportarlo.


Claudia no podía hablar, un defecto de nacimiento se lo impedía. Sin embargo, lo que más le molestaba a Claudia no era el hecho de no poder hablar, sino querer hacerlo. No le gustaba la impotencia que sentía cada vez que quería decir algo y se encontraba con que era incapaz de hacerlo, lo que le sucedía prácticamente cada minuto de su vida. Por supuesto que podía comunicarse a través de señas o del lenguaje escrito, pero no siempre podía contar con lápiz y papel para expresarse, y mucho menos contar con un interlocutor que le entendiera por medio de señas. Además, a ella le frustraba tener que emplear dichos métodos para expresarse, porque no podía escribir o comunicarse con señas con la misma velocidad con la que pensaba, problema que no existiría si pudiera hablar, y le frustraba aun más utilizar señas para expresarse porque le molestaba de sobremanera que las personas asumieran entonces que además de muda era sorda y que le contestaran con señas en lugar de palabras.

No ha de extrañar mucho entonces que a Claudia le gustase pasar tanto tiempo sola en el ático de su casa contemplando el bosque desde la ventana, ya que sin nadie con quien hablar evitaba sentirse frustrada tan a menudo. Sin embargo, esto es algo que sólo te resulta comprensible si te pones en el lugar de Claudia, pero ponerse en su lugar no era una práctica frecuente en su familia. Por lo tanto, a ellos sí les resultaba extraño que la pequeña pasase tanto tiempo sola frente a la ventana del ático, pero fueron lo suficientemente sensatos como para no impedírselo. Sólo su padre comprendía las razones que la impulsaban a querer estar sola, pero no entendía por qué le gustaba pasar tanto tiempo en el ático cuando podía aislarse en su propia habitación si así lo deseaba. En su deseo de averiguar qué había en el ático que atraía tanto la atención de Claudia, su padre subía cada noche y se paraba junto a ella en la ventana, la abrazaba con una mano y le preguntaba qué era lo que tanto hacía en ese lugar, y cada noche recibía la misma respuesta, la cual consistía en absolutamente nada, simplemente ella no le respondía. Entonces su padre le daba un beso en la frente y la dejaba nuevamente sola.

Los años pasaron y religiosamente dicho ritual se repetía casi todas las noches, hasta que el padre de Claudia, víctima de una grave enfermedad, en su lecho de muerte le repitiera a su hija la misma pregunta que nunca le había querido contestar. La respuesta esta vez no fue distinta, pero su padre en lugar de besarla en la frente le dijo: “Escucho y escucho, pero no oigo nada”. A lo que ella le contestó por medio de señas: “Por eso es que nunca escuchaste mi respuesta. La gente está por lo general tan ocupada en sus cosas que no se dedica a escuchar realmente. Sólo escuchan lo que quieren oír o lo que no necesita mucho esfuerzo para escucharse. Yo me dedicaba a escuchar lo que no quería ser escuchado. Si prestas atención, puedes escuchar los infinitos susurros del bosque o más allá de él arrastrados por el viento, una sinfonía compuesta por los delicados sonidos de cada ente de la naturaleza, o palabras emitidas más allá de donde nuestros ojos pueden ver. Cada objeto tiene una historia que contar pero no tiene quien la escuche. Es como una música eterna que se pierde en la nada si nadie se detiene a escucharla. Cada día yo escuchaba lo que estaba callado como yo.”

Su padre entonces la besó en la frente, cerró los ojos y escuchó como su hija con mucho esfuerzo le susurraba al oído: “escucho”, y pudo recordar que su hija cada noche le había susurrado esa misma palabra, pero aunque siempre la oyó, nunca la había escuchado realmente. Estaba feliz porque por fin había logrado comprender totalmente a su hija, y aunque era el último día de su vida, sabía que por toda la eternidad podría escuchar ahora el sonido del silencio."

20050722

Lugares Comunes...

Cuando quieres a alguien, es difícil expresarlo sin caer en cursilerías. Más difícil aún es ser cursi sin caer en lo ridículo, a lo cual yo le tengo cierto temor. Sin embargo, al igual que cuando te sucede algo malo y la mejor manera que encuentras de desahogarte es gritando una mala palabra, de vez en cuando la única manera de expresar lo que sientes es siendo algo cursi, así esto implique el enorme trabajo de poner en evidencia que eres vulnerable y que no estás hecho de acero.

Por lo tanto, puedo usar esto como pretexto para desahogarme sin temor en rayar en lo cursi. Podría empezar entonces diciéndole que no puedo vivir sin ella, de no ser por el hecho de que le estaría mintiendo: la verdad es que sobreviviría. Pero... ¿qué clase de vida sería? Seguramente, no la clase de vida que yo querría sobrevivir. Más que no poder vivir sin su presencia, el asunto es que no quiero vivir con su ausencia, aunque aclaro que muchas veces no hace falta estar presente físicamente para evitar estar ausente.

No voy a decirle que pienso en ella siempre, pero sí que lo hago frecuentemente, incluso cuando no debo pensar. Tampoco le diré que sus ojos son como luceros, por más que me cueste dejar de mirarlos... o que me falta el aire si no está, porque lo único que falta son las ganas de respirar, no el aire. Definitivamente, no le diré que me muero por su sonrisa, pero sí por hacerla reír, porque eso significa que es feliz. Después de todo, esto es lo que importa.

Dejando a un lado los lugares comunes, mejor le digo lo que sinceramente me ocurre. Me ocurre que con ella, uno más uno deja de ser dos para pasar a serlo todo, de la misma manera que dos menos uno es sencillamente igual a nada. Me ocurre que hay un antes y un después de haberla conocido, porque saber que existe, saber que es real, ya es motivo suficiente para tener esperanza y para tener ilusiones. Me ocurre que con ella todo tiene sentido y al mismo tiempo nada lo tiene. Me ocurre que estoy adicto a ella y que prefiero morir de mi adicción que encontrarle cura. Me ocurre que no quiero despertar nunca de este sueño.

Lamentablemente, a veces es inevitable despertarse...

Cancion para acompañar:

* The Exies - "Tired of You"

Película recomendada de la semana:

* "Before Sunset" (2004)[10/10]. Director: Richard Linklater. Cast: Ethan Hawke, Julie Delpy. No he visto Before Sunrise.

-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.

20050717

El Mundo Según John Irving


Si por mí fuese, no habría día en el que yo no me levantase tarde. No tanto por perezoso, sino porque es en la mañana cuando más sueño yo tengo. Esto tiene una razón de ser: me cuesta despertarme temprano porque también me cuesta muchísimo dormirme. No importa a que hora me acueste, siempre paso dos o tres horas dando vueltas en la cama antes de lograr entrar en los dominios de Morfeo (excepto, claro está, cuando estoy realmente cansado), y les puedo dar mi palabra de que esto no es nada divertido.

Lo que causa que me cueste tanto dormirme es, en mi opinión, que se me hace muy difícil no pensar en nada. Todo el tiempo tengo varias ideas rondando en mi cabeza simultáneamente. De hecho, algo que siempre detestaba que me pidieran era poner mi mente en blanco porque se dice muy fácil, pero… ¿cómo se hace?, ¿cuál botón debo presionar para que automáticamente palidezca mi mente? Lo que hacía en estos casos era imaginarme a una gran pared blanca que cubriera todo lo posible en mi imaginación. El problema estaba en que debía concentrarme tanto en ese muro para no distraerme pensando en otra cosa, que muchas veces dejaba de prestarle atención a la persona que en primer lugar me había pedido poner mi mente en blanco.

Como me aburría tanto dar vueltas en mi cama sin hacer nada, me creé el hábito de leer por las noches hasta que los ojos prácticamente se me cerraran solos. Igual siempre parte del sueño se desvanecía cuando echaba el libro a un lado y me disponía a dormir de verdad, pero de que me resultaba mucho más fácil dormirme de esta forma no había ninguna duda. Así que desde muy pequeño fui leyendo libros de Kipling, Andersen, y de cuanto autor de cuentos infantiles –y no tan infantiles- pasara por mis manos (hubiese matado por un libro tipo Harry Potter en esta época). Sin embargo, llegaban momentos en los que ya no tenía nada que leer y le pedía a mi mamá que me encontrase algo más. Yo debí atormentarla bastante porque uno de los libros que me dio para leer en una ocasión fue el primer tomo de una enciclopedia llamada: “El Mundo Pintoresco”, en la que cada tomo abarca un continente entero. Leí todo el perteneciente a África y parte del de Europa, por lo que antes de cumplir los 9 años yo estaba lleno de datos inútiles como, por ejemplo, que la distancia más corta entre España y Marruecos es de apenas 15 kilómetros a pesar de estar en dos continentes diferentes y separados por agua, o también que Erik El Rojo descubrió Groenlandia. Hubiese leído los cinco tomos de no ser por el hecho de que me obstiné de hacerlo. A partir de ese momento, decidí buscar yo mismo lo que iba a leer en lugar dejarle esa tarea a mi madre. De todos modos, luego vino la era del Nintendo, las PCs, y –mucho después- de Internet; por lo que dejé de leer tanto como antes. De hecho, durante algún tiempo no leí ningún libro por iniciativa propia sino únicamente los que me obligaron a leer en el colegio.

Sin embargo, poco antes de que empezara mi era universitaria, encontré en mi casa una colección de libros que habían dado lugar a películas que llamó mi atención. Recuerdo haber leído primero el de Thomas Harris del “Silencio de los Corderos”; luego uno de John Le Carré llamado “La Casa Rusia”, cuya película protagonizaron Sean Connery y Michelle Pfeiffer (la verdad es que no recuerdo si me aburrió más la película ó el libro); “Alguien voló sobre el nido del cuco” de Ken Kesey; y no recuerdo cuántos más hasta que llegué a un libro sobre el que supuestamente se había hecho una adaptación cinematográfica con Robin Williams y Glenn Close (que aún no he podido ver), pero con un título que llamó mi atención: “El mundo según Garp”, de John Irving. Hoy en día es mi libro favorito.

Lo mejor de John Irving es su estilo narrativo. Distinto al de cualquier otro. Podría pasar horas describiéndolo, pero no sería la misma cosa. Tienen que leerlo para saber a qué me refiero. Para resumir, sólo voy a decir que es muy sarcástico, ameno y original. Es un narrador por excelencia, incluso un emocionante partido de ajedrez entre dos personas ciegas te podría parecer interesante si fuese narrado por él. Cuando uno termina de leer uno de sus libros, se queda con ganas de leer más.

Para las personas conservadoras, Irving puede no gustarles mucho por lo poco tradicionalista que es y, especialmente, porque la vida sexual de sus personajes siempre tiene un papel importante en la trama de sus novelas. Además, la polémica constantemente está presente en sus obras. En Garp, por ejemplo, uno de los caracteres secundarios es un transexual; en “Hotel New Hampshire”, el protagonista se enamora de su hermana, quien a su vez es víctima de una violación; y en “Princes of Maine, Kings of New England” (no he leído el libro pero si vi la película), uno de los protagonistas es un doctor que practica abortos. Si estos temas no son de tu agrado, entonces lee “A Prayer for Owen Meany”, una excelente novela sobre un niño con problemas de crecimiento pero muy maduro e inteligente, que vive seguro de que Dios lo tiene destinado a ser un héroe. Owen Meany es uno de los personajes más interesantes, completos y complejos que he tenido la oportunidad de leer.

A pesar de no ser tan famoso como Stephen King, Irving es bastante conocido en Estados Unidos, Canadá, Alemania, Austria y Holanda. Muchas de sus novelas han sido llevadas al cine, estas son: “El mundo según Garp” (no he tenido la oportunidad de verla); “The Hotel New Hampshire” (Jodie Foster, Rob Lowe tampoco la he visto); Simon Birch (Ashley Judd, Oliver Platt, Jim Carrey), que está inspirada –no basada- en “A Prayer for Owen Meany”; The Cider House Rules (Sir Michael Caine, Tobey McGuire, Charlize Theron), basada en “Princes of Maine, Kings of New England” y por la que el mismo John Irving ganó un Oscar a mejor guión adaptado; “The Door in the Floor” (Kim Bassinger, Jeff Bridges), que trata sobre la primera mitad de “A Widow for a Year” (la película se llamó “La puerta en el suelo” porque uno de los personajes escribe cuentos infantiles –excelentes, por cierto- y uno de ellos se llama así), y dentro de poco saldrá una película basada en The Fourth Hand, su último libro pero también el que menos me gusta.


Dicen que si quieres escribir, debes buscar un libro o un escritor que sea algo especial para ti y dejarte influenciar lo más que puedas por él. Para mí, ese escritor es John Irving. Gracias a él descubrí cuánto me gusta hacerlo. Si tienen la oportunidad de leer un libro de él, háganlo, no se arrepentirán de conocer cómo es el mundo según John Irving.


Canción para acompañar:

* Counting Crows - "Mr Jones".

* Our Lady Peace - "Where Are You?" (Nuevo single del disco "Healthy in Paranoid Times" que sale el 30 de agosto).

Libros recomendad0s de la semana:

* El mundo según Garp (The world according to Garp).
* A Prayer for Owen Meany (Hasta donde sé, no ha sido editado en español).
* Una Mujer Difícil (el nombre con el que tradujeron a "A Widow for a Year").

Película NO recomendada de la semana:

* "A Love Song for Bobby Long" [1/10] con John Travolta y Scarlett Johansson. No pierdan su tiempo viendo a este somnífero visual.
* "The War of the Worlds" [7/10]. En general, la película no puede decirse que es mala, pero el final es decepcionante (y no me refiero a lo que ocasionó el fin de la guerra).

-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.

20050709

19:36

Un niño que lloraba en los brazos de su madre atrajo por un momento su atención, que luego depositaría nuevamente en la oscuridad que dominaba el otro lado de la ventana del vagón. Ya había desistido de la idea de apartar de su frente los rebeldes mechones de cabello que se resistían a mantenerse retenidos por su oreja derecha y que eran impulsados, una y otra vez, por el aire proveniente del abanico improvisado de papel que atenuaba -aunque levemente- el calor que sentía. El aire acondicionado, como era costumbre en las horas pico, no estaba en funcionamiento.

Un soplo de resignación salió de sus labios cuando, para variar, el metro se detuvo de pronto en medio del último trayecto que faltaba para llegar a la estación adonde ella se dirigía. Ya en la mañana había pasado algo igual cuando ella iba retrasada para su trabajo por querer dormir “cinco minutos más”. Ese fue sólo el principio de lo que iba a ser un pésimo día para ella: el perro de su vecina intentó orinarle los pies cuando se disponía a salir de su apartamento, se perdió de una reunión importante en su trabajo por llegar tarde, se pisó un dedo cuando intentaba cerrar una gaveta de su escritorio y, para colmo, no fue sino cuando sus compañeros comenzaron a burlarse de ella que se percató de que se había maquillado un ojo sí y el otro no. Por si todo esto fuera poco, se empapó toda debido a la lluvia cuando caminaba de su trabajo a la estación de metro y ahora, además de que se encontraba varada en el medio de dos estaciones, la incomodaba un necesitado sexual de unos 18 años de edad que descaradamente no le quitaba la vista de encima. Se imaginaba que él la imaginaba desnuda a ella, valga la redundancia.

Curiosamente, esta no era la primera vez que, en la misma semana, alguien lo tenía a él por sádico. Cuatro días antes una mujer de esas adultas contemporáneas, salió despavorida de uno de los vagones porque él, desde el momento en que se montó hasta la estación siguiente, mantuvo su mirada todo el tiempo fija en ella. Solamente en el último mes, había ocurrido algo similar al menos unas seis veces. Lo irónico de todo es que él se creía todo un galán, el propio “terror de las mujeres”, y lo era… solo que literalmente.

Al menos una mujer no se espantó ante su insistente mirada. Una señora cincuentona sentada junto a la mujer con la mala suerte creía que “el terror” la estaba viendo era a ella. Atribuía ese logro al nuevo salón de belleza al que asistía últimamente y a la vestimenta moderna que siempre se preocupaba en vestir. Se lamentó porque el que la miraba era un chico que bien podía ser su hijo y no el señor de buen porte que sostenía una bolsa azul en la mano y que estaba parado junto a la puerta del tren. Sus principios morales jamás le permitirían tener una aventura con alguien tan joven como el que la estaba mirando, pero con ese señor sí le permitirían hacer lo que fuese. Sin embargo, el hombre de buen porte ni siquiera se había percatado de la existencia de la cincuentona “pava”. Estaba demasiado concentrado en la cara de emoción que pondría su hijo cuando le entregase la pista de carros que llevaba en la bolsa azul. No veía la hora en que el metro continuara su marcha. En medio de su desespero, se logró distraer recordando los viejos tiempos en los que cortejaba a la que hoy era su esposa. Un joven impaciente con un ramo de flores en la mano a pocos metros de él le había traído a la mente esas memorias.

Como casi todos los demás, el muchacho de los claveles también estaba preocupado por el retraso que presentaba el metro, ya que su novia lo estaba esperando dos estaciones más adelante y temía no poder llegar a tiempo. Únicamente a dos personas parecía no importarles si el metro avanzaba o no: a un hombre y a una mujer que en ningún momento habían cesado de besarse. "¡Se perdieron las buenas costumbres!”, se lamentaba una señora mayor sentada frente a ellos con cada beso que se daban, y la verdad es que daba la impresión de que ellos creían que estaban en un motel en lugar de en un vagón del metro.

Exactamente 19 minutos con 36 segundos tardó el metro en moverse de nuevo, y la mujer con el mal día continuó viendo fijamente a la ventana ante la mirada penetrante de su acosador. La señora cincuentona, por ende, seguía entusiasmada pensando que la acosada era ella. El señor con el regalo para su hijo y el joven con el ramo de flores aún estaban impacientes por llegar rápido, pero se sentían aliviados por el hecho de que ya no estaban varados en medio de la nada. También los besos de la amorosa pareja prosiguieron tranquilamente, así como los lamentos de la señora mayor sentada frente a ellos. Todo se mantuvo igual, e inclusive yo, luego de los casi veinte minutos que estuvo el tren detenido, continué imaginando historias de personas que ni siquiera conocía.

Canción para acompañar:

* Straylight Run - "Existencialism on Prom Night" (por el video).

Película recomendada de la semana:

* "La Intérprete" (2005) [8/10] Director: Sydney Pollack. Cast: Sean Penn, Nicole Kidman.

-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.

20050702

Cigarrillos Imaginarios

Un día, durante una clase de física en la universidad, el profesor comenzó a explicar las leyes de la óptica y en particular aquella que dice que un rayo de luz se refleja con el mismo ángulo con el que incide sobre una superficie. "Ohhhhh!", exclamaron perplejos algunos de los estudiantes -no todos-, como si les acabasen de demostrar más bien la teoría de Schrödinger de la mecánica cuántica. "¿Nunca jugaste con una linterna cuando eras niño?", le pregunté entonces a uno de mis estupefactos compañeros, a la vez que recordaba una ocasión en la que hubo un apagón eléctrico en mi casa y jugando con una linterna pasé frente a un espejo. En aquella oportunidad, noté que el espejo reflejaba a la luz con la misma inclinación (en aquella época no sabía que a eso se le llamaba "ángulo") con la que yo acercaba la linterna, por lo que se me hizo evidente entonces lo que posteriormente conocería como la Ley de la Reflexión de la Luz. En esa clase de física fue que pude constatar que no siempre lo que es obvio o cierto para ti lo es también para las demás personas. Lo más curioso de todo es que esto no sólo aplica para demostraciones de teorías físicas, sino también para casi todo, incluso: emociones y sensaciones.

Yo siempre fui buen estudiante, mas nunca me gustó estudiar salvo aquellos temas que en realidad me interesaran. Sin embargo, hacía el sacrificio no por los regalos que me pudieran dar mis padres al final del año escolar, sino por la sencilla razón de que yo siempre creí que era importante salir bien para poder estudiar luego una buena carrera (de haber sabido entonces que con presentar una prueba de admisión bastaba para entrar a la universidad, tal vez la historia hubiese sido distinta). Estudiar una buena carrera era, según me habían enseñado, un paso necesario para tener éxito y lograr todo lo que yo quería. En realidad, independientemente de si esto era cierto o no, lo que me motivaba no era la universidad en sí sino tener sueños y querer cumplirlos. Llámese ambición, ganas de superarse, o lo que sea; el deseo de lograr una meta siempre ha sido como una chispa que llevo dentro de mí y que nunca ha dejado de impulsarme hacia delante. Se puede decir que lo que me da fuerzas para dar cada paso son las ganas de llegar a mi destino. Pues bien, desafortunadamente esta chispa no todo el mundo la tiene.

Es triste cuando veo a personas que alguna vez estudiaron conmigo en el colegio estancadas en algo que no tiene ningún futuro, conformándose con cualquier cosa. Y no me refiero sólamente a que no se hayan preocupado por sacar una carrera, porque esto no es requisito indispensable para perseguir un sueño; me refiero es a que no hacen nada que los pueda llevar a lograr una meta, por la sencilla razón de que no las tienen. No les interesa ganar dinero excepto cuando se trata de dinero fácil, ni les motiva tratar de enorgullecer a alguien o a ellos mismos, no intentan poder vivir mejor; mas no porque no les gustaría, sino porque no se creen capaces de obtener algo más. Lamentablemente, estas personas llevarán vidas monótonas y aburridas hasta que algún día se den cuenta de las oportunidades que habían estado perdiéndose.

Lo peor que le puede pasar a alguien es no tener ambiciones, porque esto inevitablemente lo volverá un infeliz. Por fortuna, aún me quedan bastantes metas que alcanzar...


Imaginary Cigars

She slowly smokes an imaginary cigar,
while she thinks about her destiny.
She realizes all she has done is nothing
and she's not sure if that's about to change

From the dirty chair where she was sitting
to the most comfortable spot in her bed,
a tiny idea begins his stunning rise
and suddenly it covers all of her mind.

and when is only the silence who can give you some advice,
even the most stupid idea can look like the better one

If only she knew that never it's too late,
that never it's too late to start doing something,
something for her life, something for herself,
something to give some purpose to a life without one,
but how can you explain her this when all she has are imaginary cigars?

She feels the cold iron taste her veins,
in the loneliness of a small bathroom.
She regrets not to have someone to say goodbye,
at the same time that a drop of blood touch the floor

and when is only the silence who can give you some advice,
even the most stupid idea can look like the better one.

If only she knew that never is too late,
that never is too late to start doing something,
something for her life, something for herself,
something to give some purpose to a life without one,
but maybe it's too late to make her know this

And while all of her life
passed in front of her,
the smell of a rose
and the smile of a child,
her favorite song,
a hug from someone she loved,
an unexpected kiss,
and every little thing
that she never cared about,
make her realize
the mistake she has made,
but now it's too late
because the brightest spot
in her beautiful eyes
slowly has begun to fade


Canción para acompañar:

Jimmy Eat World - "Futures".

Película recomendada de la semana:

* "Hombres de Honor" (2000) [7.5/10] Director: George Tillman Jr. Cast: Robert de Niro, Cuba Gooding Jr.

-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.