Hay quienes piensan que la única verdad absoluta en el Universo, es que no existe ninguna otra verdad absoluta. Lo que es cierto para algunos, bien puede no serlo para otros. Sin embargo, hay una cosa que, en mi opinión, se asemeja bastante a una verdad absoluta, y es que toda persona en el mundo lo que quiere es ser feliz. ¿A quién no le gustaría ser feliz? Lo que varía, claro está, es eso que hace feliz a cada quien, ó, tal vez, eso que cada quien cree que le hace feliz.
Así, algunos buscan la felicidad en lo espiritual, otros en lo material, lo intelectual, la fama, los placeres, ó, en cualquier otra cosa de su agrado. A veces, hasta de forma obsesiva, tanto así, que terminan olvidando que el objetivo era simplemente ser felices y terminan pensando que lo importante es lograr, contra viento y marea, alguna meta que en cierto momento de nuestras vidas pensamos nos proporcionaría la felicidad plena.
Yo no puedo decir cómo es que podemos alcanzar la felicidad plena porque lo cierto es que no lo sé, yo no la he alcanzado. No obstante, sí puedo decir lo que pienso al respecto, empezando por el hecho de que dudo mucho que de verdad exista algo así. Nadie es completamente feliz ni totalmente infeliz. Todos tenemos nuestros momentos buenos y nuestros momentos malos en esta montaña rusa emocional que llamamos: vida. La clave, pienso yo, es hacer lo posible para que la suma de los momentos buenos supere por mucho a la de los malos, y de este modo, ser en promedio más felices que infelices, más alegres que tristes. Mas, la pregunta ahora es: ¿cuáles son los momentos en los que somos realmente felices?
Por otro lado, se puede soñar con ganar un Oscar, Nóbel, Pullitzer, Grammy, Balón de Oro, o el premio que se nos antoje. Ser presidente de la compañía más prestigiosa del mundo. Pertenecer a la nobleza. Desarrollar una nueva teoría en Física. Pintar un cuadro famoso, etc., y aún así no seríamos del todo felices. ¿De qué nos sirve tanto éxito y fama sin personas valiosas a nuestro alrededor con quién compartirlo? A todos nos gusta que nos admiren y puede que inclusive causar un poco de envidia, pero… ¿qué se gana realmente con eso? Al día siguiente de lograr algo así, ya te das cuenta de lo efímeros que son la fama y el prestigio, efímeros además de un poco inútiles.
De todo esto se hace obvio que para vivir felices hace falta un poco de todo. Un equilibrio entre todas aquellas cosas que nos gustan o nos convienen (siempre he pensado que los excesos nunca son buenos), pero también se hace obvio que no necesitamos esperar veinte años para haber reunido doscientos millones de dólares para en ese momento elegir ser felices. Podemos ser felices desde este momento. ¿Por qué sacrificar el presente en aras de un mejor futuro? ¿Por qué no mejor buscar la manera de disfrutar del presente Y del futuro?
En mi caso, puedo ser feliz mientras leo un buen libro, observo una buena película (preferiblemente bien acompañado), degusto un plato exquisito, me como un dulce, cuando tengo que hacer una tediosa diligencia y siento que mi mano la toma alguien a quien adoro recordándome que no estoy solo, cuando la miro y sus ojos me dicen que está contenta, al recibir un mensaje de texto de ella, al ver un atardecer en el mar, ó al azul de un cielo despejado, ó cualquier paisaje de esos tan majestuosos que parecieran querer gritar que Dios existe, haciendo reír a mi hermano pequeño y a mis primitos, al sostener una buena conversación, al escuchar música nueva y que me guste, descubrir algo que me entretenga, ir de compras, poder reírme de algo serio, conocer gente que valga la pena, y tantas cosas más que de verdad son tan sencillas, que los yates y las mansiones mejor es dejarlos para después, aunque sin perderlos de vista.
Que te hace feliz a ti?
-H.G.