20081123

Ofelia y Ezequiel

Tomó su mano y apretó sus dedos.

No quería verla llorar.

“¡Sigo aquí!”, quiso decirle, pero sabía que ella no podía escucharlo. También sabía que ella no podía sentir lo que sus manos querían hacer.

Él miraba llorar a su amada, y ella veía la imagen distorsionada de lo que había más allá de la ventana. Todo era confuso a través de sus lágrimas, las cuales segundo a segundo resbalaban por sus delicadas mejillas y se dispersaban en la cama. Él deseaba poder atraparlas y conservarlas como pequeños tesoros que le enriquecieran el alma. Lo único que podía hacer, no obstante, era observarla llorar.

“¡Te amo, Mi Cielo!”, le gritó con todas sus fuerzas… en silencio. Justo en ese momento, ella le miró a los ojos. Se sorprendió al notar lo vivos que estaban, y sintió que él le hablaba a través de ellos. Por primera vez en su vida, ella tuvo una conversación sin decir palabra.

“¡Te quiero tanto como lo hice el primer día! ¿Lo recuerdas?”, le dijo el hombre a quien ella tanto adoraba, y, acto seguido, la transportó a aquella lejana tarde de mayo en la que su corazón renació y su soledad moría.

Él contemplaba absorto a los peces en el lago. Apoyado sobre la baranda del puente, se maravillaba ante la diversidad de colores de los pececitos y la agilidad con la que estos se movían. No esperaba escuchar de pronto el característico sonido que produce el obturador de una cámara. Mucho menos, contaba con que a su lado iba a encontrar a la chica más hermosa que en su vida había visto tomando fotografías.

“¿Sabes? ¡No me gustan los paparazzis!”, le comentó con actitud arrogante.

“¡Disculpa?”, exclamó la joven, haciéndose la que no había entendido.

“¡Oh, perdona! Es que pensé que eras una de ellos”, le aclaró el presumido chico. “Estoy tan cansado de que me persigan los paparazzis que ya estoy paranoico”.

“¡Sí, sí, entiendo cómo te debes sentir!”, le dijo la fotógrafa, siguiéndole la corriente. Luego agregó: “Si quieres (para que no pierdas la costumbre), te puedo tomar una foto para un reportaje sobre animales que estoy haciendo”.

Él se sonrió. Sabía que la forma como ella le había devuelto el juego le había conquistado. ¿Qué más podía pedir que una mujer segura, con sentido del humor y rapidez mental? Como no tenía una manera elegante de responderle a la forma tan sutil con la que ella le había llamado “animal”, prefirió, por lo tanto, continuar la charla por otra vía: “¿Eres entonces una periodista?”.

“Realmente, no”, le explicó ella. “Ni siquiera soy fotógrafa. Tan solo soy una aficionada”.

“Pues fíjate que yo sí soy un reportero gráfico”, le replicó el Don Juan del parque. “Laboro para un diario sensacionalista y mi trabajo consiste en capturar imágenes de OVNIs”.

“¡Ah, sí? Me imagino que por eso estás aquí ahora: esperando por si aparece alguno”, le comentó la chica.

“Así es, pero no creo que vaya a tener suerte hoy. Ellos nada más aparecen cuando llueve y hoy el día está muy soleado”, le respondió el ‘reportero gráfico’.

“¡Qué lástima entonces!”, exclamó la muchacha.

“¿Sabes una cosa?”, preguntó ahora él. “Antes me encantaba mi trabajo, pero hoy descubrí que hay uno muchísimo mejor”.

“¿Sí? ¿Cuál?”, le inquirió ella.

“¡Pasar todo el día fotografiándote a ti!”, afirmó el chico.

Ella no se esperaba un comentario tan sincero y, al mismo tiempo, osado de su parte. El chico, en un primer momento, le había parecido muy arrogante para su gusto, mas ya no estaba tan segura de eso. Ruborizada, apenas le pudo contestar: “No creo que sea un buen trabajo: ¡no deben pagar mucho por imágenes mías!”.

“¿Y quién dijo que yo querría venderlas?”, velozmente le refutó él. Fue en ese instante cuando ella supo que estaba perdida. ¡Que la habían conquistado y que ya nada iba a poder hacer al respecto! Sintió que podía besarlo en ese preciso momento. ¡Nunca había estado más contenta de estar viva!

Aún se encontraba la joven meditando sobre lo que sentía, cuando su interlocutor la interrumpió diciéndole: “Por cierto… ¡un placer, me llamo Ezequiel!”.

“¡Mucho gusto, me llamo Ofelia!”, le respondió nerviosamente ella.

Fueron entonces a tomarse un café… y luego otro, y uno más después de ese. Hablaron durante horas de todos los temas imaginables y algunos más. Vivieron una velada sin igual, y por primera vez en sus vidas, se sintieron… completos. No sin antes intercambiar sus teléfonos, se levantaron de la mesa para volver a sus respectivos hogares.

Caminaron juntos hasta la salida del parque. Uno al lado del otro. Al mismo paso… al mismo ritmo.

Ezequiel tomó su mano y apretó sus dedos.
Acarició su rostro y besó sus sueños.
Vio a la felicidad en sus ojos y se vio a sí mismo en su mirada.
Mordió sus labios y atrapó sus anhelos.
Susurró su nombre y gritó sus deseos.
Recorrió su cuello y se recreó en sus cabellos.
Jugó con su sonrisa y le otorgó un suspiro.
Abrazó su aroma y le obsequió una ilusión.
Vivió un instante y lo conservó… toda su vida.

“¡Nunca me olvides!”, le dijo a Ofelia a través de su mirada mientras volvían al presente. “Pero tampoco te quedes atrapada en este momento. ¡Sigue adelante y vive tu vida!”.

Ofelia asintió con su cabeza y decidió besar a su esposo. Veinte años antes, había sido un beso lo que había iniciado la historia de ambos. Ahora, ella sabía que sería ese beso el que le pondría un punto y final. Oprimió delicadamente sus labios contra los de Ezequiel. Lo hizo suave y pausadamente. Él no podía sentir lo que ella le hacía, pero se valía de sus recuerdos para vivir a plenitud ese momento. Lo disfrutaba segundo a segundo, porque sabía que cuando ella retirase sus labios y los alejase de él, se llevaría consigo también a su último aliento de vida.

A la par que una lágrima suya le recorría el rostro, Ofelia tomó las manos de su esposo… y apretó sus dedos.

20081103

Terror en Puerto Claro

De acuerdo con su ex-novia, Aurelio siempre fue un suicida en potencia. "¡Cuando jugábamos en la piscina, le gustaba sumergirse en el agua hasta casi ahogarse!", solía contarle a los periodistas sensacionalistas que le inquirían sobre su antiguo pretendiente. "Además, siempre hablaba sobre la muerte y de cuánto le gustaría saber qué había en el más allá", añadía. Por todo lo anterior, resulta de lo más irónico que la única persona que no se quitó la vida de entre el grupo de 6 estudiantes que decidieron acampar durante un fin de semana en el bosque, fuese el propio Aurelio. Cuando lo hallaron, un día después de la fecha en la que tenían planeado volver a casa, lo consiguieron en una fosa de unos 3 metros de profundidad y uno de diámetro, sumamente débil, con cara, brazos, y piernas totalmente arañados, y con un destornillador en sus manos. En el mismo lugar, encontraron otras 5 fosas cuyos ocupantes no corrieron con la misma suerte que Aurelio. Todos estaban arañados, pero ninguno estaba con vida. Por esta razón, la asunción general del pueblo de Puerto Claro -y de sus oficiales-, era que el chico que aún estaba vivo había asesinado a sus compañeros. Esa era la única conclusión lógica posible. Cuatro días estuvo el supuesto homicida inconsciente en el hospital, tiempo durante el cual salieron a relucir muchas incongruencias sobre el caso. Por ejemplo, en ninguna de las fosas encontraron una sola huella dactilar que no perteneciera a la víctima que allí había sido encontrada. Los mismos cadaveres no mostraban rastro alguno que evidenciara la presencia de alguien más en la fosa correspondiente. Tampoco en las armas que habían sido usadas para cometer los crimenes. El hecho de que cada uno de ellos había sido asesinado de una manera distinta, era una de las cosas que más había alarmado a la gente. De los seis estudiantes, dos eran mujeres: una murió asfixiada con una bolsa en la cabeza, y la otra murió debido a que una tijera le atravesó el corazón. De los tres hombres que murieron, uno fue por recibir un martillazo en el cráneo, a otro le volaron los sesos con una escopeta, y el tercero fue incinerado por dentro (ingirió aproximadamente un litro de gasolina y luego, de alguna forma, le prendieron fuego). Los investigadores esperaban que al salir Aurelio de su letargo, este pudiese aclararles, con su testimonio, qué era lo que exactamente había sucedido en el campamento. Lamentablemente, se llevaron la decepción de que cuando por fin el sospechoso logró despertar, este no pudiese articular una sola palabra. Balbuceaba incoherencias. Decía cosas que nadie comprendía. Era como si hablase otro idioma, pero la familia de él aseguraba que jamás había aprendido a hablar otra cosa que no fuera español, y ninguno de los políglotas del pueblo lograba entender tampoco nada de lo que el susodicho decía. Por suerte para los oficiales, unos curiosos que se acercaron hasta el lugar de los hechos hicieron un gran hallazgo. Encontraron, detrás de unos matorrales, una cámara de video que había pertenecido a una de las víctimas. Al comienzo de la filmación, aparecen los estudiantes muy contentos bebiendo y jugando junto a una fogata que hicieron el mismo día en el que llegaron. De pronto, escucharon un grito espeluznante, ensordecedor, que hizo que todos se quedasen en silencio. "No se asusten, debe ser un gato montés que anda por ahí", dijo uno de los hombres del grupo, que luego agregó a la vez que sostenía entre sus manos a una escopeta: "¡Nosotros vinimos preparados para eso!". "¡Bien por ti!", dijo una de las muchachas, "Pero lo que soy yo, me voy a meter en la carpa". La escena se corta justo en ese momento y luego aparecen los seis estudiantes, visiblemente asustados, metidos en una sola carpa, tratando de vislumbrar qué sucedía alrededor. De repente, se oye otro grito aterrador similar al que se había escuchado antes, acompañado esta vez de los gritos de miedo de las chicas presentes. Comienzan a llorar. Los muchachos tratan de consolarlas pero ellos a duras penas logran contener sus propias lágrimas. Otro grito terrorífico. La situación no puede ser más escalofriante. Desafortunadamente, el video se corta, aparece ruido blanco y deja de escucharse lo que dicen los jóvenes. Los investigadores se disponen a retirar la cinta del reproductor, cuando aparece de nuevo la imagen. Continua el video. Esta vez, la cámara filma todo aparentemente desde el suelo de una de las fosas. Por lo que se puede apreciar, está amaneciendo. Uno de los chicos le habla a la cámara. Está aterrorizado. Dice que no sabe cómo llegó hasta ese hoyo, que lo último que recuerda es que estaban todos dentro de una carpa, muertos de miedo aguardando a que amaneciera, y que aparentemente se quedaron dormidos. En la grabación no se pueden escuchar, pero el muchacho asevera que desde allí puede oír los gritos de los demás, por lo que sabe que ellos están cerca y cada uno metido en una fosa como la suya. Pide a la persona que consiga ese video, que en el caso de encontrarse él sin vida, por favor le diga a sus padres que los quiso mucho. Llora un poco y luego, de improvisto, comienza a gritar cosas inentendibles y a darse golpes contra las paredes. Él mismo se araña el cuerpo con sus manos sin ninguna razón aparente. Después de unos minutos comportándose así, cogió un martillo del suelo y con todas sus fuerzas se golpeó su propio cráneo, cayendo inconsciente. La filmación persiste unos minutos más sin que nada ulterior ocurra y, finalmente, termina. ¿De dónde provenían los gritos estremecedores que escuchaban los jóvenes? ¿Cómo llegaron ellos hasta las fosas? En el caso del chico cuya muerte aparece captada en la grabación, ¿cargaba consigo el martillo o lo dejó allí la misma persona que los metió allí? ¿Por qué se hizo daño a sí mismo? ¿Por qué la cámara no se encontraba en la fosa cuando hallaron los cuerpos? Estas eran las principales dudas que tenían los investigadores al terminar de ver el video. Decidieron que, a como de lugar, tenían que obtener un testimonio del único sobreviviente de tan atroz tragedia. Eso intentaron, pero cuando entraron a la habitación de Aurelio en el hospital, lo consiguieron colgado del techo. Ya no era más un suicida en potencia, ahora era sólo otro cadaver. En la pared frente a su cama, el occiso había escrito con su propia sangre las siguientes palabras: "¿Eloí, Eloí, lemá sabactaní?". Nadie sabía lo que significaban, pero reconocían haberlas escuchado de la boca del propio Aurelio en los días anteriores. Mucho esfuerzo se hizo para hallar a alguien que entendiese lo que Aurelio había dejado escrito. No fue fácil, muchos expertos en lingüística viajaron hasta Puerto Claro atendiendo a los anuncios que habían sido publicados en los distintos periódicos nacionales pidiendo ayuda. Finalmente, algún tiempo después, un anciano profesor de una universidad europea develó el misterio: las palabras estaban en Arameo antiguo, y significaban: ¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?. El caso nunca fue resuelto. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Cómo ya es costumbre, aquí está mi tardío cuento de Halloween. Espero que les haya gustado... y también que se hayan asustado aunque sea un poco ;)

20081024

Amistades valiosas

Soy una persona que disfruta la soledad. No quiero decir con esto que soy un ser asocial, carente de amigos y que aborrece toda interacción humana; sino, simplemente, que me gusta contar, cada día, con un determinado período de tiempo para mí mismo, el cual aprovecho para pensar, reflexionar, imaginar, volar, crear, etc. No le tengo miedo a tener que almorzar solo o a ir a determinado sitio sin compañía. Si no me queda otro remedio, lo hago sin trauma alguno.

Aunque parezca paradójico, creo que quizá sea por este mismo hecho de que no le tengo miedo a estar sólo, que sé apreciar la importancia de una amistad. No únicamente eso, sé además distinguir a los verdaderos amigos de los compañeros circunstanciales, y sé también que las amistades que valen la pena no crecen en los árboles y que hay que cuidarlas.

Me gustaría que la próxima vez que se encuentren meditando sobre no sé… la insoportable levedad del ser, hagan el ejercicio de preguntarse lo siguiente:

-Si quisiera salir de rumba hoy, ¿A quienes podría decirle?

-Si durante la salida, me preocupa un grave problema. ¿Con quienes me sentiría con la suficiente confianza como para contarles lo que me agobia?

-De estas personas, ¿cuántas me darían un consejo?

-De entre los que me aconsejaron, ¿a cuántos respeto lo suficiente como para escuchar realmente lo que me tienen que decir?

-Y de entre estos últimos, ¿quiénes estarían atentos y pendientes de mí durante los días sucesivos para saber si logré solucionar mis problemas?

-¿Quiénes serían capaces de decirme en la cara que estoy obrando mal si ese fuere el caso?


Sin ser adivino, me atrevo a asegurar que aún si tu respuesta a la primera pregunta es un número bastante grande, la respuesta a las tres últimas se podría expresar con los dedos de una sola mano. Es evidente entonces que los amigos más importantes no son aquellos que nos invitan y acompañan todo el tiempo a fiestas y eventos. Estos puede que nos sean útiles de vez en cuando, mas no son relevantes.

Una persona que nos escuche y se preocupe por nosotros cuando algo nos aqueja, es un buen amigo. Una persona sensata que nos pueda dar un muy buen consejo, es un amigo inteligente. Una persona sincera que nos diga que no está de acuerdo con nosotros cuando sea necesario, es un amigo honesto. Una persona que reúna estas tres características, es un amigo muy valioso.

Entonces, si tienes la suerte de contar con uno de estos, ¡cuídalo! No lo trates mal. Escúchalo. Considéralo. Ponte en su lugar. En otras palabras, ¡consérvalo! Tarde o temprano, te va a hacer mucha falta su compañía.

Nadie es autosuficiente.

20081004

Momentos Neuróticos

Todos tenemos nuestros momentos de neurosis. Me refiero a aquellos momentos en los que nos sucede algo que a la mayoría de las personas les podría parecer trivial e insignificante, pero que a nosotros sencillamente nos sacan de quicio. Son situaciones que ponen a prueba nuestra capacidad de autocontrol para no armar un escándalo. ¿Quién no recuerda a Mónica Geller (Courteney Cox Arquette en “Friends”) desesperada porque alguien no usó un portavasos en su apartamento?

Sin más preámbulo, aquí les dejo algunas de las cosas que me hacen pasar momentos neuróticos:

-Cuando voy subiendo en un ascensor y en un determinado piso se monta una persona en perfecto estado de salud sólo para bajarse en el piso siguiente. A menos que se trate de una persona de la tercera edad, alguien en muletas o silla de ruedas, o que lleve consigo algo de peso considerable; no veo la forma de justificar que una persona sea tan FLOJA como para ser incapaz de subir un solo piso por las escaleras. Lo peor es que, probablemente, estas mismas personas al llegar a sus casas y verse frente al espejo, se preguntan por qué están gordas si viven haciendo dieta…

- Cuando estoy sólo en un ascensor (¿cuál será mi trauma con los ascensores?), bajando hacia la planta baja, y en uno de los pisos se sube alguien que empieza a presionar frenéticamente el botón que dice “PB” a pesar de que es evidente que este ya había sido marcado… POR MÍ –como si uno fuera tan idiota como para montarse en un aparato de estos y pretender que me va a llevar adonde quiero por obra y gracia del Espíritu Santo-. Es increíble la frecuencia con la que sucede esto… ¿acaso creen que el ascensor va a bajar más rápido porque pulsen más veces el botón del piso al cual se dirigen?

-Cuando voy manejando por una autopista que tiene bastante tráfico y de pronto llega un atorado y me hace cambio de luces para pedirme paso. ¿Acaso creen que voy en el canal rápido a 50 Kph porque me causa placer obstaculizar el tráfico? ¿O es que no se dan cuenta de que no ganan nada con que yo les dé paso si igual no van a poder adelantar a todos los carros que se encuentran delante de mí?

-Cuando hay una fila de personas esperando por usar un cajero automático (ATM) y quien está de primero se antoja de consultar el saldo de cada una de sus cuentas, cambiar la clave, retirar dinero y hasta consultar el horóscopo. ¿Será que piensa que todos los demás estamos allí solo porque es divertido verlo a él? Mi papá me enseñó que cuando vas a hacer más de una operación en un cajero, haces una y luego te colocas de último en la cola para hacer la siguiente.

-Hablar vía SMS o MSN con alguien con un título universitario o a punto de obtener uno, y que no sepa cómo escribir palabras comunes y corrientes y mucho menos cuándo utilizar “haya” en vez de “halla” o “allá”, o que diga “hay” en vez de “ahí” o “ay”. Realmente tengo que hacer un supremo esfuerzo de voluntad para no tratar de corregirle los errores ortográficos (hacerlo sin que te lo pidan puede caer bastante pesado).

-Encontrarme en mi casa viendo una película en la Tv o en DVD y que alguien decida que no hay mejor momento que ese para entablar una conversación conmigo. Esto ya es un problema de sentido común, ¿no? Así mismo, ir al cine y que alguien sentado cerca de ti empiece a criticar absolutamente todo lo que sucede en la película sin siquiera tener la gentileza de hacerlo en voz baja. La molestia es mayor si lo que más critican de la película, es algo que era evidente con sólo ver el tráiler. Por ejemplo: la continua repetición desde distintos puntos de vista del intento de asesinato del presidente de USA en “Vintage Point”. O sea, al menos tómate la molestia de averiguar de qué trata lo que vas a ver.

-La gente que cuenta absolutamente toda su vida a través de sus nicks de msn. He visto cosas como: “Fulanito… Demasiado bueno el concierto de Barney. Mañana para la playita y en 10 días mi cumple!!! Pronto con carro nuevo”…. Sin palabras. Quien quiera saber los detalles de tu vida, ¡que te pregunte!

-Ir de compras y que los dependientes de una tienda en lugar de dejarte ver su mercancía en paz, estén todo el tiempo sobre ti, preguntándote qué deseas (como si de antemano supieras todo lo que venden allí) y sin quitarte la vista de encima. ¿A quién le gusta comprar presionado?

Estas son las cosas que me vienen a la cabeza ahora. A menos que sean seguidores del Dalai Lama y nada les desespere, me gustaría que en el área de comentarios, me digan ustedes cuáles son sus momentos neuróticos.

20080906

Jazmines en la Plaza

El aire traía consigo un ligero aroma a jazmín que para Matías olía a gloria. Embriagado como estaba por el perfume de su compañera, sentía que flotaba entre las nubes y que podía palpar lo sublime. Voló durante largo rato en su mente, llegó hasta el Himalaya y quizá un poco más allá, pero luego regresó al verdadero lugar donde se encontraba: un banco cualquiera en una plaza cuyo nombre nadie recuerda.

Disimuladamente, miró hacia su derecha. Se maravilló por tener la fortuna de aún tenerla a su lado. Contempló uno a uno los cuatro lunares que decoraban su mejilla izquierda. Imaginó que eran constelaciones en un firmamento inmaculado. Puntos de interés en el mapa de una silueta perfecta. Matías la observaba detenidamente. Quería grabar cada detalle de ella en la película de su mente. Buscaba hacer eternamente suyo ese momento.

Su flequillo jugaba con el viento y, pensaba él, debía interrumpirle también en su lectura. Sin embargo, ella no se inmutaba. Continuaba leyendo el mismo libro de portada azul que solía acompañarla las últimas semanas. Sólo dejó de leer cuando sonó su teléfono, el cual ella atendió sin mucha prisa. El aprovechó entonces para escuchar su voz. Le encantaba escucharla. Para Matías, ella sonaba a esperanza, dicha y ternura. Su boca producía las notas de una canción de cuna que más allá de dormirle, le hechizaba.

De pronto, quiso hablarle. Preguntarle cualquier cosa sobre el libro que leía, o sobre el clima, o sobre los cuatros lunares de su mejilla izquierda que tanto le invitaban a soñar. Sin embargo, no lo hizo. No quiso importunarla y arruinar así el momento tan mágico que estaba viviendo. Ella, por otro lado, no encontró ningún obstáculo para hablarle a él. "¡Qué frío hace! ¿No es así?", le dijo con su cálida voz. Matías, por unos segundos, no le contestó: estaba muy ocupado experimentado lo que se siente tocar al cielo.

"¡Muchísimo!", alcanzó a responder cuando volvió en sí. Ella esbozó una sonrisa y prosiguió con su lectura, no sin antes apoyar su mano siniestra en el punto medio del espacio que los separaba a ambos. Fue en ese instante que se le ocurrió a Matías colocar su mano sobre la de su compañera. Quería expresar de esa forma lo que sentía por la dama a su lado. Después de todo, ¿qué podía perder?

Lentamente, fue avanzando su mano en dirección a la de ella. Con cada centímetro que se acercaba, sentía latir más fuerte su corazón. El tiempo se detuvo entre sus manos... o, al menos, esa fue la impresión que le dio a él. Lamentablemente, cuando por fin ya era inminente el contacto físico, ella se levantó de su asiento, dijo un "¡hasta luego!", y se marchó hacia su casa. Matías la observó partir.

A pesar del fracaso sufrido, el muchacho se sintió más feliz que nunca: la chica de sus sueños le había hablado. Cada día estaba más cerca -y de esto no le cabía ninguna duda a él- de por lo menos saber su nombre.

20080823

Bajo los manteles

Pocas cosas son tan divertidas para un niño como asistir a la recepción de una boda. El ambiente festivo y alegre de los matrimonios junto con el hecho de tener la oportunidad de jugar y corretear por todos los rincones junto a los demás niños invitados siempre provoca, o al menos lo hacía en mi, un buen estado de ánimo... y eso sin tener en cuenta la buena comida que nunca falta en este tipo de celebraciones.

En mi caso particular, había algo más que disfrutaba muchísimo hacer en las grandes fiestas. No sé si todos los demás niños también lo hacían o si era que yo tendía a ser anormal, pero a mi me encantaba, en un momento dado, levantar el mantel de la mesa y meterme debajo de ella. La sensación era muy agradable, porque a pesar de que el bullicio de la fiesta te mantenía consciente de que había mucha gente a tu alrededor, sabías perfectamente que no te podían ver ni escuchar donde estabas, y además, sentías como si nada malo te podría ocurrir nunca mientras estuvieses bajo los manteles. En otras palabras, era como estar presente sin estarlo.

Hace unos días alguien me preguntó qué esperaba encontrar yo en una mujer, ó, dicho de otra forma, cómo era mi mujer ideal. Mientras pensaba en una respuesta, llegué a la conclusión de que listar atributos tanto físicos como emocionales o de personalidad, no tenía ningún sentido. Había conocido personas muy bellas, de todos los gustos y colores, que no me habían producido absolutamente nada. Del mismo modo, había estado en contacto con mujeres muy inteligentes, o con un gran corazón, y que tampoco llegaron a quitarme el sueño. Y aquellas que sí lo habían logrado, yo jamás las consideré perfectas ni inmaculadas, más bien, por el contrario, estaba muy consciente de sus defectos... y, sin embargo, me habían enamorado.

Como respuesta a la pregunta que me hicieron, en el momento no pude evitar listar atributos que no puedo negar que me agradan, como que tengan confianza en sí mismas, que sean listas, tengan buen sentido del humor, no sean amargadas y también que sean algo coquetas. No obstante, luego me quedé pensando y me di cuenta de que, simplemente, lo que yo espero encontrar es a alguien que me haga sentir bien. ¡Así de simple! Y no sé por qué me vino a la mente la idea de estar debajo de los manteles de una mesa, rodeado de muchas personas, y sintiéndome seguro. Quizá sea que así es como yo me quiero sentir. Que lo que deseo, después de todo, es a alguien que encaje tan bien con mi forma de ser, que acepté introducirse conmigo bajo un mantel imaginario a un lugar donde nada ni nadie más importa. Sólo ella...

Lo demás, será un ruido tenue que poco a poco se irá disipando con el viento.


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Últimamente, no he visitado casi ningún otro blog. De hecho, si se fijan en la frecuencia con que he actualizado a mi blog recientemente, se darán cuenta de que incluso a este lo tengo abandonado. Durante un tiempo, se me fueron las ganas de escribir, y cuando me volvieron -recientemente-, no se me ocurría nada para el blog sino para otra cosa que llevo en paralelo. Aún hoy me está contando hallar sobre qué escribir acá, pero supongo que será cuestión de volver a retomar la práctica.

20080803

De tragedias y entusiasmos

No hay mal que por bien no venga. Cada día me convenzo más de la veracidad de este refrán. No siempre, sin embargo, el "bien" al que se refiere esta expresión se trata de algo tangible o fácil de notar. La mayoría de las veces, pienso yo, la mejora en nuestras vidas que una mala racha nos puede dejar, se refleja más que todo en el cambio que se produce en nuestro carácter. La variación en nuestra forma de actuar y de percibir las cosas.

He conocido personas que han tenido una vida si bien no perfecta, por lo menos relativamente sencilla. Seres a quienes nunca les faltó nada, que siempre estuvieron rodeados de gente que velaban tras ellos y les daban cariño, y que el hecho más nefasto que les pudo haber sucedido fue presenciar discusiones entre los padres o no haber contado con mucha popularidad entre sus compañeros de clases. Eventos definitivamente no agradables, pero tolerables. No obstante, en la gran mayoría de los casos -tampoco son todos-, estas personas son bastante infelices, bien sea porque no están conformes con lo que tienen, o porque tienden a exagerar las pocas cosas malas que les ocurren.

Por otro lado, he conocido a personas que han padecido tragedia tras tragedia, de esas que cambian tu vida, como por ejemplo la pérdida del hogar por culpa de un desastre natural, o de seres queridos -e inclusive de funciones corporales- en accidentes de todo tipo. Gente que han protagonizado momentos desesperantes de aquellos que sólo creemos ocurren en las películas, y que, a pesar de todo, por lo general están llenos de optimismo y de buena actitud ante la vida. Tampoco puedo decir aquí que esto ocurre en todos los casos -depende también de la persona-, pero sí en la mayoría.

Parece paradójico esto, ya que lo lógico sería que fuese al revés lo que acabo de explicar. Mas, para mí, tiene sentido. Aquellos que han sufrido mucho, han aprendido también a apreciar lo bueno que hay en sus vidas; mientras que aquellos que no, tienden a darle más valor a todo lo que no tienen.

Yo he tenido mi dosis de nefastos sucesos en mi vida, pero han sido muy recientes por lo que aún tiendo a estar más dentro del grupo de los inconformes que en el otro. Sin embargo, creo que no será por mucho rato, porque cada vez que conozco a una persona que mantiene el entusiasmo por la vida aún cuando le sobran las razones para no mantenerlo, veo a un ejemplo a seguir que me da motivos para yo también entusiasmarme.

-H.G.

20080705

Las Aventuras de Jack Strauss (cont..)

III Parte: McTerry

"Podemos aprovechar el desperfecto que Jack ocasionó en su lámpara para atacarle en los instantes que no emite luz", dijo una de las integrantes del Consejo de Seguridad de las hadas. El mismo se había reunido de emergencia luego del funesto encuentro entre el tenaz aventurero y Lord Barkley, y contaba, en esta ocasión, con la presencia como invitados de Jack Straus, Paul, Sally y McTerry. "¡Imposible!", exclamó una de las hadas, "Como tú lo has dicho, es un instante de tiempo nada más que la luz está apagada. De nada nos sirve para poder acercarnos".

"Entonces... ¿Qué podemos hacer si ya vimos que sus artefactos también le sirven para neutralizar a seres humanos? ¿Todo está perdido?", preguntó otra de las hadas, llamada Aealia. La Reina de las Hadas, con mucho pesar en su rostro, le respondió: "No debemos perder la esperanza, pero por los momentos no tenemos ningún plan". Fue en ese momento cuando Jack decidió intervenir.

"¡Yo tengo uno!", afirmó el intrépido joven, ocasionando que todos hicieran silencio y dirigiesen su atención hacia él. "Según tengo entendido, quien está aquí no es Lord Barkley propiamente, sino su reflexión onírica. Si es así, ¿por qué no vamos hasta el lugar donde duerme su cuerpo real y lo despertamos? De ese modo lo expulsaríamos de Onyria", explicó Jack.

"¡Es tan simple esa idea, que no sé cómo no se nos ocurrió antes!", expresó la Reina de las Hadas, quien luego agregó: "Esta misma noche tendremos la ubicación exacta donde reposa su cuerpo y mañana mismo podrán partir para realizar esa misión".

De esta manera, Jack, McTerry y un grupo de hadas abandonaron Onyria con la intención de despertar a Lord Barkley del profundo sueño en el que se encontraba sumergido. La idea era penetrar en su casa, llegar hasta donde se encontraba su cuerpo, e inyectarle una sustancia que Aealia había preparado y que se suponía le despertaría de inmediato.

La primera parte de la misión fue sencilla, Jack Strauss era un experto abriendo toda clase de cerrojos y puertas, por lo que no tuvo dificultad para lograr entrar en la casa de Lord Barkley. Una vez dentro, se encontraron con la furia de dos pitbulls, mas ello no representó ningún problema para las hadas, quienes los adormecieron con un una especie de susurro mágico. Hallar el cuerpo dormido de Barkley tampoco fue complicado, puesto que su hogar no era excesivamente grande y la habitación principal se encontraba contigua a la sala de estar.

Lo que no resultó tan sencillo como esperaban, fue inyectarle la sustancia que Aealia había preparado, ya que había alguien vigilando el cuerpo de Lord Barkley. Una mujer, de unos 35 años, se encontraba sentada a su lado con un revólver en la mano. Al parecer, se encargaba no sólo de custodiar al durmiente, sino también de suministrarle a tiempo, vía intravenosa, un somnífero para mantenerlo inconsciente: los frascos vacíos inundaban la habitación.

Al ver a los intrusos, la mujer se levantó de la silla y apuntó el arma hacia ellos. Jack y McTerry se quedaron paralizados al verla debido a que no se lo esperaban, pero las hadas se acercaron sigilosamente hasta donde ella estaba y con un pequeño forcejeo, lograron arrebatarle el arma de las manos. Sin embargo, no pudieron evitar que un disparo se escapase del revólver, y tanto Jack como McTerry se arrojaron al suelo en un acto reflejo.

Jack se levantó enseguida y le pidió a su acompañante que le alcanzase la sustancia que debían inyectarle a Lord Barkley, mas este seguía tirado en el suelo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que la bala había impactado al viejo McTerry en el pecho y que yacía inconsciente. Por si fuera poco, el anciano había caído sobre el morral que contenía el líquido de Aealia y este se había derramado. Por un instante, el pequeño héroe no supo qué hacer.

Sin embargo, su mayor destreza era quizá el poder conservar la calma en los momentos de mayor presión, por lo que retomó el control sobre sus emociones y trató de pensar en una forma de despertar a Lord Barkley. Intentó arrojarle un balde de agua, empujarlo de la cama, abofetearlo, pero el estupefaciente que la mujer le había suministrado era muy fuerte.

Las hadas comenzaron a alarmarse. Estaban recibiendo noticias de Onyria donde les indicaban que Lord Barkley había llegado al castillo de las hadas y estaba a minutos de destruirlo. A Jack sólo se le ocurrió una solución: matarlo. El único problema estaba en que él nunca había asesinado a nadie y esto le traía un conflicto moral. No obstante, estaba decidido a hacerlo, por lo que tomó el revólver que le habían quitado a la mujer y, nerviosamente, apuntó hacia el cuerpo dormido.

Ya se disponía a apretar el gatillo cuando alguien le interrumpió. "¡No manches tus manos, Jack!", le dijo con mucho esfuerzo McTerry, quien empezaba a recobrar la consciencia. "Yo me encargo de eso", agregó mientras tomaba con sus manos la pistola.

El anciano apretó el gatillo y, poco después, se desplomó nuevamente al suelo. Esta vez, muerto.

Los restos de McTerry fueron transportados por las hadas hasta Onyria, donde se le rindió tributo póstumo como héroe. Jack Strauss fue, de igual forma, homenajeado por los habitantes de esa región y, como agradecimiento por su valor y disposición a ayudarlos, le otorgaron la habilidad de poder soñar con lo que él quisiera en cualquier momento y, además, le abrieron las puertas a Onyria para que regresase cuando él quisiese.

Lamentablemente, en el mundo real nadie supo que Jack Strauss les salvó sus sueños.

20080505

Las Aventuras de Jack Strauss

Últimamente, se me había hecho muy difícil pensar en algo para escribir. Especialmente, en algo para un cuento. Después de un buen tiempo, me vino a la mente fue una secuela más o menos independiente para este cuento. Espero que les guste.

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I Parte: Polvo de Hadas

Es bien sabido por todos que la única forma de poder volar es utilizando polvo de hadas y un pensamiento feliz. Así se lo hizo saber el viejo McTerry al pequeño Jack Strauss, recibiendo de parte de este la pregunta que cualquiera habría hecho al escuchar algo semejante: “¿Cómo Peter Pan?”. En aquel momento, los dos se encontraban atrapados en el fondo de un pozo que alguna vez fue de agua. Durante largo rato, trataron infructuosamente de escalar por las paredes, hasta que se dieron por vencidos y llegaron a la conclusión de que si nadie venía a rescatarlos, sólo iban a poder salir de allí volando.

“¡Así es!”, le confirmó el anciano. “Sucede que en la vida real, también es posible volar de ese modo. El único problema es que el polvo de hadas es prácticamente imposible de conseguir. No pierdas tu tiempo buscándolo: en todos mis años de vida, jamás he visto un hada ni nada relacionado con ellas”. Jack con una sonrisa en los labios le replicó: “Pues da la casualidad de que yo traigo un poco de polvo de hadas en mis bolsillos”. El incrédulo McTerry, aún con la boca abierta al constatar que el niño decía la verdad, le pidió “por las barbas de su abuelo”, que le contara cómo había hecho para obtener algo tan raro y preciado.

“Es una larga historia…”, comenzó explicando Jack mientras trataba de ponerse lo más cómodo posible. “La versión corta es que desde hace unos días para acá, comencé a tener sueños extraños. Algunos eran sobre piratas, otros sobre guerreros medievales, magos, o hasta samuráis, pero todos tenían en común la búsqueda de algún tesoro escondido y su respectivo mapa. Una mañana, al despertar de uno de estos sueños, encontré mi habitación repleta de pequeñas criaturas fantásticas con alas que brillaban en la oscuridad. Se identificaron a sí mismas como hadas y me dijeron eran las responsables de esos sueños tan curiosos. Me explicaron que eran sus maneras de prepararme para el verdadero reto al que me iba a enfrentar más adelante y me dieron el polvo de hadas porque según ellas lo iba a necesitar muy pronto, mas no me enseñaron para qué servía ni cómo se usaba. También me dijeron que dibujara un mapa como el que veía en mis sueños, ya que también me sería de utilidad en el futuro cercano. Me desearon mucho éxito y luego desaparecieron en fracciones de segundo. Inicialmente, pensé que eso también lo había soñado, pero me quedó el recipiente con el polvo mágico como prueba de que había sido real, así que seguí sus indicaciones y dibujé un mapa como el que me habían dicho.”

“¡Interesante!”, exclamó McTerry. “Ya me imagino el resto de la historia: alguien te vio con ese mapa y te trajo frente al codicioso Zivoulas, quien pensó que se trataba del mapa que según las leyendas lleva hasta el tesoro secreto de los templos sagrados –tu imitación se asemeja mucho a las descripciones que del verdadero mapa hacen los documentos antiguos-. Ese malvado Zivoulas me tenía secuestrado obligándome a leer esos documentos para que le pudiera hacer una copia del famoso mapa. Cuando tú llegaste, yo me volví inútil para él y me hubiese matado de no ser porque tú me ayudaste ocultándome en este hueco”.

El jóven aventurero asintió a lo dicho por el anciano y añadió que era mejor que se fueran pronto de allí ya que no pasaría mucho tiempo antes de que los buscasen en el pozo. De este modo, roció un poco de polvo de hadas sobre sí y sobre McTerry, y procedió a pensar en su hogar, cosa que siempre lo ponía de buen humor. Al instante, Jack comenzó a flotar por los aires y poco después se le unió el viejo también. Este había tenido algo de problemas recordando un pensamiento agradable, pero luego se le ocurrió imaginarse una buena cena, y esto enseguida le puso feliz. Sin embargo, no le agradaba mucho la idea de volar, por lo que una vez alcanzada la superficie, empezó a insistirle a Jack para que aterrizaran.

El problema con hacer que un niño vuele al pensar en algo feliz está en que es muy difícil lograr que un niño que se encuentre surcando el cielo, piense en algo que no sea dichoso. Así que Jack continuó volando y volando durante largo rato, disfrutando de cada minuto por los aires e ignorando las súplicas del viejo que le acompañaba. Tanto voló que llegó hasta las nubes, y cuando volvió en sí, se encontró rodeado nuevamente de hadas. De este modo fue que el pequeño aventurero llegó a Onyria.

Onyria, desde luego, es la tierra de las hadas. Sólo pueden entrar a ella quienes estas criaturas mágicas deciden dejar pasar y el portal para llegar allá, cuando optan por abrirlo, únicamente puede ubicarse sobre las nubes. Es un lugar fantástico, donde los árboles cambian su tonalidad a cualquier color del arcoiris cada vez que los miras, y los ríos cobran el sabor de tu fruta favorita. También era el hogar de toda clase de seres maravillosos, desde unicornios voladores, hasta personajes de caricaturas, quienes reían y jugaban entre las cromáticas praderas. “Esta es la Tierra de los Sueños”, le explicó una de las hadas al intrépido Jack Strauss mientras este veía embelesado todo lo que sus ojos no podían creer. “Aquí fabricamos los sueños que serán inyectados dentro de la imaginación de cada ser humano sobre la faz de La Tierra. Todas y cada una de las cosas que alguna vez soñaste, cobró vida primero aquí. Incluso tus pesadillas, sólo que esas están hechas de un material poco resistente que se desvanece apenas te despiertas. De ese modo, mantenemos la armonía en nuestro hogar”.

“No llegaste aquí por casualidad”, dijo de pronto la que parecía ser la más sabia de las hadas. “Todo estuvo planificado por nosotras para traerlos hasta acá: te hicimos reproducir el mapa de un tesoro legendario, para que así captases la atención del despiadado hombre que tenía cautivo al Sr. McTerry. Te dimos un poco de nuestro polvo, para que una vez en compañía de él, pudiesen volar hasta acá juntos. Era imperativo que viniesen los dos, ya que necesitamos de las habilidades de cada uno de ustedes para ayudarnos a combatir el mal que se nos avecina. Tú, con tu agilidad y chispa, y el Sr. McTerry, con su profundo conocimiento de toda clase de artefactos e historias antiguas”, añadió.

“¡Muy bien!”, exclamó el héroe en ciernes. “Por mi parte voy a ayudarles, pero… ¿podrían decirme cuál es ese mal que se nos avecina?”.


II Parte: Onyria

El vehículo en el que viajaban no era exactamente un avión. Más bien, era bastante semejante a un automóvil común y corriente, con la diferencia de que este... volaba. A pesar de que Jack estaba consciente de que se encontraba en la tierra de los sueños y que, por tanto, vería muchas cosas fantásticas e increíbles, no dejaba de sorprenderle verse rodeado de pronto de tantos elementos fabulosos.

Lo que más le había asombrado, sin duda alguna, había sido reencontrarse con Paul y Sally, sus dos compañeros en aquella aventura en la que buscaron un tesoro que no quería ser encontrado... claro está, en sueños. "¡Paul! ¡Sally! ¿Qué hacen ustedes aquí?", fue la reacción que tuvo el pequeño Jack cuando entró en el vehículo y los vio a ellos adentro. Cuando la Reina de las Hadas le avisó que pronto le pasarían buscando dos amigos suyos, jamás imaginó que serían precisamente ellos. "¡Tú nos soñaste y ahora vivimos aquí!", le respondieron entre risas los hombres sirenas. Al pequeño aventurero había comenzado a gustarle Onyria.

El auto volador iba en camino hacia la zona donde por última vez habían visto a Lord Barkley, la persona que tanto aterrorizaba a las hadas. Según le habían contado estos seres a Jack, este caballero había perdido la razón tratando de acumular todo el poder posible del mundo. Mientras lo intentaba, escuchó la leyenda de Onyria y de como las hadas se encargaban de producir los sueños. Entonces se le ocurrió la malvada idea de que si lograba hacer que todas las personas en el mundo soñasen con lo que él quisiera una y otra vez, podría lavarles el cerebro y tenerlos a su merced. Por esta razón, había venido a este lugar fantástico: quería controlar a la fábrica de sueños.

Sin embargo, había algo que a Jack no le había quedado claro. "¿Cómo es que si a Onyria sólo entran las personas que las hadas permiten pasar, han dejado entrar a este tal Lord Barkley?", le inquirió el valiente niño a sus compañeros de viaje. "Allí está el detalle, Jack. Las hadas nunca lo dejaron pasar. Él ha sido la única persona en la historia que ha logrado entrar acá por sí misma... Bueno, en realidad, él no está aquí en carne y hueso, sino su reflexión onírica", le explicó Paul. "Lo que sucedió fue que Lord Barkley se propuso soñar con que entraba a Onyria y la conquistaba, pero como sus fines eran bélicos y oscuros, lo que tenía eran pesadillas y estas se desvanecían rápidamente. Varias veces lo intentó, mas siempre obtuvo el mismo resultado hasta que, siendo él una persona muy lista, se dio cuenta de lo que ocurría y entonces se enfocó en engañarse a sí mismo, haciendo creer que sólo quería soñar con Onyria, pero no conqusitarla. De esta forma, logró tener un sueño verdadero y así su reflexión onírica no se desvaneció. Una vez que pudo asegurarse de que estaba seguro ya aquí, reveló sus intenciones reales y comenzó a destruir todo lo que estaba a su paso y lo demás... puedes imaginártelo".

"Creo que entiendo", comentó el joven Strauss. "Mas ahora tengo otra duda: ¿Por qué si él es sólo un ser humano sin poderes especiales, las hadas no lo han expulsado de aquí ellas mismas?". "No pueden hacerlo", le aclaró Sally. "En su sueño, logró traerse una serie de artefactos antiguos, que no sólo le protegen de las hadas sino que además le dan una fuerza sobrenatural y poderes como la telequinesia. Por eso es necesario el Señor McTerry, ya que él seguramente ha estudiado alguna vez estos dispositivos y debe conocer alguna forma de contrarrestarlos".

El artefacto que protegía a Lord Barkley tanto de las hadas como de prácticamente todo lo que había en Onyria, era una lámpara que emitía una especie de luz violeta que lo envolvía. "¡La Destructora de Ilusiones!", exclamó el viejo McTerry cuando la vio. Se encontraban todos escondidos detrás de unos matorrales, no muy lejos del sitio donde habían aterrizado, vigilando al hombre que quería controlar al mundo. "Según la leyenda, un Rey Fenicio despertó a mitad de la noche y se encontró rodeado de hadas. Atemorizado porque pensaba que eran malévolas, le pidió a sus hechiceros que hicieran algo que alejara a esos seres de su habitación, siendo el resultado esa especie de lámpara. Sin embargo, desde que comenzó a dormir con ese objeto en su habitación, el Rey nunca más tuvo otro sueño y por eso le llamaron de esa forma a la lámpara".

"Hemos intentado destruir o arrebatarle ese instrumento de todas las formas posibles, pero todo lo que entrá en contacto con esa luz, sea un ser vivo o un objeto inanimado, se desvanece instantáneamente", aclaró Paul. "Por eso están ustedes aquí, ya que pensamos que al venir del mismo mundo de donde viene la lámpara, quizás ustedes sean inmunes a su efecto", dijo Sally. "De eso no tengo la menor duda", aseguró McTerry, "ya que esa lámpara fue creada para destruir a las hadas y a todo lo que provenga de ellas, como por ejemplo: los sueños, es decir, todo lo que hay aquí en Onyria excepto por Jack y yo".

Al decir esto, el experto en artefactos buscó con la mirada a Jack Strauss, pero él valiente niño ya no estaba allí: se encontraba caminando hacia Lord Barkley. "¡Hey Idiota! ¿Por qué no vienes a destruirme a mí?", le gritó al codicioso caballero y, en cuanto éste se volteó hacia él, le disparó con su honda una canica en dirección a la fuente de la luz violeta. El proyectil dio en el blanco y quebró unos cuantos cristales de la lámpara, haciendo que esta comenzase a funcionar de manera intermitente. El pequeño Jack comenzó a correr hacia Lord Barkley, con la firme intención de arrebatarle su preciado artefacto, pero su contrincante comenzó a arrojarle, con la mente, toda clase de objetos para obstaculizarle el paso.

Cuando Jack estuvo a pocos pasos del hombre que aterrorizaba Onyria, se paralizó al poder ver con claridad su rostro. Lo había visto en sus sueños: era el Capitán Cejanegra. No obstante, Lord Barkley no tenía la menor idea de quién era Jack Strauss, puesto que esa era la primera vez que lo veía en su vida. Quien había participado en los sueños del niño había sido otra reflexión onírica que las hadas habían hecho de él. Sin sentirse inmutado en lo más mínimo, el malvado Lord se acercó al jovencito y se percató de que era un ser humano al ver que no era afectado por la luz violeta que a ratos emanaba de la Destructora de Ilusiones.

"¡No sé quién eres," le dijo Lord Barkley a Jack cuando se acercó a este y lo levantó hasta tenerlo a la altura de su rostro, "pero no te quiero en mi camino!", y acto seguido lo arrojó contra una pared cercana. Luego, dándole la espalda para dirigirse hacia donde estaba cuando fue interrumpido, levantó por telequinésis una gran roca que había en el suelo y la arrojó hacia el indefenso niño. Afortunadamente, Paul intervino justo a tiempo y empujó a Jack contra el suelo milésimas de segundo antes de que la piedra impactase contra la pared.

"Puede que la luz de la lámpara no te haga daño, pero los objetos que te lanza con la mente sí te lo pueden hacer", le dijo una vez que ambos se encontraban sanos y salvos. "Si lo queremos vencer, tenemos que hacer un plan", añadió Sally.

Jack no dijo nada, mas estaba tranquilo. En el fondo de su mente, ya el intrépido niño tenía un plan.

20080413

En un día así

Sentado en el sofá con la mirada perdida.
Pensando en todo y en nada mientras tu recuerdo me acompaña.
Te miro en mi memoria y tú me miras de vuelta.
Apartas el flequillo de tu rostro y yo siento que extrañaré tus gestos.
Siento que extrañaré tu voz.
Siento que extrañaré tu forma de mirarme.
Pero no voy a llorar.
El día está hermoso y el cielo muy azul.
No vale la pena llorar en un día así.

Todo empezó un abril y termina en otro,
¿Cómo hicimos para apagar la llama?
¿Fue algo que no dijimos?
¿Cómo pudo esto pasar?
Y me dolerá no ver tu rostro.
Me dolerá no saber de ti.
Me dolerá no ver el brillo de tus ojos.
Pero no vayas a llorar.
El día está hermoso y el cielo muy azul.
No quiero verte llorar.
Aunque la tristeza siga allí,
y yo no logre remover el dolor,
no vale la pena llorar en un día así.

Nada nunca es suficiente.
Siempre queremos algo más.
Perdemos la noción
de que el presente fue el mañana de un ayer.
Ahora pasamos la página.
Escribimos un nuevo final,
Cuando llegues al término de tu historia
y tu futuro se torne tu presente,
¿Aún me recordarás?

El día está hermoso y el cielo muy azul.
No quiero verte llorar.
Aunque la tristeza siga allí
y yo no logre remover el dolor,
no vale la pena llorar en un día así.
El día está hermoso y el cielo muy azul.
No vayamos a llorar.
Hace falta que llueva para ver el arcoíris.
No vale la pena llorar en un día así.


(Una especie de canción. Lamentablemente, la música que le puse en mi mente no la sé escribir. Aún así, espero que les agrade)

20080402

El dinero no compra la felicidad... ¿O sí?

"El dinero no compra la felicidad", dice un refrán popular. Todos lo hemos escuchado alguna vez, ¿cierto? Pues ahora resulta que sí la compra: cuando lo gastas en otras personas. Esta es la conclusión a la que han llegado una serie de estudios realizados por la UBC (University of British Columbia) y la Escuela de Negocios de Harvard, según reveló la última edición de la revista Science.

Yo pienso que esto ya todos intuitivamente lo sabíamos, pero ahora que unos científicos lo han hecho oficial, muchas personas quizás harán un mayor esfuerzo por ser más generosos con los demás. En el peor de los casos, harán el intento.

Siempre he pensado que, por ejemplo, es muy gratificante dar un obsequio que sabemos va a ser muy apreciado por quien lo recibe. Por eso invierto mucho tiempo a la hora de comprar un regalo: no me gusta darlos por salir del paso. Sin embargo, según los estudios en cuestión, emplear el dinero en desconocidos mediante obras de caridad, tiene el mismo efecto sobre nuestra felicidad que si lo utilizamos en nuestros seres queridos. Mejor aún, la cantidad de dinero que invirtamos en terceros, no tiene relación alguna con el efecto que esto traiga en nuestra dicha (no hay muchos sinónimos para felicidad que no suenen cursis o falsos). Es decir, no importa cuánto sea, ni en quién, destinar una parte de nuestro dinero a otros, sin esperar algo a cambio, nos ayudará a ser más felices.... por lo menos, eso dice el estudio.

Queda de parte de nosotros hacer la prueba de campo.

20080216

El dilema del buen samaritano

La vida es agridulce: tiene sus momentos buenos y también sus malos. Algunas veces, estos últimos se tornan los más frecuentes y poco a poco drenan toda la alegría que podíamos haber tenido. En estos casos, pocas cosas ayudan más que contar con un buen amigo.

Y no se trata de que ese buen amigo vendrá a solucionar todos los problemas que nos aquejen. La mayoría de ellos ni siquiera tendrán solución o escaparán de nuestro control, pero es que simplemente el hecho de poder hablar con alguien que nos apoya, que nos entiende, que ha pasado por lo que estamos pasando o que al menos nos conoce lo suficiente para saber cómo nos estamos sintiendo; ya nos ayuda muchísimo. Si además, esa persona nos puede dar un buen consejo, pues mejor todavía.

También habrá ocasiones en las que somos nosotros quienes tenemos que servirle de apoyo a alguien más. Ser ese buen amigo para otra persona. Y es aquí donde se me presenta una duda. ¿Qué pasa cuando sabemos que alguien cercano a nosotros pasa por un mal momento, pero no nos pide ayuda? Algunas veces, por mucho que querramos arreglar al mundo, puede caer muy mal la ayuda no solicitada que le deseamos brindar a un amigo. ¿Qué es lo correcto: respetar el espacio de los demás aunque eso signifique ver cómo se hunden en sus tribulaciones, o intervenir y auxiliarlos sin el consentimiento de ellos?

He allí el dilema.

20080215

Besos náufragos

La noche se ha quedado sin estrellas.
Una densa bruma a todo rodea.
¡Qué difícil navegar a través de la nostalgia!
Y tropezar con cada dulce momento vivido,
los fragmentos de un "te quiero" oxidado
atormentados por lo que pudo haber sido.

Mil besos naufragan en un océano abatido,
mientras yo trato de no sumergirme en la tristeza.
Miro al cielo y nada veo.
Tan sólo me guía el aroma de un sueño.
Una ilusión que huele a esperanza.
¿Quién sabe hacia dónde me lleva?

Remo sin cesar hacia lo incierto.
Sigo la pista de una tímida luna,
pequeña gran supernova de un universo sin brillo,
mas todo es difuso más allá de la penumbra,
donde el norte podría ser el sur,
y luego de nuevo el norte.
Y yo podría estar feliz,
o tal vez, algo triste.

20080112

Cerrar Círculos

Todos hemos recibido alguna vez, la cadena con el texto -supuestamente escrito por Paulo Coelho- llamado "Cerrando Círculos". No creo que exista una persona que no haya estado de acuerdo con lo que allí se dice. A veces, para poder avanzar en la vida, hace falta cerrar definitivamente un círculo, un capítulo de nuestras vidas. Dejar atrás algo que en su momento significó muchísimo para nosotros, en aras de poder continuar hacia delante.

Sin embargo, esto no es nada fácil. Requiere de mucho empeño y de fuerza de voluntad, desprendernos de un sueño que durante mucho tiempo nos motivó . Sobretodo, es sumamente complicado cuando pensamos que no dimos lo mejor de nosotros mismos para alcanzarlo, que pudimos esforzarnos más. ¿Cómo abandonar una ilusión mientras todavía hay una pequeña esperanza?

Por eso, en estos casos, pienso que es necesario realizar un último intento -el mejor de los intentos-, para lograr aquello que en su momento nos propusimos. Porque así no consigamos obtener eso que anhelábamos, la certeza de saber que hicimos todo lo que pudimos, que dimos el cien por ciento de nosotros mismos, hará que esta vez sea mucho más sencillo cerrar definitivamente ese círculo, debido a que ahora tendremos la consciencia tranquila.

De esta manera, sin arrepentimientos, no sólo podremos, finalmente, ponerle punto y final a ese capítulo, sino que también vamos a ser capaces de abrir otras puertas. Enfrentarnos a nuevos destinos.

La idea de todo esto, es poder avanzar hacia delante, sin estar todo el tiempo mirando hacia atrás...

20080101

Año Nuevo, Vida Nueva

Estoy consciente de que el primero de enero es un día como cualquier otro. Que el cambio de año ocurre sencillamente porque en algún momento se acordó, tomando como guía el movimiento de traslación del Sol, que cada 365 días vendría otro año. Sin embargo, uno no puede evitar pensar en el Año Nuevo como si fuera algo totalmente distinto al año que se fue. Una nueva oportunidad para empezar de cero, para cambiar lo que siempre quisimos o debimos cambiar, para ser mejores personas, y, sobretodo, para poner algo de distancia con respecto a todas las cosas malas que pudieron habernos sucedidos en el año anterior.

¡Y vaya que mi 2007 fue desastroso! Pero no quiero ahora evocar todos los momentos tristes que viví, sino más bien tomar este comienzo de año con la firme esperanza de que ahora todo será mejor. De mi parte, sólo tengo que poner mi granito de arena para que así sea: esforzarme por lograr mis metas, aprender de mis errores, y mejorar cada día más. Se dice fácil, pero no es tarea sencilla. ¡Espero que todos los logremos!

¡Reciban todos mis más sinceros deseos para que este 2008 sea un año de éxitos, dicha y oportunidades!