20051231

Las Uvas del Tiempo

De todos los escritores venezolanos que han existido, mi favorito, por mucho, es Andrés Eloy Blanco, quien nació en Cumaná en 1896 y falleció en Ciudad de México en 1955 en un accidente automovilístico. Fue abogado, poeta, cuentista, dramaturgo, biógrafo, ensayista y mil cosas más. Ganó numerosos premios internaciones por sus obras, y en la ciudad de Apartaderos, estado Mérida, hasta existe una atracción turística en homenaje a la protagonista de un poema suyo llamado "La Loca Luz Caraballo", en donde los niños de la zona te recitan de memoria este poema a cambio de algo de dinero. Otro poema suyo, "Las Uvas del Tiempo", es tradición en algunos lugares de Venezuela escucharlo todos los 31 de Diciembre mientras agoniza el año viejo.

La casa de mi abuela, lugar donde mi familia frecuenta recibir el año nuevo, es uno de estos lugares, a pesar de que cada año hago lo posible por romper con esa tonta tradición. La llamo tonta, porque ese excelente poema (su calidad es indiscutible), fue escrito por Andrés Eloy mientras se encontraba exiliado cuando Venezuela estaba bajo la dictadura de Juan Vicente Gómez, por lo que está cargado de mucha nostalgia por su tierra y, sobretodo, por su madre. Por ende, es un poema algo triste para la ocasión en la que se utiliza. A mí, por lo menos, me deprime un poco.

Esta noche, cuando seguramente lo escucharé de nuevo, intentaré recordar todas las cosas buenas que me dejó el 2005 (que no fueron pocas), e imaginar todo lo bueno que espero me traiga el 2006. De esta manera, quizás logre contrarrestar el efecto nostálgico de "Las Uvas del Tiempo". ¡Espero que así sea!

Las Uvas del Tiempo

"Madre: esta noche se nos muere un año.
En esta ciudad grande, todos están de fiesta;
zambombas, serenatas, gritos, ¡ Ah cómo gritan !
claro como que todos tienen su madre cerca...
Yo estoy tan solo, madre,
¡ tan solo ! pero miento, que ojalá lo estuviera;
estoy con tu recuerdo y el recuerdo es un año
pasado que se queda.
Si vieras, si escucharas este alboroto: hay hombres
vestidos de locura, con cacerolas viejas,
tambores de sartenes,
cencerros y cornetas,
el hálito canalla
de las mujeres ebrias,
el Diablo con diez latas prendidas en el rabo
anda por esas calles inventando piruetas
y por esta balumba en que da brincos
la gran ciudad histérica,
mi soledad y tu recuerdo, madre,
marchan como dos penas.

Esta es la noche en que todos se ponen
en los ojos la venda
para olvidar que hay alguien que está cerrando un libro,
para no ver periódica liquidación de cuentas,
donde van las partidas al Haber de la Muerte,
por lo que viene y por lo que se queda,
por lo que sufrimos se ha perdido
y lo gozado ayer es una pérdida.

Aquí es de tradición que en esta noche,
cuando el reloj anuncia que el Año Nuevo llega,
todos los hombres coman, al compás de las horas,
las doce uvas de la noche vieja.
Pero aquí no se abrazan ni gritan: "Feliz Año"
como en los pueblos de mi tierra;
en este gozo hay menos caridad; la alegría
de cada cual va sola y la tristeza
del que está al margen del tumulto acusa
lo inevitable de la casa ajena.

¡ Oh, nuestras plazas, donde van las gentes,
sin conocerse, con la nueva buena !
las manos que se buscan con la efusión unánime
de ser hormigas de la misma cueva;
y al hombre que está solo, bajo un árbol,
le dicen de honda fortaleza:
Venir, compadre, que las horas pasan,
¡ pero aprendamos a pasar con ellas !
Y el cañonazo en la Planicie
y el Himno Nacional desde la Iglesia,
y el amigo que viene a saludarlos:
Feliz Año, señores, y los criados que llegan,
a recibir en nuestros brazos
el amor de la casa buena.

Y el beso familiar a media noche:
la bendición, mi madre.
Que el señor te proteja...
y después, en el claro comedor, la familia
congregada para la cena,
con dos amigos íntimos y tú, madre, a mi lado
y mi padre algo triste presidiendo la mesa.
¡ Madre, cómo son ácidas
las uvas de la ausencia !

¡ Mi casona oriental ! aquella casa
con claustros coloniales portón y enredaderas,
el molino de viento y los granados,
los grandes libros de la biblioteca
mis libros preferidos: tres tomos con imágenes
que hablaban de los Reinos de la Naturaleza
Al lado, el gran corral donde parece
que hay dinero enterrado desde la Independencia,
el corral con guayabos y almendros,
el corral con peonías y cerezas
y el gran parral que daba todo el año
uvas más dulces que la miel de las abejas !

Bajo el parral hay un estanque,
un baño en ese estanque sabe a Grecia;
del verde artesonado, las uvas en racimos,
tan bajas, que del agua se podría cogerlas,
y mientras en los labios se desangra la uva,
los pies hacen saltar el agua fresca.

Cuando llegaba la sazón tenía
cada racimo un capuchón de tela,
para salvarlo de la gula
de las avispas negras,
y tenían entonces
una gracia invernal las uvas nuestras,
arrebujadas en sus telas blancas,
sorda a la canción de las abejas...

Y ahora, madre, que tan solo tengo
las doce uvas de la Noche Vieja,
hoy que exprimo la uva de los meses
sobre el recuerdo de la viña seca,
siento que toda la acidez del mundo
se está metiendo en ella,
porque tienen el ácido de lo que fue dulzura
las uvas de la ausencia.

Y ahora me pregunto:
¿ Por qué razón estoy yo aquí ? ¿qué fuerza
pudo más que tu amor, que me llevaba
a la dulce anonimia de tu puerta ?
¡ oh, miserable vara que nos mides !
el Renombre, la Gloria... ¡ pobre cosa pequeña !
cuando dejé mi casa para buscar la Gloria,
¡ Cómo olvidé la gloria que me dejaba en ella !.

Y ésta es la lucha ante los hombres malos
y ante las almas buenas;
yo soy un hombre a solas en busca de un camino;
¿Donde hallaré la rapidez camino mejor que la vereda
que a ti me lleva, madre, la vereda que corta
por los campos frutales, pintada de hojas secas
siempre recién llovida,
con pájaros del trópico, muchachas de la aldea,
hombres que dicen - Buenos días, niño -
y el queso que me guardas siempre para merienda ?
esa es la gloria, madre, para un hombre
que se llamó Fray Luis y era poeta.

Oh, mi casa sin críticos, mi casa donde puede
mi poesía andar como una Reina !
¿ Qué sabes tú de formas y doctrinas,
de metros y de escuelas ?
tú eres mi madre, que me dices siempre
que son hermosos todos mis poemas;
para ti yo soy grande cuando dices mis versos,
yo no sé si los dices o los rezas...
Y mientras exprimimos en las uvas del tiempo
toda una vida absurda, la promesa
de vernos otra vez se va alargando
y el momento de irnos está cerca
y no pensamos que se pierde todo!
Por eso en esta noche mientras pasa la fiesta
y en la última uva libro la última gota
del año que se aleja,
pienso en que tienes todavía, madre,
retazos de carbón en la cabeza
y ojos tan bellos que por mí regaron
su clara pleamar y en sus ojeras
y manos pulcras y esbeltez de talle,
donde hay la gracia de la espiga nueva,
que eres hermosa, madre todavía
y yo estoy loco por estar de vuelta
porque tú eres la gloria de mis años
¡ y no quiero volver cuando estés vieja !...

Uvas del tiempo que mi ser escancia
en el recuerdo de la viña seca
¡ Cómo me pierdo medre en los caminos,
hacia la devoción de tu vereda !
Y en esta algarabía de la ciudad borracha
donde va mi emoción sin compañera,
mientras los hombres comen las uvas de los meses
yo me acojo al recuerdo como niño en una puerta.
Mi labio está bebiendo de tu seno,
que es el racimo de la parra buena,
el buen racimo que exprimí en el día
sin hora y sin reloj de mi inconsciencia.

Madre, esta noche se nos muere un año;
todos estos señores tienen su madre cerca
y al lado mío mi tristeza muda
tiene el dolor de una muchacha muerta...
Y vino toda la acidez del mundo
al destilar sus doce gotas trémulas
cuando cayeron sobre mi silencio
las doce uvas de la noche vieja."


-¡Qué disfruten sobrevivir un año más!

-H.G.

20051225

Un paso a la vez

"La vida es aquello que pasa mientras uno está demasiado ocupado haciendo planes", dijo una vez Sean Penn, y yo no podría estar más de acuerdo. ¿Cómo podría ser diferente si ya desde pequeños nos hacen invertir gran parte de nuestra infancia en el colegio para así prepararnos para la universidad? ¡Todo sea en pro del futuro! Aún cuando eso implique olvidarnos de que, como dice el slogan de la conocida tarjeta de crédito, la vida es ahora.

Sin embargo, considero que ir a la escuela y/o a la universidad es un mal necesario. Siempre lo he pensado así, a pesar de que mi señora madre juraba que a mí me encantaba el colegio simplemente por el hecho de que obtenía buenas calificaciones. Tiene sus cosas buenas, por supuesto, pero hay una inmensa lista de actividades que preferiría realizar antes que estudiar para un examen de, por ejemplo, Geografía Económica. El hecho es que, casi inevitablemente, invertimos mucho de nuestro tiempo en lograr una carrera que nos abra las puertas de la felicidad y la prosperidad.

Por lo menos nos queda el consuelo de que una vez que nos encontremos en el umbral de "la felicidad y la prosperidad", ya podremos dedicarnos a disfrutar de nuestros logros, ¿no es así? El que opine que sí, que por favor lo piense de nuevo. Como cualquier círculo vicioso, resulta que todo destino es el punto de partida de un nuevo camino. Siempre hay otra meta detrás de la primera, y, al parecer, no hay tiempo para descansar entre una y otra. Digo todo esto porque yo no había terminado de cruzar el primer umbral cuando ya se me ofrecían cinco más.

"¿De qué vas a hacer el postgrado?", "¿Cuándo y dónde vas a hacer la especialización?", "¡Ve pensando en comprarte una casa o un carro!", son algunas de las cosas que me decían y me dicen los más adultos aún desde antes de graduarme. "¿Cuándo nos vamos?", "¿Ya sabes para cuál país te vas a ir?", "¿Qué estás haciendo para agilizar el proceso de irte?", "¡No gastes en eso, ahórralo para cuando nos vayamos!", son algunas de las cosas que me dicen mis amigos que estudiaron conmigo y con quienes alguna vez acordé irme del país si ello nos permitía mejorar nuestro nivel de vida. Sí, en algún momento pienso realizar estudios de postgrado (preferiblemente un MBA), y sí, me gustaría la experiencia de vivir y trabajar en un país del primer mundo (especialmente si cierto presidente sociópata continua deseando emular al "paraíso" cubano), pero... ¿Es acaso considerado como terrorismo no tener planificado desde ya lo que voy a hacer cada día durante los próximos 20 años? ¿Me va a caer un yunque en la cabeza cada vez que salga a la calle si no lo hago?¿En qué momento disfruto de mi vida entre tantos planes? Porque luego del postgrado vendrá pensar en el doctorado, o en formar una empresa y sacarla adelante, lo que debe suceder una vez que me haya establecido en mi nuevo país; lo que me recuerda que aún no he decidido de qué color quiero las flores en el jardín de la casa donde voy a vivir.

Acabo de cumplir 24 años y en mayo tendré dos años de Ingeniero, pero a veces siento como si fueran diez y que los he desperdiciado todos por la agitación que tienen los demás. ¿Cuál es la prisa? Mi plan, por llamarlo así, fue conseguir un empleo en mi área que me permitiera ganar experiencia, ya que sin experiencia no tendría valor en el mercado laboral en el exterior. Paralelamente, durante este tiempo analizaría mis opciones y comenzaría los trámites legales para la legalización de mis documentos académicos. También ahorraría, por lo que me parece estúpido pensar en adquirir carros u otra cosa que amerite una gran inversión si antes de pagarlos ya tendría que venderlos y por menos de lo que costó, pero tampoco esto significa que voy a vivir en la austeridad como si se avecinara una guerra. ¡Quiero disfrutar también de este momento! ¿Cuántas veces en la vida se tienen veintitantos años?

El 2006 será un año decisivo para mí. Posiblemente sea el año en el que emigre, y si no, al menos será el año en el que termine de finiquitar todos los asuntos relacionados con ello. Profesionalmente sé que será un buen año, y en lo personal.... bueno, en lo personal nunca se sabe. Lo que sí sé es que quiero dar un paso a la vez, lo que no quiere decir que voy a ir lento, sino que simplemente no me voy a preocupar de lo que no está en mis manos ahorita. Últimamente me he dado cuenta de que los que me conocen piensan que como soy alguien "centrado" (según dicen), ya tengo planificado lo que voy a hacer durante cada segundo de mi vida de aquí a que me muera. No tengo planificado ni siquiera lo que haré esta tarde. Por supuesto que hay cosas -sobretodo las más importantes- que pienso en realizar con antelación, pero siempre, siempre, dejo un gran margen para la improvisación, ya que nada nunca resulta tal cual como nos lo imaginamos.

Voy a dar un paso a la vez y a disfrutar del ahora. Por los momentos... disfrutaré de la Navidad.

¡Feliz Navidad!

Canción para acompañar:

* Simple Plan - "My Christmas List"

Película recomendada de la semana:

* "Along Came Polly" (2004) [6.5/10] Director: John Hamburg. Cast: Ben Stiller, Jennifer Aniston, Phillip Seymour Hoffman.

-¡Qué disfruten sobrevivir una Navidad más!

-H.G.

20051217

La Excusa Perfecta

Toda la familia estaba reunida celebrando con alegría que era Nochebuena, pero Marcos no. Era extraño, porque ese niño era uno de los que más entusiasmo tenía cada diciembre. “¿Qué le pasará a Marcos?”, se preguntaban sus padres y sus tías cada vez que lo veían sentado y apesadumbrado viendo cómo se divertían los demás. No entendían lo que le sucedía al triste niño. Desconocían por completo lo que le había ocurrido a comienzos del mes en curso.

En esos días, el niño no podía ocultar su emoción por la proximidad de la Navidad. Contaba las horas y los segundos que faltaban para que la ansiada Nochebuena llegase. Con ella, sabía que vendría también el “Niño Jesús” a traerle su regalo. Un camión de bomberos era lo que había pedido este año. Para él, el “Niño Jesús” era lo máximo, mucho mejor que ese viejo gordo vestido de rojo que les llevaba los regalos a algunos de sus amigos. Uno de sus compañeros, que había vivido un tiempo en España, vivía porfiándole que los Reyes Magos eran mejores por ser tres, pero Marcos siempre le replicaba que los Reyes no le gustaban porque eran muy lentos viajando en camello y que por eso llegaban tan tarde en enero.

Lo cierto es que Marcos vivía muy orgulloso del divino personaje que cada Navidad lo premiaba con obsequios, pero un día -un aciago martes de la primera semana decembrina- escuchó decir algo que hubiese preferido no escuchar jamás. Habían estado reunidos varios niños en las proximidades del colegio hablando sobre los regalos que esperaban encontrar bajo el árbol este año. “¿Qué te va a traer el “Niño Jesús” ó Santa?”, era la pregunta que sonaba una y otra vez. “¡Una muñeca que habla!”, “¡un helicóptero!”, “¡un tren!”, se le oía responder a los pequeños inocentes; mas, cuando le tocó el turno a Manuel –uno de esos niños que le encanta pretender que no lo es-, lo que dijo fue: “¡No me va a traer nada porque yo sé quiénes son el Niño Jesús ó Santa!”. Luego de una breve pausa, agregó: “¡Son tu papá y tu mamá!”.

Algunos de los niños comenzaron a discutir con Manuel diciéndole que estaba equivocado, pero Marcos se quedó en silencio. Ese momento, para él, fue como despertar de un muy bonito sueño. Todo tenía sentido. Ya comprendía por qué sus padres actuaban un poco extraño por estas fechas, y también comprendía esas desapariciones repentinas de su papá en medio de la celebración de la Nochebuena. ¡Desaparecía para colocar los regalos bajo el árbol! El niño sabía que Manuel tenía razón. El mito de los fantásticos seres que les daban obsequios a todos los niños del mundo era demasiado bueno para ser verdad. ¡Qué tonto era por haberlo creído!

Al principio, Marcos había decidido reclamarles a sus padres por haberlo engañado todo este tiempo, pero luego lo pensó mejor y concluyó que le convenía más no decir nada. Seguiría actuando como si aún creyera en el mito para continuar recibiendo el regalo de su elección cada diciembre. Sabía que así sus padres no tendrían derecho a réplica si no les gustaba el juguete que pedía. Sin embargo, a pesar de que recibiría su obsequio, Marcos se sentía triste. La Navidad había perdido su magia para él.

Pasaron los fríos días de diciembre y llegó la Nochebuena, la misma que antes el niño esperaba con tanta ansiedad. El menú de la cena navideña no le importaba, todo le daba igual. Allí estaba sentado, sólo en un rincón, apático de participar en los juegos que su familia hacía. “¿Por qué están tan alegres?”, se preguntaba. Entendía que los niños lo estuvieran porque aún creían, mas no comprendía qué podía causarles tanta alegría a los adultos. En su opinión, la dura realidad no ofrecía ningún motivo real para celebrar.
Entre la cena, las charlas y la algarabía, pasaron las horas hasta la medianoche: El momento para abrir los regalos. Marcos vio como sus pequeñas primitas casi se desmayaron de la emoción al ver que había un regalo para ellas junto al árbol de Navidad. La cara de sus primos al destapar los obsequios y ver que debajo de tanto papel estaba el juguete que querían, era todo un poema. Los adultos también reían como niños mientras veían a sus retoños entusiasmados con sus nuevos juguetes. Cuando Marcos cayó en cuenta, él también tenía una sonrisa en su rostro y ni siquiera había abierto su presente. Fue entonces cuando por primera vez supo que la Navidad, más allá del significado religioso que tiene, más allá de los regalos que se den o se reciban, más allá de decorar la casa con motivos propios de la época, y más allá de las cena de Nochebuena; no es más que una excusa. Una excusa para estar alegres. Una razón para ser felices aunque sea por unos pocos días al año. Lo importante no eran los regalos ni quién los trajo, lo importante era estar todos juntos celebrando que al menos por una sola noche, no había razón para estar tristes.

“¡Lo único malo de la Navidad”, diría Marcos mucho después cuando ya era él quién ponía los regalos bajo el arbolito, “es que no dura los 365 días del año!”.



Canción para acompañar:

* Good Charlotte - "Christmas by the phone"

Película recomendada de la semana:

* "Milagro en la Calle 31" (1994) [7.5/10] Director: Les Mayfield. Cast: Sir Richard Attenborough, Elizabeth Perkins, Dylan McDermott, Mara Wilson.

-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.

20051210

Sueño de una noche cualquiera

El canto de las aves la despertó en la mañana. Abrió la ventana y vio a unos cuantos unicornios revoloteando en su jardín. No podía creerlo: ¡Unicornios revoloteando en su jardín! Rápidamente, cambió su ropa de dormir por una más apropiada para una aventura, y -luego de lavarse los dientes y de realizar todas esas cosas que uno siempre debe hacer aunque le fastidien-, salió de su casa para averiguar qué pasaba.

En la calle, ó, mejor dicho, donde antes había una calle, ahora pasaba un manantial color rosa. Las demás casas y los vecinos ya no estaban. En su lugar, ahora había un gran bosque lleno de árboles frondosos y de extrañas criaturas. No todas eran extrañas: junto al manantial, por ejemplo, un gran gato con algunos kilos de más bebía agua de él. Sin embargo, cuando lo vio más de cerca, se dio cuenta de que no era cualquier gato. De hecho, ni siquiera era un gato, sino una gata. ¡Su gata! La misma que la había acompañado durante su infancia y que tiempo atrás, debido a una penosa enfermedad, habían puesto definitivamente a dormir. La otrora niña no daba crédito a lo que veía. ¡Su amiga felina había regresado!

La abrazó muy fuertemente, mas la gatita no dejó en ningún momento de beber del manantial rosa. “¿A qué sabrá el agua color rosa?”, pensó la chica, y, como era de esperarse, no se resistió a la tentación de probarla. Por un momento, supuso que el agua color rosa debía saber a jugo de mora, pero se decepcionó al ver que ésta sabía simplemente a agua. “¡Agua común y corriente!”, exclamó cuando la saboreó. No tenía idea, en ese momento, de que el líquido que había probado no tenía nada de común y mucho menos de corriente. Lo que tenía de especial, además del color, ella estaba a punto de descubrirlo.

Apenas sació su sed, comenzó a sentirse mareada y un intenso dolor de espalda súbitamente se hizo presente. Sentía como si algo le estuviese brotando desde su columna vertebral. En efecto, así era. Algo le estaba brotando, y ese algo eran unas alas de libélula. No le fue fácil aprender a controlarlas, mas al cabo de un rato –un buen rato-, ya podía suspenderse en el aire. Intentó coger a su gata para dar un paseo, pero la minina no quiso, por lo que la niña con alas de libélula tuvo que dar su paseo en solitario.

Voló hasta la copa de los árboles, y desde allí, pudo ver a varios gnomos tratando de esconder sus tesoros de ella. Vio también nuevamente a los unicornios e intentó acercarse hasta ellos. Los fabulosos animales, temerosos de la joven, se alejaron a medida que ella se fue acercando. “¡No tengan miedo!”, les gritaba, “¡No les haré daño!”, pero esto más los asustaba. Se dedicó entonces a seguirlos, intentando en vano alcanzarlos. Inquietos y veloces, los míticos equinos navegaban por los aires como pez en el agua, y, detrás de ellos, la libélula humana torpemente trataba de llevarles el paso.

Casi una hora estuvo la joven persiguiendo a los unicornios, hasta que, de pronto, sin saber por qué, sus alas de libélula se desvanecieron y cayó hasta la superficie. Por suerte, un lago de chocolate amortiguó su caída. Supo de qué era el lago por todo lo que tragó cuando impactó contra el mismo. “¡Debo estar soñando todavía!”, se repetía la joven, pero todo le parecía muy real para ser un sueño.

“¡Deténganla, se roba nuestro chocolate!”, le empezaron a gritar unos duendes que salieron de la nada a la vez que le apuntaban con unas flechas. “¡No, no, no estoy robando nada!”, intentó explicarse la chica, mas al ver que los acusadores le hacían caso omiso a sus palabras, echó a correr hacia el bosque. Es difícil correr empapado de chocolate. Todo se le quedaba pegado a su cuerpo haciéndole perder el equilibrio a cada instante. Estaba a punto de entregarse a los duendes cuando, de repente, un hombre salió de entre los arbustos dispuesto a protegerla. El individuo colocó a la mujer de chocolate sobre él y salió galopando alejándose lo más que podía de esa escena. Fue entonces cuando ella se dio cuenta de que no era un hombre sino un centauro quien la había salvado. ¿Qué iba a pasar con ella ahora?

“¡Te he estado buscando!”, le dijo el centauro cuando se detuvo frente a una fuente de agua esta vez cristalina para que ella se aseara. “¿Quién eres?”, le respondió la rescatada. “¡Soy el guardián de tus sueños, y he venido a buscarte porque muchos de ellos se han escapando!”, le explicó el ser mitológico. “¿Qué está pasando? ¡No entiendo!”, se quejó angustiada la de los sueños fugitivos. “Verás, anoche mientras dormías, sin querer dejaste entreabierta la puerta al mundo de lo etéreo, y por esa rendija se ha filtrado parte de tus sueños hacia el mundo real”, le aclaró el guardián. “¿Quiere decir entonces que todo esto es real? ¿Tú eres real?”, preguntó la joven, a lo que el centauro contestó: “¡Pues sí y no, todo es real y fantástico al mismo tiempo!”.

“¿Para qué has venido a buscarme entonces?”, continuó con el interrogatorio la niña que había crecido. “¡Para que me ayudes a guardar de nuevo a tus sueños en el mundo onírico!”, respondió el guardián. “¿Por qué? ¿Qué tiene de malo todo esto?”, cuestionó ella. “¿Qué tiene de malo? Por un lado, tus pesadillas se han escapado también, después de todo, una pesadilla no es más que un sueño que no te ha gustado. Por otra parte, los sueños son difíciles de controlar. Lo real dejará de existir tal y como lo conoces hasta ahora. Lo que hoy tiene una forma, mañana tendrá otra. Las leyes de la física se tornarán obsoletas, y ya no sabrás qué esperar de nada. ¿Tú quieres vivir con tanta incertidumbre?”, razonó el ser mitad hombre, mitad caballo. “¡Definitivamente, no!”, le aseguró ella, “¿Cómo puedo ayudar a guardar los sueños?”. El centauro, entonces, le explicó: “Sólo tienes que dormir mientras yo los guardo, y cuando acabe, debes cerrar bien la puerta para que no se escapen de nuevo, ¿entendido?”. Dicho esto, el ser mítico llevó a la niña con cuerpo de mujer de nuevo hasta su habitación y partió luego a cumplir su misión.

El canto de las aves la despertó en la mañana. Abrió la ventana y vio a unos cuantos azulejos revoloteando en su jardín. Tenía tiempo que no veía azulejos revoloteando en su jardín. Rápidamente, cambió su ropa de dormir por una más apropiada para salir a la calle, y -luego de lavarse los dientes y de realizar todas esas cosas que uno siempre debe hacer aunque le fastidien-, salió de su casa para averiguar qué le deparaba el nuevo día. El tráfico, el ruido y la gente en la calle le recordaron entonces que ese sería, sencillamente, un día cualquiera.


Canción para acompañar:

* Sister Hazel - "Dreamers"

Película recomendada de la semana:

* "Despertando a la vida" (Waking Life, 2001) [8/10] Director: Richard Linklater.


-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.

20051203

Destinos Improvisados

No todos los cuatro de diciembre me despertaba por cuenta propia, pero cuando lo hacía, era muy agradable abrir los ojos y tener alrededor unos cuantos regalos esperando a ser abiertos por mí. Otras veces, era mi madre quien me despertaba muy temprano para ser la primera en felicitarme y darme su obsequio. De cualquier manera, estaba garantizado que el día comenzaría bastante bien. Lo que no estaba en la garantía, era pasar una buena noche el día anterior.

Me costaba dormir por la ansiedad, por la expectativa de los regalos que iba a recibir y por las alegrías que iba a experimentar con la llegada del amanecer. ¿Qué niño no se emocionaría imaginando lo mucho que se iba a divertir en su fiesta? ¿Qué niño no alucinaría con sólo pensar en tener en sus manos el nuevo juguetemagnificodeseadoportodos5000 que salía en tal comercial de Tv? Pues yo no era la excepción, y es que –definitivamente- era genial cumplir años en la infancia.

Sin embargo, la magia de los cumpleaños se fue perdiendo con el paso del tiempo. Por un lado, porque ser un año mayor es igual a estar un año más cerca de las responsabilidades de los adultos (y eso sin mencionar un año más viejo); y, por el otro, porque junto a nosotros, cambian también los regalos que vamos recibiendo. Los juguetes le ceden el protagonismo a las prendas de vestir y, aunque estas pueden gustarte mucho y satisfacer una necesidad, destapar un obsequio y encontrar una camisa nueva nunca va a ser tan emocionante como hallar un carro a control remoto o un juego de video. Aunado a esto, las fiestas infantiles involucionaron hasta pasar a ser una mera reunión a la cual asistían las personas que te importaban y unas cuantas que no tanto, a quienes debías dedicarles algunas sonrisas fingidas para no pasar por descortés. No obstante, a pesar de que ya no era lo mismo que antes, incluso en la adolescencia se sentía bien ser homenajeado durante un día del año.

Luego de los veinte, cada vez que está por cumplirse un aniversario más de tu nacimiento, otras cosas comienzan a pasar por tu mente. Ya no es tan importante qué obsequios recibirás ni le darás tanta relevancia a la fiesta como cuando tenías seis años, pero, en cambio, ahora te preocupará determinar si has aprovechado el tiempo que tienes de vida. ¿Has hecho todo lo que se supone que deberías haber hecho al cumplir esta edad? ¿Te sientes realizado hasta ahora? Lo que me preocupa es que mi respuesta, para ambas preguntas, es que no.

Es una sensación extraña, porque se supone que sí debería de estar satisfecho con lo que he logrado hasta ahora. Por supuesto que todavía me quedan muchas metas por cumplir, pero creo que voy por buen camino. Estoy lejos de ser un fracasado, mas entonces... ¿Por qué siento que no he aprovechado bien mi tiempo? Tal vez sea porque es cierto, no lo he aprovechado. Hay muchas experiencias que me faltan por vivir. Estuve tan centrado en mis objetivos que dejé de lado ciertas vivencias que si bien en aquel momento eran menos importantes, ya va siendo hora de que las experimente para poder quemar esa etapa. Me refiero a realizar cosas que no me sean de utilidad a largo plazo sino ahora, y que además me permitan relajarme. Algo que en cierto modo se asemeje a una aventura. En otras palabras, creo que debo realizar un buen y largo viaje. Pero no uno como los que hacía con mi familia en los que todo estaba planificado y donde yo poco tenía que ver con la organización, sino uno donde cada día determine su propio itinerario. Me refiero a un viaje donde pueda hacer lo que se me antoje. ¿El destino? Eso es lo de menos. Es tiempo de improvisar un poco.

¿Alguien se une?

P.D: En caso de que se lo estén preguntando, la respuesta es 24.


Canción para acompañar:

"Follow me there,
a beautiful somewhere,
a place that I can share with you"

* Yellowcard - "One year, six months".


Película recomendada de la semana:

* "Garden State" (2004) [10/10] Director: Zach Braff. Cast: Zach Braff, Natalie Portman. ¿Pueden creer que no la había recomendado hasta ahora?


-¡Qué disfruten sobrevivir un año más!

-H.G.

20051125

Viajando al futuro

Cuando tenía como 7 años de edad, mi papá ofreció llevarme cierto día al cine. “¿Cuál prefieres ver”, me preguntó mientras veía la cartelera cinematográfica en el periódico: “Las Tortugas Ninja ó Back to the Future II?”. “¿Ahh?”, le constesté desconcertado. “¡Volver al Futuro II!”, me aclaró. En ese entonces, de las tortugas ninja no tenía ni idea, pero aún de haberla tenido, jamás las hubiese escogido por encima de Volver al Futuro. La primera parte de la trilogía fue una de las primeras películas que vi en mi vida (El Retorno del Jedi la vi primero), y a pesar de que cuando lo hice estaba muy pequeño como para recordar bien la historia, al menos podía recordar cuánto me había gustado.

Mi elección no me defraudó. Salí fascinado con esa película del cine. Si en el momento me hubiesen preguntado qué fue lo que más me gustó de ella, no habría podido decidirme entre los efectos especiales, la historia, los personajes, el DeLorean, el aeropatín (uno de mis sueños es tener uno de estos) o el hecho de que cuando terminó pusieron los cortos de la tercera parte. Sin embargo, hoy en día, mi respuesta sería algo que hace diecisiete años ni siquiera hubiese considerado como elemento de esa lista.

Lo que más me gusta de esta película es, sencillamente, el hecho de que te hace querer vivir en el futuro. Es una de las pocas películas (y cuidado si no la única si no tomamos en cuenta a Los Supersónicos), que no nos da una imagen tétrica y desoladora de los años por venir -como la saga de Terminator o la novela “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, por ejemplo-, con las máquinas dominando a los humanos, o con humanos comportándose como máquinas; sino que, por el contrario, nos pinta un futuro fantástico, colorido, con autos y patinetas que vuelan, y muchas cosas más que nos hacen desear estar allí. ¿Qué importancia tiene esto? Para un joven o un adulto, puede que ninguna; pero para un niño cuya mente todavía está moldeable, puede que mucha.

Cuando pienso en el futuro, me imagino a “Hill Valley” del año 2015. El hecho de haber visto esa película tan niño -y antes de ver las más pesimitas-, influyó bastante en mi modo de ver la vida. Creo que mi tendencia optimista a creer siempre en que en el futuro todo será mejor, se debe en gran medida a las aventuras de Marty McFly y del Doctor Brown. Y no me importa si en realidad todo mejorará con el paso del tiempo ó no, pero tener esa esperanza ingenua de que todo será así es como tener una fuente inagotable de ganas de estar vivo. Y esto no es poca cosa, especialmente en esos días depresivos en los que uno se aferra prácticamente a lo que sea para poder dar un paso más al frente.

Por supuesto que también ayuda creer firmemente en que estás aquí por algo. Creer que tienes mucho por hacer y una gran cantidad de metas que alcanzar y que está en ti lograrlo ó no; porque esto nos motiva a querer levantarnos de nuevo cuando hemos caído. Combinado con la certeza de que el futuro será bueno, esto es el mejor remedio que puedo encontrar para la depresión. Al menos, es lo que siempre ha funcionado conmigo.

Durante un tiempo, yo daba por sentado que todas las personas tenían la misma confianza que yo en el mañana, pero luego me di cuenta de que estaba equivocado. Y es triste, muy triste, cuando a personas muy valiosas a tu alrededor les da igual vivir o morir porque sienten que no se estarían perdiendo de nada. ¡Hay tantas cosas que desde mi punto de vista se estarían perdiendo! Desde los pequeños detalles que hacen que cada uno de nuestros días sea más llevadero, hasta los grandes logros que aún tenemos que construir; todos, para mí, son motivos más que suficientes para seguir adelante.

La mayor pérdida, sin embargo, es la que sufriría el resto del mundo al quedarse sin ellos, porque ya no tendría la oportunidad de ver cómo un gran número de sueños se hacen realidad. ¿Y no han sido los sueños convirtiéndose en realidad los que nos han traído hasta aquí?

Cuando quiero razones para vivir, yo nada más tengo que viajar al futuro.


Canción para acompañar:

* Jimmy Eat World - "Futures".

Película recomendada de la semana:

* "Back to the Future II" (1989) [10/10] Director: Robert Zemeckis. Cast: Michael J. Fox, Christopher Lloyd.

-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.

20051119

Un día como ningún otro

No creo que alguien haya estado atento ese día a las explicaciones de la Srita. Scott, la vieja inglesa que nos enseñaba Historia Universal en el colegio. Durante sus clases, las agujas del reloj parecían ir siempre en retroceso. ¿Por qué será que cuando estás aburrido el tiempo pareciera detenerse? En fin... los que no dormían, se entretenían dibujando caricaturas de la profesora en sus respectivos cuadernos ó anotando estupideces. Yo hacía esto último cuando de pronto uno de los alumnos interrumpió la emocionante charla sobre la Independencia de los Estados Unidos:

"Profesora Scott, lamento molestarla", comenzó diciendo Víctor, el siempre irreverente Víctor, "pero sucede que en estos momentos padezco de una repentina e insoportable comezón en los testículos y necesito ir al baño a calmarla. ¿Me permite ir?".

"¡Sí, claro, vaya!", para sorpresa de todos le respondió la sexagenaria docente, pero luego agregó: "¡Y de regreso, Señor León, me hace el favor y se queda en la dirección por soez!". Y mientras el reprendido muchacho recogía sus cosas con una fingida decepción por haber sido castigado, pude divisar una sonrisa en su rostro como si todo hubiera resultado como lo había planeado.

¿Qué se traía Víctor entre manos? Sin duda, tenía que ser más interesante que escuchar las aventuras de los padres de Norteamérica desde el punto de vista de una inglesa nazi. "¡Profesora!", la interrumpí esta vez yo, ¨¿es cierto lo que dicen de que George Washington tenía todos sus dientes de madera?". A lo que ella me respondió: ¨Eso dicen, pero la verdad es que nunca lo ví en persona como para conocer esos detalles irrelevantes sobre él". Fue entonces cuando vi mi oportunidad ideal para ganarme también un boleto sin retorno hacia la dirección, que en comparación con el ambiente del salón de clases era un paraíso. Lo que le dije fue: "¿Y por qué nunca lo vió? ¡Si yo hubiese estado vivo en esa época habría hecho hasta lo imposible por ver en persona a George Washington!".

Lo que siguió ya se lo pueden imaginar. La simpática Gertrude se sintió indignada y me pidió salir del salón. Yo fingí por un rato estar apenado por haberle faltado el respeto pero no lo suficiente como para hacer que se arrepintiera de su decisión, y, en pocos minutos, ya me encontraba adentro de la oficina de la directora del colegio. Se sentía un gran alivio cada vez que uno ponía los pies fuera del tedioso imperio de la segunda Dama de Hierro que había parido Inglaterra.

Una vez explicado el incidente en la dirección, y luego del respectivo sermón sobre cómo debía ser el comportamiento de todo alumno en tan prestigioso colegio, me remitieron a la sala de los castigados, es decir, la biblioteca. "¿Y tú que hiciste para que te castigaran?", me preguntó Víctor León en lo que me vio entrar. Yo, con una sonrisa en el rostro, le respondí: "Pues nada, que le dije "vieja" a la vieja", y los dos nos echamos a reír.

"¿Y cómo siguen tus testículos?", le dije lo más seriamente posible. "Ya sabes que eso lo inventé para que me mandaran para acá, de lo contrario no estarías aquí, ¿cierto?", me confesó él. "¡Pues no sé, uno nunca sabe con qué clase de cosas han estado en contacto tus partes íntimas!", le repliqué en broma. Víctor, haciendo caso omiso de mi comentario, me dijo: "Supongo que ahora querrás saber cuáles son mis planes para hoy, ¿no es así?". "Supones bien", le asentí, y él acercó entonces su morral para mostrarme algo.

"¿Qué hacen, niños?", nos preguntó una voz femenina de repente. Yo reconocí la voz, pero no quise levantar la vista para confirmarlo. Víctor, en cambio, sí la miró y le dijo: "Lo mimo que hacemos todos los días: ¡tratar de conquistar al mundo!". La verdad es que a Carla Alberti no le quedaba mal el papel de Pinky, pero hay que reconocer que no era tan tonta. Insufrible sí, y mucho, aunque solamente cuando quería serlo. "¿Y lo piensan conquistar sin mí?", nos inquirió la susodicha. "¡Sí!", le contesté en seguida. "¡Yo sí te caigo bien!, ¿verdad?", expresó sarcásticamente ella. A lo que yo le respondí: "¡Me encantas! ¡Lloro cuando no estás!", para seguirle el juego.

"¡Bueno, cuéntenme qué vamos a hacer entonces!", nos interrogó al cabo de un rato la recien llegada. "Vamos es mucha gente, ¡no se vista que no va!", le aclaré. Ella, indignada, replicó: "¿Y qué piensas hacer para evitar que yo no le vaya con el chisme a la directora apenas hagan algo ustedes?". "Hmm, ¡me pregunto como se verá el chicle que estoy masticando en tu pelo!", fue mi respuesta. "¡Atrévete!", me gritó la arpía. "¡No me tientes!", le aseveré yo.

"¡Ok, después continuan con sus declaraciones de amor, ahora déjenme explicarles lo que tengo en mente!", nos reclamó Víctor. Acto seguido nos mostró el folleto de una feria que se estaba realizando cerca de la costa. Ya yo había oído hablar de ese evento, pero nunca pensé que mi amigo tuviera pensado asistir. La zona donde se celebraba no era muy buena y cada año siempre ocurría al menos una pelea. "¿Y nosotros vamos a ir?", le cuestioné. "¡Claro!", asintió el de la idea: "Este es el plan: por donde estan los libros de biología, hay una puerta en el suelo que lleva hasta un sótano. Lo descubrí una de las tantas veces que he estado castigado aquí, y sé que por allí podemos salir a la calle sin que nos vean. Cuando estemos afuera, vamos al centro comercial donde tengo estacionado el carro de mi hermano (me lo prestó hoy y como no me permiten entrar manejando al colegio lo estaciono en los alrededores) y luego nos vamos a la feria".

"¿De verdad te piensas escapar? ¿Qué pasará cuando vengan a buscarnos y descubran que no estamos? ¡No quiero ni pensar en lo que me dirán en mi casa!", comenté yo". "¡Mira, no te voy a mentir diciendo que no va a pasar nada!", explicó Víctor, "Aquí y en tu casa se van a molestar bastante, pero esta es una rara oportunidad de hacer algo diferente e inesperado. ¡A veces nos hace falta hacer cosas sin pensarlas muy bien! ¿Quién se viene conmigo?". "¡Yo voy!", afirmó Carla rápidamente, y yo, para no parecer menos arriesgado que ella, decidí ir también. Después de todo, era un viernes.

La ruta de escape fue más sencilla de lo que esperaba. En menos de cinco minutos ya habíamos atravesado el sótano y estabámos casi en la calle. A los diez, ya nos montábamos en el carro del hermano de Víctor. "Yo traje ropa para cambiarme el uniforme del colegio aquí en el carro, ¿cómo harán ustedes?", nos preguntó el que iba a conducir. "Bueno... veo difícil que pueda ir a mi casa a cambiarme, así que me conformaré con quitarme la camisa del colegio y quedarme con la franela que llevo debajo", dije yo. "Yo tengo una muda de ropa en mi bolso, pero ni piensen que me voy a cambiar en el carro", aclaró nuestra acompañante, así que lo primero que hicimos cuando arrancamos fue buscar un baño decente donde Carla pudiera quitarse el uniforme.

"¿Qué hiciste tú para merecer que te castigaran?", le inquirí a Carla cuando ya nos dirigíamos a la feria. "Nada, simplemente me pareció sospechosa la actitud de los dos y le pedí a la profe que me enviara a la dirección para averiguar lo que estaban tramando ustedes y así irle con el chisme luego". "¡Ajá, y yo nací anoche!", le comenté. Entonces ella agregó: "Simplemente le escribí a una prima que por favor me repicara al celular y luego atendí su llamada en plena clase. Fue bastante fácil ganarme el premio, lo malo fue que la vieja me quitó el teléfono y ahora que me escapé no será sino el lunes cuando lo recupere". Luego de un rato, me dijo sonriendo: "¡Por cierto, Jorge, me dio mucha risa como te burlaste de ella!".

Me van a tener que disculpar mis malas costumbres. En especial, el hecho de que a estas alturas todavía no les haya hablado sobre quién soy, mi familia, qué me gusta hacer y todas esas tonterías. Como se acaban de dar cuenta, mi nombre es Jorge y vengo de una familia de narcotraficantes y contrabandistas. No realmente. Mi familia es bastante normal -demasiado diría yo- y no hay nada interesante que destacar. Tampoco es relevante para lo que quiero contar, así que mejor los dejo al margen del relato, no vaya a ser que se enteren de que ando revelando sus intimidades por aquí y luego me obliguen a disculparme.

Volviendo a nuestra escapada, el día en la feria no pudo haber sido mejor. Pasamos el resto de la mañana y toda la tarde entre el parque de atracciones y un circo al que asistimos en contra de mi voluntad. Por suerte, los tres cargábamos dinero suficiente para disfrutar de las instalaciones. Todo transcurrió normalmente salvo dos o tres veces en los que Carla tuvo que vomitar luego de alguna montaña rusa o del barco. En el circo, me burlé bastante de ella diciéndole que se parecía mucho a las jirafas. Debo admitir que no estuvo tan insoportable como yo pensé que iba a estar. De hecho, hasta se puede decir que estuvo simpática.

Nuestro almuerzo y nuestra cena fue comida chatarra, y en el ínterin, la merienda fue bastante algodón de azúcar, chocolates y demás exquisiteses que tanto bien le hacen a nuestro organismo. La cara de Carla al pensar en cuántas calorías consumía con cada bocado era todo un poema. Pocas veces me había divertido tanto como ese día, por lo que cuando la noche comenzaba a hacerse presente, ya yo estaba lo suficientemente satisfecho como para pensar en ir a casa. "¡Ahora es que viene lo bueno!", me dijo Víctor cuando le sugerí irnos, "Ahora viene una fiesta electrónica con varios DJs y lo mejor de todo, gratis". "¿Fiesta electrónica?", le pregunté yo, "¿Un rave? ¿Qué vamos a hacer nosotros en un rave?". "Pues divertirnos, ¿qué más?", me contestó rápidamente Carla. Entonces, sin mucha emoción, agregué: "Si tú lo dices... ¡Divirtámonos entonces!".

Para ser honestos, la fiesta electrónica no fue tan mala después de todo. No la pasé de lo mejor, pero definitivamente tampoco estuvo mal. La música era aceptable y si tú no te metías con nadie, nadie se metía contigo. No nos preguntaban la edad al comprar las bebidas, por lo que no teníamos inconveniente alguno en beber cerveza. Había de todo entre los asistentes al rave: gente loca, gente normal, raros, fritos, góticos, punketos, viejos y hasta menores de edad como nosotros. Víctor y yo nos habíamos colocado en un extremo para conversar con unas amigas que él se había encontrado, y Carla se fue por su cuenta a explorar el lugar al ver que ya no era el centro de nuestra atención.

Pasamos un buen tiempo conversando con las amigas de Víctor, las cuales no tengo idea de cómo se llamaban. Tampoco recuerdo de qué hablábamos, porque a decir verdad, no me emocionaban mucho sus temas de conversación. Tal vez mi amigo sí recuerde de qué iba la charla, porque él se mostraba más interesado que yo en la misma. Mucho más interesado que yo.

De pronto, sin saber por qué, comenzó a preocuparme Carla. Habían pasado cerca de dos horas desde la última vez que salió a dar una vuelta ella sola, por lo que me excusé con Víctor y sus fascinantes amigas para ir a buscarla. Es difícil encontrar a alguien en una fiesta llena de gente, de noche y al aire libre, por lo que me costó mucho conseguirla. Estaba con unos hombres, de veinte años o más, que al parecer tenían intenciones de aprovecharse de ella. Parecía estar ebria, porque le costaba mucho mantenerse de pie. Prácticamente la sostenían sus acompañantes, quienes aprovechaban para manosearla. Yo sabía que tenía que sacarla de allí si no quería que le sucediera nada que lamentar.

Ni en mis sueños iba a salir ganando yo si le buscaba pelea a ellos. Aún con la ayuda de Víctor, no íbamos a poder con tantos, y eso sin tomar en cuenta que eran más grandes. Al fin y al cabo, eran universitarios. Entonces cogí una botella de vidrio del piso y sacrificando un poco de fuerza en el tiro con tal de ser preciso, se la lancé a la cabeza del que parecía ser el líder de los abusadores. Por supuesto, el golpe lo enfureció, y como nadie me había visto con las manos en la masa, comenzó a buscarle pleito al primero que vio, por aquello de ser macho y no quedarse con esa. Se formó una tángana de todos contra todos, y mientras tanto, yo aproveché para acercarme hasta donde estaba Carla y llevármela de allí. Ella no podía ni con su alma, por lo que tuve que cargarla sobre mi hombro derecho para hacerlo. Por suerte, ella no era muy pesada.

Corriendo, llegué hasta donde estaba Víctor y lo obligué a irnos de inmediato. No podíamos dejar que los queridos amigos de Carla nos vieran con ella. Ya en su auto, le expliqué lo que había pasado. Nos paramos un momento en una estación de servicio a comprar mucha agua potable para ella, y luego decidimos ir volando hasta su casa para que la llevasen a un médico. Ella ya estaba inconsciente, pero no hacía falta verle las pupilas para saber que no estaba ebria, sino drogada. No sabíamos que clase de droga le habían dado y no podíamos esperar a que pasara el tiempo para averiguar cómo reaccionaría su organismo.

"¿Qué le vamos a decir a sus padres cuando lleguemos?", le interrogué a Víctor mientras íbamos en camino, quien a pesar de lo que había bebido, se encontraba en condiciones de conducir. "¡Hola, Señora Alberti. Aquí le traemos a su hija toda drogada, pero no vaya a creer que fuimos nosotros los que la drogamos. ¡Fueron otros!", agregué. "¡Seguro nos creen! ¡Cómo no!". "¡No lo sé, Jorge! Lo importante ahora es que Carla llegue sana y salva", me dijo sabiamente él. En esta disyuntiva nos encontrábamos cuando faltando una o dos cuadras para llegar a la casa vimos a varias patrullas de policía frente a la misma. "¡Detente, Víctor!", le ordené. "¿Qué pasa?", me preguntó mientras desaceleraba. "Que nos crean sus padres es difícil, pero que nos crea la policía es imposible. Mínimo cinco años de cárcel nos meten. Si sus padres llamaron a la policía es porque piensan que Carla se fugó o que la secuestraron. ¿Qué crees que dirán cuando la vean llegar con nosotros y en semejante estado?", le expliqué. "¡Tienes razón, mejor vámonos de aquí y dejémosla en la sala de emergencias de alguna clínica!", me dijo. "¡Buena idea!", exclamé.

Era buena la idea, o así parecía en el momento, pero cuando nos disponíamos a seguir de largo uno de los policías nos hizo señas para que nos detuviéramos. No porque supieran quiénes éramos, sino porque seguramente querían revisar nuestros papeles. Claro que detenernos no era una opción. Menores de edad conduciendo un auto a altas horas de la noche, con algo de alcohol etílico en la sangre, y con una chica también menor de edad a bordo totalmente drogada y que además era la persona a la que buscaban. ¿Qué iban a pensar? Definitivamente, detenernos no era una opción.

No hace falta decir que seguimos de largo, y tampoco que comenzaron a seguirnos al ver que le hicimos caso omiso a sus indicaciones. Es increíble cómo en pocos segundos nos encontrábamos en toda una persecución policíaca como en las películas. De verdad que Víctor era muy hábil al volante y hacía todo lo que podía para evadirlos, a pesar de que experiencia escapando de agentes del estado era algo que no tenía. No sé cómo lo logramos pero en poco tiempo nos encontrábamos a toda velocidad por la carretera de la costa. No sabíamos adónde nos dirigíamos, sólo nos interesaba escapar de los oficiales. Sin embargo, tuvimos que detenernos de repente cuando vimos a varias patrullas esperándonos en el medio del camino. Estábamos rodeados y no teníamos escapatoria.

"Si nos entregamos, ahora menos que menos nos creerán. ¡Ni en diez años saldremos de la cárcel!", me dijo Víctor luego de cinco minutos en silencio viendo a las patrullas a nuestro alrededor. "¡No lo sé, pero pase lo que pase, tuve un día como ningún otro y no me arrepiento!", comenté, "Si pudiera echar el tiempo hacia atrás, lo único que habría hecho diferente sería dejar a Carla sola en esa fiesta". "¡Fue un buen día, sí!", me afirmó él. Luego, mirando hacia el borde de la carretera, el que daba hacia el acantilado, me preguntó: "¿Vamos a por el todo?".

¿Qué mejor día para morir que uno totalmente diferente al resto de tus días? Después de unos segundos en los que casi toda mi vida pasó frente a mis ojos, le respondí a mi irreverente amigo: "¡Al carajo con todo!", y dándole la mano le dije: "¡Fue un placer acompañarlo en este paseo!". Víctor giró entonces el volante, bajo el vidrio de su ventana, y haciéndole la señal de costumbre a la gente que nos rodeaba, puso en marcha a toda velocidad el vehículo con rumbo hacia el vacío. "¡Gerónimo!", gritó lleno de euforia a medida que caíamos. Lo único que puedo decir sobre ese último momento, es que fue como ir en una montaña rusa, pero sin esa sensación de seguridad que te da el hecho de saber que al final del trayecto, todo estará bien.

Seguramente, ahora se estarán preguntando cómo es que estoy contando todo esto si sucedió lo que acabo de narrar. No hay manera de sobrevivir a semejante caída. Sin embargo, la explicación ya la dí hace bastante rato. En las clases de Doña Gertrude Scott, algunos se divierten haciendo caricaturas de ella en sus cuadernos, y otros -como yo-, simplemente escribiendo tonterías.


Canción para acompañar:

* Fastball- "Fire Escape" (Vieja pero buena).

Película recomendada de la semana:

* "Belleza Americana" (1999) [7.5/10]. Director: Sam Mendes. Cast: Kevin Spacey, Annette Bening, Thora Birch, Mena Suvari.

-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.

20051113

Bifurcaciones...

"¡Adelante, siempre adelante!". Esta frase siempre la repetía una de las figuras principales de la novela "Marianela", escrita por el español Benito Pérez Galdós a principios del siglo pasado si mal no recuerdo. Confieso que la obra no me gustó mucho cuando la leí en el colegio, pero la frase citada de alguna manera quedó guardada en el baúl de cosas inútiles que se encuentra alojado en mi memoria.

Debe ser porque estoy de acuerdo con lo que dice que nunca la olvidé. Soy un firme creyente de que siempre hay que seguir adelante a pesar de lo adversas que sean las circunstancias. Sin embargo, es mucho más fácil decirlo que realizarlo. A veces estamos tan mareados por las vueltas que hemos dado, que perdemos la brújula y olvidamos hacia dónde estamos adelantando y hacia dónde retrocediendo. Otras veces, nuestro camino se bifurca en varias ramificaciones y, aunque todas lleven hacia delante, debemos decidirnos por la mejor opción, lo que casi nunca resulta sencillo. No porque tengamos problemas para diferenciar al camino correcto del incorrecto, sino porque tenemos cierta predilección por decidirnos siempre por la vía más fácil.

En "Perfume de Mujer" (Scent of a Woman) -una de mis películas favoritas-, el personaje interpretado por Al Pacino dice, casi al final de la misma, algo así como: "En mi vida yo siempre supe distinguir cuál era el camino correcto. Siempre lo supe, ¡sin excepción! Sin embargo, nunca lo tomé porque era demasiado difícil!". No soy de los que se aprende textualmente los diálogos de las películas, por lo que esto es meramente una paráfrasis de lo que en realidad dijo Frank Slade; no obstante, la idea es, para los efectos, la misma. El camino fácil es demasiado tentador por su propia sencillez y porque generalmente se esconde detrás de algo que nos gusta, mientras que el difícil se ve tan complicado que preferimos no tomarlo.

Lo que sucede es que lo que nos conviene y lo que queremos rara vez son la misma cosa. A ratos deseamos algo tan arduamente que, aún sabiendo que otras cosas nos benefician más, nos empeñamos tercamente en obtener eso por sobretodas las cosas. Más o menos como el niño malcriado que no está conforme hasta recibir lo quiere, del mismo modo a uno le cuesta desprenderse de lo que tal vez sólo por capricho desea. Y uno se inventa excusas, se sugestiona mentalmente para creer ciegamente en que eso que queremos es en realidad lo que más nos conviene, aún cuando en el fondo, allí detrás de los pensamientos furtivos y de las ilusiones marchitas, algo nos dice que no es así.

Y no es así. Tarde o temprano, siempre termina prevaleciendo lo que antes la intuición nos decía pero que nosotros no queríamos escuchar. Y no nos queda otra que retroceder hasta la encrucijada y tomar desanimados el camino previamente ignorado como si desembocase en el fin del mundo. Pero todo sucede por una razón, y aunque tal vez en el momento no lo parezca, siempre me ha gustado pensar que lo que nos acontece es siempre lo mejor que nos podría haber pasado. Quizá todos los obstáculos iniciales y las amarguras tempranas, son simplemente una fachada para espantar a los cobardes de tomar el camino que en realidad vale la pena. Quizá lo que hoy nos desalienta, mañana nos motive. Y por esto, cuando la penumbra nos abrume y pensemos que ya todo está acabado, lo que debemos hacer es seguir adelante, siempre adelante.

En palabras de Scarlett O'Hara, la protagonista de Lo que el viento se llevó: "Después de todo, mañana será otro día".

Canción para acompañar:

* Forty Foot Echo - "Brand New Day" (Ya fue recomendada antes, pero vale la pena hacerlo de nuevo).

Película recomendada de la semana:

* "Perfume de Mujer" (1992) [10/10]. Director: Martin Brest. Cast: Al Pacino, Chris O'Donnell, Phillip Seymour Hoffman.

¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.

20051105

Retazos..

Sin título

Si yo me marchase lejos, muy lejos.
¿De verdad importaría ó no?
¿Dejaría de sentir lo que siento,
ó acaso sería mucho peor?

Lo peor es estar y no estar,
reír y llorar,
estar tan vivo y estar muriendo,
estar tan cerca y estar tan lejos,
que no sabes si esperarlo todo,
ó si es mejor no esperar nada.

Tal vez mi intuición perdió la razón,
o quizás mi razón perdió su instinto.
Lo cierto es que no sé qué es real ni qué incierto.
Todo es confuso, todo es etéreo.
¿Es que acaso estoy soñando despierto?

No quiero irme deseando quedarme,
no quiero quedarme deseando marcharme.
¿Hay un futuro donde no ha hay presente?
¿Hay esperanza donde hay vacío?
¿Hasta cuándo resistiré sin desvanecerme?

[Abril, 1996]
La vida es cíclica, aunque los motivos sean diferentes.

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Una noche de Octubre

Octavo inning, parte baja, 2 outs. Séptimo juego de la Serie Mundial. 20 de Octubre en la noche. Batean los Bravos de Atlanta, quienes van perdiendo 3 a 2 frente a los Marineros de Seattle, los grandes favoritos. Todos en la habitación miran atentamente lo que acontece en el juego. Yo también. A diferencia de los demás, estoy viendo el juego sencillamente porque me aburre un poco menos que mirar fijamente a la pared. En realidad, me da igual cuál equipo gane, aunque durante el partido de hoy me he sentido un poco inclinado hacia los Bravos, tal vez por su condición de no favoritos, tal vez por mi necesidad de ir en contra de la mayoría.

El primer lanzamiento ante el tercer bateador del inning es una bola. Por más que intento permanecer atento al juego, mi mente comienza a divagar tal y como lo ha hecho una y otra vez durante todo el encuentro. Me cuesta no pensar por un momento en Andreína, me cuesta no imaginar que es factible lo improbable. He querido desde hace un tiempo decirle lo que siento a pesar de que sé que lo único que ganaré con esto será el poder estar en paz conmigo mismo, mas no el ser correspondido. No. Esa clase de milagros no suele ocurrir. ¿Para qué me preocupo pensando en lo que sucederá si se lo digo si sé que nunca voy a poder expresarle mis sentimientos hacia ella? No importa cuán determinado esté en decírselo, no podré resistirme a su mirada. Las pocas veces que me ha mirado a los ojos he sentido que me derrito por dentro, que pierdo toda clase de fuerzas, que pierdo el control de lo que digo y de lo que pienso. ¡Si al menos encontrara la forma de hacerlo todo más fácil!

<>, dijo uno de los comentaristas de la TV antes de anunciar que regresaban con la siguiente entrada después de unos “compromisos comerciales”, como si no fuera suficiente llenar la transmisión del juego con cuñas malas como las de Bremosil. Mientras estuve distraído, el bateador de turno conectó un elevado al jardín central que acabó siendo el tercer out. A los Bravos sólo les queda una oportunidad para ganar el juego y el título, lo que parece muy difícil.

Tocan a la puerta. Es Carlos, quien viene acompañado de Andreína, su hermana. <>, dijo el recién llegado. Andrés, en cuya casa estábamos reunidos, los recibió a los dos y en seguida llamó a su hermana para que le hiciera compañía a Andreína. Si antes se me había hecho difícil concentrarme en el partido, ahora esa dificultad se me multiplicaba n veces. ¿Cómo hago ahora para no mirarla? ¿Cómo hago para que no sea muy evidente que me muero por ella? Aunque pensándolo bien, ¿para qué ocultárselo? Mejor es que se entere de una buena vez. No, mejor no. Es preferible la seguridad de no hacer nada que la vulnerabilidad después de hacerlo todo.

<<¡Y allí esta el tercer strike!>>, dijo el narrador de la TV luego de que se ponchará el bateador que entregaba el tercer out de la parte alta de la novena entrada. Los Bravos habían retirado por la vía rápida a los Marineros y ahora iban por su última oportunidad de ganar el encuentro. <<¡Ojalá que Atlanta haga algo ahora, tienen que ganar este partido!>> dije yo tratando de ganar la simpatía de Andreína. <<¡Sí, ellos merecen ser los campeones!>> me respondió ella asintiendo con la cabeza. Por cinco segundos me sentí realizado. Para variar, ella estaba bellísima con esa blusa azul marino. Pero ella no era bella como esas mujeres despampanantes que apenas entran a un sitio se ganan las miradas de todos los allí presentes. Su belleza era de un tipo que a primera vista pasaba desapercibida, pero una vez que te percatabas de ella, sabías que estabas perdido para siempre. Era bella de un modo más intenso.

El primer bateador de los Bravos batea un rodado a la tercera base que se convierte en un out, pero el siguiente en el orden al bate conecta de hit. Andreína se emociona un poco, yo me emociono con ella. El problema con decírselo todo es que si las cosas no ocurren como yo quiero, que es lo más probable, entonces... ¿con qué voy a soñar después? ¿Qué ilusiones me quedarán?

Bobby Smith toca la bola pero hacen out al corredor en segunda. Ahora hay dos outs con Smith corriendo en primera base. José Mendoza, quien vino a batear en sustitución del pitcher conecta un batazo largo, muy largo, que incluso me hace levantar del asiento llevado por la emoción que sabía que compartía con Andreína. Pero la bola rebota y se interna en las gradas, doble por regla. Dos outs, corredores en segunda y en tercera. Viene a batear John Thompson, quien tuvo el segundo promedio de bateo más alto durante la temporada regular. Luego del primer strike, el jugador saca la bola del parque de foul, pero a pesar de los dos strikes sin bolas, la esperanza sigue viva.Al siguiente lanzamiento, Thomson extiende totalmente sus brazos y batea la bola con tal fuerza que desde un principio sabíamos que sería un jonrón. Andreína y yo brincábamos de la emoción a medida que el héroe del partido recorría las bases. Los Bravos eran los campeones. En medio de la algarabía, Andreína y yo nos besamos como si toda la vida hubiésemos estado esperando por ese beso. Algunos milagros sí ocurren. Ella me dice que lleva mucho tiempo enamorada de mí, yo le digo que llevo toda mi vida enamorado de ella. Por un momento nos olvidamos de que todos nos rodeaban y de que los Bravos celebraban su título. Por un momento, éramos sólo ella y yo unidos por un beso. Por un momento, todo esto ocurrió…en mi imaginación.

En realidad, mientras soñaba con imposibles perfectos, Thomson vió pasar el tercer strike terminando así con la esperanza de ver a los Bravos coronarse campeones y la mía de celebrarlo con Andreína. Ella notoriamente decepcionada, se levanta de su sillón, me besa en las mejillas, y lentamente se dirige hacia la puerta volviéndose una última vez justo antes de salir para decirme: <<¡Siempre hay una siguiente oportunidad!>>. Todavía hay esperanzas.

[Agosto, 2003]
100 % Ficticio

Canción para acompañar:

* Krezip - "Brighter Days".

Película recomendada de la semana:

* "For Love of the Game" (1999) [10/10]. Director: Sam Raimi. Cast: Kevin Costner, Kelly Preston, Jenna Malone. Fue la inspiración para el cuento.

-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.

20051029

El Día Después

Sus manos llenas de sangre y su memoria completamente vacía. Así se halló al abrir los ojos cuando ya era mediodía. No comprendía cómo ni por qué se encontraba en medio de una calle cualquiera en semejante estado. "Todavía debo estar soñando", se dijo a sí mismo en un fútil intento por mantener la calma, pero por más que se estrujaba los ojos, seguía viendo todo igual. Estaba bien despierto, sin duda, por lo que más le valía averiguar qué había pasado.

Se levantó del piso y notó que los harapos de lo que parecía ser un disfraz de vampiro también se encontraban ensangrentados. Sin embargo, nada le dolía. Examinó su cuerpo del pecho hacia abajo con detenimiento y al parecer no tenía ninguna herida. "¿Por qué estoy bañado en sangre si no siento estar herido?", se preguntó entonces, y sólo le vino a la mente una respuesta plausible: la sangre no era suya. ¿De quién era entonces?

Intentó pedirle ayuda a una señora que venía caminando en dirección suya, pero ésta apenas al verlo salió corriendo despavorida como si hubiese visto a Satanás en persona. "¡Seguramente piensa que voy a robarle!", pensó Jonás, y decidió que era mejor buscar socorro en alguien menos propenso a asustarse.

Se dirigió entonces a una esquina y vio que cerca había una estación de gasolina donde se encontraban unos camioneros. “¡Por favor, ayúdenme, no sé dónde estoy ni qué me ha pasado!”, les gritó ingenuamente el muchacho al irse acercando, pero estos también huyeron con miedo cuando lo observaron venir. “¿Los camioneros también temen que les robe? ¡Esto sí que es extraño!”, exclamó Jonás e intentó perseguirlos para explicarles que no era su intención despojarles de sus pertenencias.

El joven corría por la calle y miraba con estupefacción cómo todo el mundo salía espantando al verlo a él. “¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué me temen?”, les interrogaba el muchacho, pero cuando lo hacía ya todos estaban muy lejos como para escucharle. Sintiéndose totalmente sólo, deambuló por las calles del pueblo hasta que poco antes del crepúsculo, en un bote de basura halló algo que explicaba gran parte de lo que sucedía. Había encontrado un periódico con el siguiente titular: “Cincuenta personas asesinadas en fiesta de Halloween”.

Jonás comenzó a leer la noticia sobre un hombre que pierde la razón y con un arma automática comienza a dispararle a todos los presentes en una fiesta de Halloween y luego escapa, pero un sentimiento de culpa no le permitió continuar con la lectura. No necesitaba leer más para confirmar una suposición que en el fondo de su mente había comenzado a formarse algunas horas atrás: había cometido un terrible crimen y por eso su vestimenta estaba impregnada de una sangre que no era la de él.

Recordaba haber asistido a una fiesta de Noche de Brujas el día anterior, pero a partir de allí todo estaba en blanco para él. Si él nunca en su vida había sentido instintos asesinos, ¿cómo pudo ser capaz de algo tan atroz? En su sano juicio, estaba seguro que nunca jamás habría hecho algo así, mas… ¿de qué le sirve esto ahora? Cuerdo o no, le había desgraciado la vida a muchas personas y ya nada podía hacer para remediarlo. ¿Cómo iba a poder verle la cara de nuevo a sus seres queridos? Ya la gente huía de él cuando lo veían. ¿Cómo podría vivir sabiéndose culpable de tan penoso crimen? Entonces una idea fatal cruzó por su mente. Estaba seguro de que no iba a poder vivir así.

Subió hasta la azotea de uno de los edificios cercanos y se acercó al borde, cerró los ojos, y pidiendo perdón en su alma se lanzó al vacío. La caída duró fracciones de segundo, pero a él le parecieron una eternidad. Un estremecimiento en todo su cuerpo sintió al impactar contra el suelo, pero no sintió dolor. “¡No es tan desagradable morir después de todo!”, pensó mientras yacía inmóvil en el suelo, y fue entonces cuando abrió los ojos y se dio cuenta de que su intento suicida había fracasado. “¿Será que un espíritu maligno se apoderó de mí y me hizo cometer ese crimen además de concederme poderes sobrenaturales?”, se preguntó Jonás incrédulo, y luego se levantó del suelo y se acercó hasta un automóvil que estaba parqueado cerca para intentar ver su reflejo en el espejo retrovisor. En el sitio donde había caído, sólo quedaba un poco de sangre y los restos de algo que prefirió no indagar mucho qué era.

Al ver el reflejo de su rostro en el espejo del auto, notó que estaba pálido y que en su cráneo había unos orificios del diámetro de una bala y donde asomaban parte de sus sesos. Anonadado, se echó al suelo y comenzó a llorar de desesperación. Acababa de comprender lo que realmente había sucedido. Él no era el asesino de Halloween; él había sido una de sus víctimas.


Canción para acompañar:

* Sleeping at Last - "Brightly".

Película recomendada de la semana:

* "Corpse Bride" (2005) [7.5/10]. Director: Tim Burton. Cast: Johnny Depp, Helena Bonham Carter.

-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.

20051022

Guía cinematográfica para fin de año y parte del próximo

En esta época del año es que empiezan a aparecer en la cartelera cinematográfica las películas que más valen la pena ver. Una vez que pasa el verano y comienzan a desaparecer los "blockbusters", esos fenómenos taquilleros llenos de efectos especiales pero que rara vez tienen algún valor artístico (e.g: Los Cuatro Fantásticos), es que comienza la temporada de las películas que realmente quieren transmitir algo. Yo no tengo ningún problema en ir de vez en cuando al cine a que me saturen de efectos viendo a un monstruo de la taquilla como Spiderman, por ejemplo, ya que esta clase de cintas casi siempre logran su cometido de entretenernos y hacernos pasar un rato diferente. Sin embargo, mis favoritas siempre son aquellas obras del séptimo arte que tienen algo que decir, y que cuentan con grandes guiones y actuaciones.´

Las películas prontas a estrenarse (o recién estrenadas y que aún no he visto), que más atraen mi atención (incluyendo superproducciones) son las siguientes:


Capote: Truman Capote fue uno de los grandes novelistas norteamericanos del siglo XX, siendo sus obras más famosas: "Breakfast at Tiffany's" y "A Sangre Fría". Esta última, es una "novela-documental" que relata el asesinato de una familia de cuatro miembros de Kansas que sucedió en la vida real. La película, con Phillip Seymour Hoffman en el papel principal, se centra en el proceso de investigación que realizó Capote para escribir el libro, y en la cercana amistad que llegó a entablar con Perry Smith, uno de los asesinos. El señor Hoffman (Perfume de Mujer, Cold Mountain, Red Dragon, Magnolia, Patch Adams, Twister), es uno de esos actores que salen en casi todas las películas que hemos visto, pero que nunca nos acordamos de él. Quizás esto cambie después de "Capote", ya que la crítica alaba mucho su actuación y desde ya lo perfilan como favorito al Oscar por Mejor Actor. Es difícil pasar desapercibido con un Oscar en tu bolsillo. Director: Bennett Miller. Cast: Phillip Seymour Hoffman, Chris Cooper.



Oliver Twist: Ver los nombres de Charles Dickens y Roman Polanski juntos en un proyecto, sin duda ya lo hace bastante interesante. Casualmente, estoy por terminar de leer la famosa novela de ese gran escritor inglés del siglo XIX, y la verdad es que me ha gustado mucho. Sin embargo, la historia de Oliver Twist, hoy en día, no es tan novedosa como en la época en la que fue escrita, ya que -como casi todo lo escrito por Dickens (¿les suena "Un cuento de Navidad", versionado hasta por Disney y "Salvado por la Campana"?)- ha sido copiada una y otra vez en otros libros, películas y obras de teatro. En resumen, trata sobre un niño de corazón muy noble que se cría en un terrible orfanato y que al cumplir 10 años se escapa a Londrés donde vive una serie de aventuras. La madre de Oliver murió al dar a luz sin nada que la identificase, y por eso el niño creció en la miseria ignorando que provenía de una familia rica. Lo maravilloso del libro es la forma como está escrito, ya que Dickens tiene un estilo muy ameno cargado de ironía (muy diferente a la mayoría de los escritores de la Inglaterra victoriana), y por eso es difícil que la película resulte tan interesante como el libro. Sin embargo, es obligatorio ver cómo Polanski adapta esta historia al celuloide.
Director: Roman Polanski ("El Pianista"). Cast: Ben Kingsley y una serie de desconocidos.



Corpse Bride (El cadáver de la Novia): Esta lista no está reservada únicamente a películas de poco presupuesto, elaboradas sin efectos especiales y sin grandes pretensiones de taquilla. Cualquier película que cuente con Tim Burton de director, ya la hace digna de ver, y si a ello le agregamos unas animaciones como las de "Nightmare Before Christmas" -y una historia que bien podría ser la continuación-, tenemos una película que debemos ver a juro y porque sí. A estas alturas, ya todo el mundo debe haber visto los trailers y saber bien de qué se trata, por lo que no lo voy a repetir acá.
Director: Tim Burton. Cast: Johnny Depp y Helena Bonham Carter.



Memorias de una Geisha: No he leído el libro, pero sé que trata sobre una niña de nueve años que es vendida a una casa de Geishas en Kyoto y que luego se convierte en una de las Geishas más deseadas de Japón. Esta película iba a ser dirigida por Spielberg, pero afortunadamente lo terminó haciendo Rob Marshall (el director de Chicago), y el resultado al parecer es tan bueno que es la favorita para ganar en los premios de la Academia. Claro, también ayuda que cuente entre sus guionistas con Akiva Goldsman, el mismo de "Una Mente Brillante", y con las actuaciones de la bellísima Ziyi Zhang (que es china, no japonesa, pero igual nos creemos el cuento) y con Ken Watanabe de "El Último Samurai".
Director: Rob Marshall. Cast: Ziyi Zhang ("Héroe", "La casa de las dagas voladoras", "El tigre y el dragón"), Ken Watanabe, Michelle Yeoh y Gong Li.



Las Crónicas de Narnia: El león, la bruja y el armario: Es una superproducción de Disney, dirigida al público infantil y que será un éxito de taquilla, pero igual yo la quiero ver. Se ve que está bien hecha y las personas que han leído los libros de C. S. Lewis quedan fascinados con la historia.
Director: Andrew Adamson. Cast: Tilda Swinton (Gabriel en Konstantine), Liam Neeson, Rupert Everett.



Los Tres Entierros de Melquiades Estrada: Una de mis películas favoritas es 21 Gramos, por lo que cuando me enteré que esta película contaba con Guillermo Arriaga como su guionista, sin duda llamó mi atención. Además, representa el debut como director de su protagonista: Tommy Lee Jones. La historia consiste en un hombre que es asesinado y enterrado en un desierto en Texas. Posteriormente, el cuerpo es encontrado y se le realiza un nuevo sepelio en el cementerio de un pueblo texano. Pete Perkins (Jones), en su deseo de cumplir la promesa que le hizo a su mejor amigo de enterrarlo en su pueblo natal en México, secuestra a un oficial, le obliga a desenterrar el cuerpo de su amigo, lo ata a una mula, y emprende un viaje quijotesco hasta México. Esta película ha ganado premios en todos los festivales de cine en los que ha participado, incluyendo Mejor Actor y Mejor Guión en Cannes 2005. Me da la impresión de que vale la pena verla.
Director: Tommy Lee Jones. Cast: Tommy Lee Jones.


Babel: Si a Guillermo Arriaga (guionista de 21 Gramos y de la película anterior), lo unen de nuevo en un proyecto con Alejandro González Iñárritu (director de 21 Gramos), que además incluye a Brad Pitt, Cate Blanchett, y Gael García Bernal; el resultado tiene que ser muy bueno. El estreno de esta película está pautado para mayo del 2006, por lo que se conoce poco de la historia y aún no tiene poster. Lo que se sabe hasta ahora es que la trama se desarrolla simultáneamente en Marruecos, Tunisia, México y Japón; por lo que se trata, nuevamente, de historias paralelas.
Director: Alejandro González Iñárritu. Cast: Brad Pitt, Cate Blanchett y Gael García Bernal.



El Código Da Vinci: Confieso que no he leído el libro (ni tengo mucho interés en hacerlo), pero que esta adaptación cinematográfica cuente con Ron Howard y Akiva Goldsman (director y guionista de "Una Mente Brillante", respectivamente), y con Tom Hanks, Audrey Tautou (Amélie), Alfred Molina (Dr Octopus en Spiderman II), Sir Ian McKellen (Gandalf) y Jean Reno; la hace obligatoria de ver.
Director: Ron Howard. Cast: Tom Hanks, Audrey Tautou, Sir Ian Mckellen, Alfred Molina y Jean Reno.


The Science of Sleep: Michel Gondry, el director de una de mis películas favoritas: "Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos", dirige esta cinta protagonizada por Gael García Bernal. Será estrenada en el 2006´y aún no tiene poster, pero se sabe que la trama gira en torno a un hombre que no puede despertar de un sueño porque las personas con las que sueña lo mantienen cautivo. Esta vez el guión lo realizó el mismo Gondry y no Charlie Kauffman.
Director: Michel Gondry. Cast: Gael García Bernal.



Monsieur Batignole: Esta película francesa es del 2002, pero luego del éxito que tuvo a nivel mundial Gérard Jugnot con la excelente "Les Choristes", decidieron comercializar esta cinta fuera de Francia. Aquí, Jugnot es un tímido héroe que, durante la ocupación Nazi de Francia, esconde a unos niños judíos para salvarlos del holocausto. Dicen que esta película es para Francia, lo que "La Vida es Bella" es para Italia. Hay que verla.
Director: Gérard Jugnot. Cast: Gerard Jugnot.


Harry Potter y el cáliz de fuego: Si vi las tres anteriores, ¿por qué no ver la cuarta? No he leído ninguno de los libros de la señora Rowlings, pero me parece que le hacen mucho bien al hábito de la lectura en los niños y adolescentes. Lo malo es que en esta nueva entrega no repite Alfonso Cuarón como director. Sin embargo, Mike Newell (Mona Lisa Smile, Donnie Brasco, Cuatro Bodas y un Funeral) no es una mala opción.
Director: Mike Newell. Cast: Los de siempre.

Canción para acompañar:

* Midtown - "Like a Movie".

-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.

20051014

El Héroe ante Sus Ojos

Sus ojos estaban fijos en él, pero en realidad no lo estaba mirando. Su mente se encontraba dispersa mientras aún intentaba asimilar lo que acababa de suceder. No quería pensar en nada concreto en ese momento, mucho menos en el futuro inmediato. Las angustias y las preocupaciones bien podían esperar otro rato.

Notó que en su rostro se encontraban las huellas de una sonrisa. La misma que él estaba acostumbrado a ver desde que era un niño y que el hombre que tenía frente a sí siempre llevaba cuando llegaba del trabajo y los encontraba a ellos haciendo cualquier cosa: jugando, estudiando, durmiendo... no importaba. Él era feliz con sólo ver a sus hijos. Verlos era todo lo que necesitaba para sentirse orgulloso, y orgullosos era como ellos se sentían de tenerlo a él como padre. No tenían nada que reprocharle, pero sí mucho que agradecerle.

Recordó entonces la primera ocasión en la que lo vio bailar con su madre. Él tenía cuatro años y habían ido de paseo a un parque. Una retreta de esas que tocan canciones de hace cien años se encontraba amenizando la tarde y su padre no pudo resistir la tentación de llevar a su señora esposa a la improvisada pista de baile. Puntos de sombra y de luz invadían el lugar producto de los rayos del sol filtrándose a través de los árboles. Aves de todos colores adornaban el cielo. Las notas alegres de la música de antaño contribuían a hacer de ese día uno muy especial. Sin embargo, lo que más marcó para él esa tarde fue la expresión de felicidad de su madre mientras danzaba. Hacerla tan feliz a ella estaba, sin duda, de primero en la lista de cosas que agradecerle.

Rememoró luego la admiración que sintió por él cuando lo llevó a aquel partido de fútbol y lo mantuvo todo el tiempo sobre sus hombros para que pudiera ver el juego. “¿Seguro que no estás cansado, papá?”, le preguntó el niño con sincera preocupación al finalizar la primera mitad. “No estoy cansado. ¡Tranquilo, hijo!”, le contestó valientemente él a pesar de que el cansancio que tenía era evidente con cada jadeo de su respuesta. En ese instante él supo que para su padre, el bienestar de sus hijos estaba por encima del suyo propio, como comprobaría después cada vez que le pedía hacer algo que implicara un sacrificio de su parte. Por ejemplo, cuando a la medianoche lo llamaba para que lo fuera a buscar a casa de un amigo, o cuando lo despertaba de madrugada para pedirle que llevara a otro compañero a su casa. Nunca se quejaba y siempre estaba dispuesto a ayudarle. ¿Qué más le podía pedir?

Pasaba buenos ratos viendo películas con él, y también jugando o conversando. Con él podía hablar de todo. Durante un tiempo llegó a pensar inclusive que su padre tenía las respuestas a todas las preguntas que pudieran realizarse. “¿De qué están hechos los sueños?”, le preguntó en una ocasión. “Los sueños están hechos de imaginación”, le respondió su padre después de pensarlo un poco. “¿Y dónde puedo comprar un poco de imaginación?, volvió a preguntar el curioso niño. “Pues en las librerías”, replicó con naturalidad su papá. “¿En las librerías?”, dijo atónito el preguntón. “¡Pues sí! Cuando compras un libro compras también un poco de imaginación”, explicó. Y así, el hábito de la lectura se convirtió también en algo más que tenía que agradecerle a su progenitor.

Pasaron las horas y a su memoria seguían llegando recuerdos felices. El nostálgico hijo no pudo evitar que una tímida lágrima se asomase a través de su ojo derecho. Sin embargo, él ya no estaba triste. En el fondo, más bien estaba contento, porque había descubierto que una parte de su padre permanecería viva en él para siempre. En sus recuerdos, el gran superhéroe seguiría ganando batallas.

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Para Luis.
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Con esto también participo en El Juego


Canción para acompañar:

* Pearl Jam - "Man of the Hour".

Película recomendada de la semana:

* "Big Fish" (2003) [10/10]. Director: Tim Burton. Cast: Ewan McGregor, Albert Finney, Alison Lohman, Jessica Lange, Helena Bonham-Carter.

-H.G.

20051008

Mientras haya agua tibia

La noche había sido cualquier cosa menos agradable. Tratar de no invadir el espacio físico de otro mientras duermes y, al mismo tiempo, velar por que el agua que se filtra a través de una lona no invada el tuyo, dista mucho de ser mi definición de una buena noche. Para completar, la lluvia no cesó en ningún momento. La fuerte tormenta me hacía pensar que en cualquier instante la frágil carpa nos caería encima. ¡Cuánta falta me hacía la comodidad de mi cama esa noche!

A las 6:00 a.m. ya nos tenían afuera haciendo calistenia. Mejor así, mientras más rápido comenzara el día, más rápido llegaría la hora de irnos. Durante la mañana recogimos todas nuestras cosas para partir luego del almuerzo, el cual por cierto, fue el mejor que he tenido en mi vida. Consistió de una pasta mal hecha acompañada de carne enlatada, pero esto a mí me supo a gloria. La mejor sazón que se le puede dar a una comida es la que le otorga el hambre que se tenga, y yo nunca había tenido tanta como en esa oportunidad.

Fue durante ese campamento de los Scouts que por primera vez me di cuenta de lo que tenía en casa. “¡Extraño todo lo de mi casa! ¡Extraño hasta los martillazos que dan los obreros que están trabajando en la construcción!”, decía uno de mis compañeros quien además era mi vecino. Mientras tanto, yo me repetía a mí mismo que no abandonaría de nuevo a mi casa por nada del mundo. Sin embargo, no había pasado ni una semana de vuelta en mi casa cuando yo ya estaba contando los días hasta el próximo campamento. ¿Qué puedo decir? Sólo tenía 12 años.

Lo cierto es que pareciera que debemos vernos privados de algo para poder darnos cuenta del valor que eso tiene para nosotros. El problema, desde mi punto de vista, es que solemos dar todo por sentado. Tu madre siempre estará allí para cuidar de ti, tu hogar nunca dejará de ser tu hogar, papá jamás dejará de estar contigo, el agua caliente nunca faltará en nuestras duchas, así como tampoco la electricidad en nuestras casas. Tus amigos siempre serán tus amigos, tu mascota vivirá eternamente, y tu programa de TV favorito en ningún momento dejará de ser transmitido. Pensamos –o queremos pensar-, que nada nunca cambiará y que todos te acompañarán siempre porque la razón de ser de ellos es precisamente estar allí para ti. Y así, cualquier día de nuestras vidas podría de pronto convertirse en el día menos pensado: el día en que todo cambió.

Lo queramos o no, tarde o temprano todo va a cambiar. A veces podemos hacer ciertas cosas para retrasar ese día, pero lo mejor que podemos hacer es simplemente aprender a apreciar lo que tenemos mientras aún no hemos dejado de tenerlo y sentirnos afortunados durante este tiempo. Es triste cuando algo o alguien se va de nuestras vidas y es a partir de entonces que nos damos cuenta de todo lo que significaba para nosotros. ¿A quién no le ha pasado? Por eso es mejor aprender a valorar cada cosa cuando aún hay tiempo para disfrutarlas. ¿Es necesario ducharnos con agua fría para saber cuánto nos gusta el agua caliente?

Y lo peor es cuando precisamente por no apreciar bien algo, lo perdemos. Por ejemplo, cuando descuidamos a los amigos. Se tiende a creer que si perdemos a un amigo ahora, podremos encontrar a un sustituto fácilmente más adelante. Sin embargo, un verdadero amigo, de aquellos que valen la pena por sus valores y por una serie de características que no viene al caso enumerar ahora, no es fácilmente reemplazable. Por eso debemos cuidarlos y no dar por sentado que siempre vamos a tenerlos.

Lo mismo puede aplicarse con la familia, con una época en tu vida, con el dinero, una cosa, una experiencia… en fin, con todo. ¿No es mejor valorar lo que tenemos mientras aún haya agua tibia?

Canción para acompañar:

* 30 Seconds to Mars - "A Modern Myth" (el grupo del actor Jared Leto).

Película recomendada de la semana:

* "Matchstick Men" (2003) [10/10]. Director: Ridley Scott. Cast: Nicholas Cage, Sam Rockwell, Alison Lohman.

-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.

20051001

Antes de que vengan los lobos...

“Siempre escucha a tu madre, ¿entiendes? Has lo que ella te diga. Ella es tu mejor amiga. Dile que la quieres todos los días. Ahora eres muy joven para interesarte en las chicas, pero ya llegará el momento, y cuando lo haga, trátalas como princesas, porque eso es lo que ellas son. Cuando digas que vas a hacer algo, ¡hazlo! Porque tu palabra es tu legado y es todo lo que tú tienes…. Y el dinero, has todo el dinero que puedas incluso si tienes que venderte de vez en cuando. No seas estúpido como tu padre: todo es mucho más fácil con dinero, hijo. ¡No fumes! Se amable con las personas. Si alguien te acusa de algo -tú sabes que hemos hablado sobre esto-, enfréntatele y se un hombre. Y aléjate de las cosas malas, hijo. No te veas atrapado en cosas malas. ¡Hay tantas cosas buenas allá afuera para ti! ¡Yo nunca te dejaré! ¡Siempre estaré contigo justo ahí! [señalando al corazón del niño]. ¡Te quiero, hijo!”

La cita anterior son las palabras con las que se despide de su hijo de 11 años el personaje interpretado por Denzel Washington en la película “John Q”, conocida en Latinoamérica por su traducción literal, esta es: “Situación Extrema”. Consiste de un padre de pocos recursos económicos que, en medio de la desesperación, secuestra la sala de emergencia de un hospital para presionarlos y hacer que atiendan a su hijo gravemente enfermo del corazón. La película vale la pena verla. Si no lo han hecho aún, véanla ya. Cuenta con una buena dirección, un excelente guión, impecables actuaciones, una gran trama, en fin… todo lo que uno puede pedirle a una película para poder disfrutar de ella. Sin embargo, no es sobre “John Q.” que quiero hablar en esta ocasión.

La frase citada se podría decir que es el recetario a seguir para tener una buena vida y ser una buena persona. Tratar a las mujeres como princesas, ser amable con las personas, tener la ambición de querer tener dinero pero sin perjudicar a terceros, alejarse de las cosas malas, hacerles caso a nuestras madres…. Todos, sin excepción, son buenos consejos, excelentes consejos; pero hay uno que quizás pasa desapercibido y que es en el que me quiero centrar: “Cuando digas que vas a hacer algo, ¡hazlo! Porque tu palabra es tu legado y es todo lo que tú tienes”.

Es así. Nuestra palabra es lo único que tenemos y es el indicador fundamental de la clase de persona que somos. Si nadie cree en nosotros, es porque no hemos merecido que nos crean y viceversa. Lamentablemente, muchas personas no le dan la importancia necesaria a esto y no se dan cuenta de cómo poco a poco van degradando el valor de lo que dicen.

Generalmente, se piensa que la palabra de uno se deteriora únicamente cuando uno dice grandes mentiras, y como la mayoría de las personas casi nunca dice grandes mentiras (sino muchas de las pequeñas), entonces piensan que el grado de confianza que inspiran siempre estará intacto. Sin embargo, son los pequeños detalles cotidianos los que hacen que creas o dejes de creer en alguien. Son las cosas, a simple vista insignificantes, que dejas de cumplir las que más contribuyen a que los demás pierdan su fe en ti. Cada vez que quedas con alguien en reunirse a tal hora y por alguna razón no puedes (así no sea intencionalmente), tu palabra está sufriendo un duro golpe. Cada vez que dices que vas a hacer algo y no lo haces, no importa cuán simple sea, tu palabra se está viendo mermada. ¿Por qué? Pues sencillamente porque si le fallas a una persona en algo así sea trivial, ¿cómo vas a esperar que esa persona confíe en ti para algo más serio?

Claro, inconvenientes pasan todo el tiempo. Por una vez que dejes de ir al sitio donde le aseguraste a tus amigos que ibas a ir porque cuando llegó el momento te sentiste muy cansado, no pasa nada. Eso podría pasarle a cualquiera. Pero cuando es una y otra vez que quedas mal, así nunca hayas tenido realmente la culpa, las otras personas inevitablemente dejarán de creerte. Y esto es algo triste, porque no sólo estás ganando que dejen de invitarte a cualquier lugar, sino que también estás logrando que tus amigos se alejen de ti, porque… ¿cómo puedes ser amigo(a) de alguien en quien no puedes confiar?

Para evitar esto hay dos posibles alternativas:

1.- Cuando des tu palabra de que vas a hacer algo, intenta hacerlo como si tu vida dependiera de ello. Es importante, de verdad que sí. Y si por alguna razón REALMENTE relevante (nos invaden los extraterrestres, hubo un terremoto, un tsunami, Katrina, etc.) no pudiste cumplir con lo que dijiste, demuéstrale a los que les quedaste mal cuánto lamentas esto.

2.- Si no estás seguro de poder cumplir, no pongas tu palabra en juego. Si te invitan a salir hoy en la noche pero no sabes si estarás de ánimo para hacerlo, o si no sabes si el trabajo o los estudios te lo permitirán, di que no ó al menos transmíteles que no estás seguro. Nadie te pone una pistola en la cabeza para obligarte a comprometerte. Es preferible decir que no y luego sorprenderlos con tu presencia, que decir que sí para luego embarcarlos.

Sería muy triste que nos pasara como la fábula aquella del niño y el lobo y que no nos crean cuando sea importante que lo hagan. Particularmente, le doy mucha importancia a que crean en mí mis amigos, y por eso creo sinceramente que me he ganado la confianza de ellos (¡digan lo contrario para que se las vean conmigo!). A veces se molestan porque no doy seguridad de que haré tal cosa hasta que no esté totalmente seguro de que puedo, pero saben que cuando digo que allí voy a estar es porque, en efecto, allí estaré.

La confianza no la puedes comprar, sino que debes ganártela. Dale la importancia que merece, después de todo: “…tu palabra es tu legado y es todo lo que tú tienes”.


Canción para acompañar:

* The Rasmus - "Dead Promises".

Película recomendada de la semana:

* "John Q." (2002) [10/10]. Director: Nick Cassavetes. Cast: Denzel Washington, Robert Duvall, James Woods, Anne Heche, Eddie Griffin, Ray Liotta.

-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.

20050924

El Gran Hermano

Chequeó una y otra vez que tuviese a la mano todo el equipo necesario para hacer su trabajo. Fue muy meticuloso al respecto: primero acercó las cremas que utilizaría, luego los cepillos grandes y chicos, posteriormente colocó a su alcance un trozo de tela del color adecuado, y -por último- un pequeño pote de agua mineral que resultó ser un rociador improvisado del siempre útil líquido. La verdad es que yo ya estaba impaciente porque comenzara. Mi pierna izquierda amenazaba con dormirse en cualquier momento por la posición en la que se encontraba. La tenía colocada sobre una caja de madera que servía de apoyo para poner los zapatos.

Justo antes de empezar a realizar su tarea, me miró por un instante a los ojos. Fue entonces cuando pude ver la clase de persona que era. “Los ojos son el espejo del alma”, dicen por ahí y yo creo que es cierto. Siempre he pensado que los ojos dicen mucho de una persona y aunque esto nunca llegará a ser una ciencia exacta, al menos nos permite hacernos una idea relativamente clara de la forma de ser de alguien. En este caso particular, su mirada derrochaba nobleza. Era alegre y melancólica al mismo tiempo, con un brillo se puede decir que opaco. Era la mirada de alguien a quien tú sólo quisieras que le sucedieran cosas buenas, de alguien trabajador y preocupado por su familia. Al menos así me pareció a mí y no me costó mucho comprobarlo.

“¡Tener los zapatos bien limpios representa mucho!”, me dijo mientras le aplicaba la crema de color marrón a mis zapatos castaño rojizo. Yo no sabía qué me impresionaba más: si el empeño que le ponía a una tarea tan poco atractiva como pulir un calzado, o el hecho de que todo el que pasara frente a su improvisado taller de zapatería lo saludara. “¡Hermano!”, le gritaba cuanto hombre, mujer o niño caminaba por esa esquina de Caracas, y él les respondía llamándolos de la misma forma sin interrumpir en ningún momento su labor. No lo llamaban así por ser todos miembros de alguna secta religiosa, sino porque esa era la expresión que utilizaba él para referirse a todo el mundo. “¡Hermano, mira lo que le compré a mi hija!”, le interrumpió un señor que cargaba un cachorro de cocker entre sus brazos. “¡Qué bueno!”, le contestó El Hermano, “¡ella siempre que pasaba por aquí me decía que quería un perro!”; y el orgulloso padre, acto seguido, procedió a relatar cómo fue la aventura de la adquisición de la mascota para su pequeña. A pesar de estar atento a la historia, el trabajador hombre nunca dejó de pasarle con esmero uno de los cepillos a mis zapatos.

Desde un buen tiempo atrás me había fijado yo en su puesto callejero de reparación y limpieza de calzado. Quedaba a mitad de camino entre mi trabajo y el sitio donde regularmente almuerzo. Sin embargo, por diversas razones nunca había podido lograr que me atendiera. Bien sea porque yo andaba acompañado y no quería hacerlos esperar a ellos, ó porque habían otros clientes por delante de mí. Por supuesto que yo podía limpiar mis zapatos por mi cuenta -esta es una de las pocas actividades manuales que realmente hago bien-, pero tenía que comprar primero todo el equipo necesario para hacerlo y también me daba pereza. De cualquier modo, lo más importante era obtener un buen resultado, y esto fue precisamente lo que obtuve con El Hermano.

¿Cómo no iba a quedar conforme con el trabajo de alguien que se esforzaba tanto? Hay que tomar en cuenta que las condiciones en las que él laboraba distaban mucho de ser las ideales. Para empezar, su puesto de trabajo quedaba en la calle y estaba sujeto a las inclemencias del clima. Ese día, por ejemplo, el sol estaba insufrible, y la silla del cliente era la única que cabía en el único espacio con sombra que había en esa acera. Cualquier otra persona realizaría la labor que El Hermano desempeñaba de mala gana, sobretodo por lo mal remunerado que es el oficio de limpiar zapatos, pero él no. Él mantenía su buen humor y le ponía una gran dedicación a lo que hacía, como si fuera un artista a punto de terminar su obra maestra. Si todo el mundo se empeñara en hacer sus respectivos trabajos lo mejor posible como él hombre que se encontraba ante mí, sin duda el mundo no tendría tantos problemas. ¿Cuántos gerentes y ejecutivos no hay que pasan todo el día en la comodidad de su oficina con aire acondicionado y sin embargo no hacen más que gritar todo el tiempo y tener mal ánimo? Está claro que uno no sabe lo que tiene hasta que deja de tenerlo…

“¡Tome, mijo!”, le ordenó una señora anciana mientras le ofrecía un vaso de agua, “¡con ese sol que hace se debe estar muriendo de sed!”. El hombre se lo bebe de un trago no sin antes darle las gracias. Seguramente, sus cualidades humanas le habían hecho merecedor de que la gente estuviese pendiente de él y lo trataran tan bien. El Hermano ya estaba a punto de terminar su labor en mis dos zapatos. Cuando lo hizo, me miró con la satisfacción de saber que realizó un buen trabajo. Quedaron impecables, de verdad que sí. Procedí entonces a pagarle lo que me pareció una suma irrisoria al hombre que debía estar arribando a su sexta década de vida, a darle las gracias y a desearle una buena tarde. “¡Igualmente!”, me respondió el buen hombre para luego agregar: “¡Ya sabe que aquí estamos a la orden!”. Yo sonreí y emprendí entonces mi camino de regreso a mi lugar de trabajo.

De ahora en adelante, dudo mucho que mis zapatos vuelvan a pasar mucho tiempo sin estar impecables.


Canción para acompañar:

* Goo Goo Dolls - "Better Days" (Excelente la nueva canción de los Goo Goo's).


Película recomendada de la semana:

* "The Hurricane" (1999) [8/10]. Director: Norman Jewison. Cast: Denzel Washington.


-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.