20051231

Las Uvas del Tiempo

De todos los escritores venezolanos que han existido, mi favorito, por mucho, es Andrés Eloy Blanco, quien nació en Cumaná en 1896 y falleció en Ciudad de México en 1955 en un accidente automovilístico. Fue abogado, poeta, cuentista, dramaturgo, biógrafo, ensayista y mil cosas más. Ganó numerosos premios internaciones por sus obras, y en la ciudad de Apartaderos, estado Mérida, hasta existe una atracción turística en homenaje a la protagonista de un poema suyo llamado "La Loca Luz Caraballo", en donde los niños de la zona te recitan de memoria este poema a cambio de algo de dinero. Otro poema suyo, "Las Uvas del Tiempo", es tradición en algunos lugares de Venezuela escucharlo todos los 31 de Diciembre mientras agoniza el año viejo.

La casa de mi abuela, lugar donde mi familia frecuenta recibir el año nuevo, es uno de estos lugares, a pesar de que cada año hago lo posible por romper con esa tonta tradición. La llamo tonta, porque ese excelente poema (su calidad es indiscutible), fue escrito por Andrés Eloy mientras se encontraba exiliado cuando Venezuela estaba bajo la dictadura de Juan Vicente Gómez, por lo que está cargado de mucha nostalgia por su tierra y, sobretodo, por su madre. Por ende, es un poema algo triste para la ocasión en la que se utiliza. A mí, por lo menos, me deprime un poco.

Esta noche, cuando seguramente lo escucharé de nuevo, intentaré recordar todas las cosas buenas que me dejó el 2005 (que no fueron pocas), e imaginar todo lo bueno que espero me traiga el 2006. De esta manera, quizás logre contrarrestar el efecto nostálgico de "Las Uvas del Tiempo". ¡Espero que así sea!

Las Uvas del Tiempo

"Madre: esta noche se nos muere un año.
En esta ciudad grande, todos están de fiesta;
zambombas, serenatas, gritos, ¡ Ah cómo gritan !
claro como que todos tienen su madre cerca...
Yo estoy tan solo, madre,
¡ tan solo ! pero miento, que ojalá lo estuviera;
estoy con tu recuerdo y el recuerdo es un año
pasado que se queda.
Si vieras, si escucharas este alboroto: hay hombres
vestidos de locura, con cacerolas viejas,
tambores de sartenes,
cencerros y cornetas,
el hálito canalla
de las mujeres ebrias,
el Diablo con diez latas prendidas en el rabo
anda por esas calles inventando piruetas
y por esta balumba en que da brincos
la gran ciudad histérica,
mi soledad y tu recuerdo, madre,
marchan como dos penas.

Esta es la noche en que todos se ponen
en los ojos la venda
para olvidar que hay alguien que está cerrando un libro,
para no ver periódica liquidación de cuentas,
donde van las partidas al Haber de la Muerte,
por lo que viene y por lo que se queda,
por lo que sufrimos se ha perdido
y lo gozado ayer es una pérdida.

Aquí es de tradición que en esta noche,
cuando el reloj anuncia que el Año Nuevo llega,
todos los hombres coman, al compás de las horas,
las doce uvas de la noche vieja.
Pero aquí no se abrazan ni gritan: "Feliz Año"
como en los pueblos de mi tierra;
en este gozo hay menos caridad; la alegría
de cada cual va sola y la tristeza
del que está al margen del tumulto acusa
lo inevitable de la casa ajena.

¡ Oh, nuestras plazas, donde van las gentes,
sin conocerse, con la nueva buena !
las manos que se buscan con la efusión unánime
de ser hormigas de la misma cueva;
y al hombre que está solo, bajo un árbol,
le dicen de honda fortaleza:
Venir, compadre, que las horas pasan,
¡ pero aprendamos a pasar con ellas !
Y el cañonazo en la Planicie
y el Himno Nacional desde la Iglesia,
y el amigo que viene a saludarlos:
Feliz Año, señores, y los criados que llegan,
a recibir en nuestros brazos
el amor de la casa buena.

Y el beso familiar a media noche:
la bendición, mi madre.
Que el señor te proteja...
y después, en el claro comedor, la familia
congregada para la cena,
con dos amigos íntimos y tú, madre, a mi lado
y mi padre algo triste presidiendo la mesa.
¡ Madre, cómo son ácidas
las uvas de la ausencia !

¡ Mi casona oriental ! aquella casa
con claustros coloniales portón y enredaderas,
el molino de viento y los granados,
los grandes libros de la biblioteca
mis libros preferidos: tres tomos con imágenes
que hablaban de los Reinos de la Naturaleza
Al lado, el gran corral donde parece
que hay dinero enterrado desde la Independencia,
el corral con guayabos y almendros,
el corral con peonías y cerezas
y el gran parral que daba todo el año
uvas más dulces que la miel de las abejas !

Bajo el parral hay un estanque,
un baño en ese estanque sabe a Grecia;
del verde artesonado, las uvas en racimos,
tan bajas, que del agua se podría cogerlas,
y mientras en los labios se desangra la uva,
los pies hacen saltar el agua fresca.

Cuando llegaba la sazón tenía
cada racimo un capuchón de tela,
para salvarlo de la gula
de las avispas negras,
y tenían entonces
una gracia invernal las uvas nuestras,
arrebujadas en sus telas blancas,
sorda a la canción de las abejas...

Y ahora, madre, que tan solo tengo
las doce uvas de la Noche Vieja,
hoy que exprimo la uva de los meses
sobre el recuerdo de la viña seca,
siento que toda la acidez del mundo
se está metiendo en ella,
porque tienen el ácido de lo que fue dulzura
las uvas de la ausencia.

Y ahora me pregunto:
¿ Por qué razón estoy yo aquí ? ¿qué fuerza
pudo más que tu amor, que me llevaba
a la dulce anonimia de tu puerta ?
¡ oh, miserable vara que nos mides !
el Renombre, la Gloria... ¡ pobre cosa pequeña !
cuando dejé mi casa para buscar la Gloria,
¡ Cómo olvidé la gloria que me dejaba en ella !.

Y ésta es la lucha ante los hombres malos
y ante las almas buenas;
yo soy un hombre a solas en busca de un camino;
¿Donde hallaré la rapidez camino mejor que la vereda
que a ti me lleva, madre, la vereda que corta
por los campos frutales, pintada de hojas secas
siempre recién llovida,
con pájaros del trópico, muchachas de la aldea,
hombres que dicen - Buenos días, niño -
y el queso que me guardas siempre para merienda ?
esa es la gloria, madre, para un hombre
que se llamó Fray Luis y era poeta.

Oh, mi casa sin críticos, mi casa donde puede
mi poesía andar como una Reina !
¿ Qué sabes tú de formas y doctrinas,
de metros y de escuelas ?
tú eres mi madre, que me dices siempre
que son hermosos todos mis poemas;
para ti yo soy grande cuando dices mis versos,
yo no sé si los dices o los rezas...
Y mientras exprimimos en las uvas del tiempo
toda una vida absurda, la promesa
de vernos otra vez se va alargando
y el momento de irnos está cerca
y no pensamos que se pierde todo!
Por eso en esta noche mientras pasa la fiesta
y en la última uva libro la última gota
del año que se aleja,
pienso en que tienes todavía, madre,
retazos de carbón en la cabeza
y ojos tan bellos que por mí regaron
su clara pleamar y en sus ojeras
y manos pulcras y esbeltez de talle,
donde hay la gracia de la espiga nueva,
que eres hermosa, madre todavía
y yo estoy loco por estar de vuelta
porque tú eres la gloria de mis años
¡ y no quiero volver cuando estés vieja !...

Uvas del tiempo que mi ser escancia
en el recuerdo de la viña seca
¡ Cómo me pierdo medre en los caminos,
hacia la devoción de tu vereda !
Y en esta algarabía de la ciudad borracha
donde va mi emoción sin compañera,
mientras los hombres comen las uvas de los meses
yo me acojo al recuerdo como niño en una puerta.
Mi labio está bebiendo de tu seno,
que es el racimo de la parra buena,
el buen racimo que exprimí en el día
sin hora y sin reloj de mi inconsciencia.

Madre, esta noche se nos muere un año;
todos estos señores tienen su madre cerca
y al lado mío mi tristeza muda
tiene el dolor de una muchacha muerta...
Y vino toda la acidez del mundo
al destilar sus doce gotas trémulas
cuando cayeron sobre mi silencio
las doce uvas de la noche vieja."


-¡Qué disfruten sobrevivir un año más!

-H.G.

20051225

Un paso a la vez

"La vida es aquello que pasa mientras uno está demasiado ocupado haciendo planes", dijo una vez Sean Penn, y yo no podría estar más de acuerdo. ¿Cómo podría ser diferente si ya desde pequeños nos hacen invertir gran parte de nuestra infancia en el colegio para así prepararnos para la universidad? ¡Todo sea en pro del futuro! Aún cuando eso implique olvidarnos de que, como dice el slogan de la conocida tarjeta de crédito, la vida es ahora.

Sin embargo, considero que ir a la escuela y/o a la universidad es un mal necesario. Siempre lo he pensado así, a pesar de que mi señora madre juraba que a mí me encantaba el colegio simplemente por el hecho de que obtenía buenas calificaciones. Tiene sus cosas buenas, por supuesto, pero hay una inmensa lista de actividades que preferiría realizar antes que estudiar para un examen de, por ejemplo, Geografía Económica. El hecho es que, casi inevitablemente, invertimos mucho de nuestro tiempo en lograr una carrera que nos abra las puertas de la felicidad y la prosperidad.

Por lo menos nos queda el consuelo de que una vez que nos encontremos en el umbral de "la felicidad y la prosperidad", ya podremos dedicarnos a disfrutar de nuestros logros, ¿no es así? El que opine que sí, que por favor lo piense de nuevo. Como cualquier círculo vicioso, resulta que todo destino es el punto de partida de un nuevo camino. Siempre hay otra meta detrás de la primera, y, al parecer, no hay tiempo para descansar entre una y otra. Digo todo esto porque yo no había terminado de cruzar el primer umbral cuando ya se me ofrecían cinco más.

"¿De qué vas a hacer el postgrado?", "¿Cuándo y dónde vas a hacer la especialización?", "¡Ve pensando en comprarte una casa o un carro!", son algunas de las cosas que me decían y me dicen los más adultos aún desde antes de graduarme. "¿Cuándo nos vamos?", "¿Ya sabes para cuál país te vas a ir?", "¿Qué estás haciendo para agilizar el proceso de irte?", "¡No gastes en eso, ahórralo para cuando nos vayamos!", son algunas de las cosas que me dicen mis amigos que estudiaron conmigo y con quienes alguna vez acordé irme del país si ello nos permitía mejorar nuestro nivel de vida. Sí, en algún momento pienso realizar estudios de postgrado (preferiblemente un MBA), y sí, me gustaría la experiencia de vivir y trabajar en un país del primer mundo (especialmente si cierto presidente sociópata continua deseando emular al "paraíso" cubano), pero... ¿Es acaso considerado como terrorismo no tener planificado desde ya lo que voy a hacer cada día durante los próximos 20 años? ¿Me va a caer un yunque en la cabeza cada vez que salga a la calle si no lo hago?¿En qué momento disfruto de mi vida entre tantos planes? Porque luego del postgrado vendrá pensar en el doctorado, o en formar una empresa y sacarla adelante, lo que debe suceder una vez que me haya establecido en mi nuevo país; lo que me recuerda que aún no he decidido de qué color quiero las flores en el jardín de la casa donde voy a vivir.

Acabo de cumplir 24 años y en mayo tendré dos años de Ingeniero, pero a veces siento como si fueran diez y que los he desperdiciado todos por la agitación que tienen los demás. ¿Cuál es la prisa? Mi plan, por llamarlo así, fue conseguir un empleo en mi área que me permitiera ganar experiencia, ya que sin experiencia no tendría valor en el mercado laboral en el exterior. Paralelamente, durante este tiempo analizaría mis opciones y comenzaría los trámites legales para la legalización de mis documentos académicos. También ahorraría, por lo que me parece estúpido pensar en adquirir carros u otra cosa que amerite una gran inversión si antes de pagarlos ya tendría que venderlos y por menos de lo que costó, pero tampoco esto significa que voy a vivir en la austeridad como si se avecinara una guerra. ¡Quiero disfrutar también de este momento! ¿Cuántas veces en la vida se tienen veintitantos años?

El 2006 será un año decisivo para mí. Posiblemente sea el año en el que emigre, y si no, al menos será el año en el que termine de finiquitar todos los asuntos relacionados con ello. Profesionalmente sé que será un buen año, y en lo personal.... bueno, en lo personal nunca se sabe. Lo que sí sé es que quiero dar un paso a la vez, lo que no quiere decir que voy a ir lento, sino que simplemente no me voy a preocupar de lo que no está en mis manos ahorita. Últimamente me he dado cuenta de que los que me conocen piensan que como soy alguien "centrado" (según dicen), ya tengo planificado lo que voy a hacer durante cada segundo de mi vida de aquí a que me muera. No tengo planificado ni siquiera lo que haré esta tarde. Por supuesto que hay cosas -sobretodo las más importantes- que pienso en realizar con antelación, pero siempre, siempre, dejo un gran margen para la improvisación, ya que nada nunca resulta tal cual como nos lo imaginamos.

Voy a dar un paso a la vez y a disfrutar del ahora. Por los momentos... disfrutaré de la Navidad.

¡Feliz Navidad!

Canción para acompañar:

* Simple Plan - "My Christmas List"

Película recomendada de la semana:

* "Along Came Polly" (2004) [6.5/10] Director: John Hamburg. Cast: Ben Stiller, Jennifer Aniston, Phillip Seymour Hoffman.

-¡Qué disfruten sobrevivir una Navidad más!

-H.G.

20051217

La Excusa Perfecta

Toda la familia estaba reunida celebrando con alegría que era Nochebuena, pero Marcos no. Era extraño, porque ese niño era uno de los que más entusiasmo tenía cada diciembre. “¿Qué le pasará a Marcos?”, se preguntaban sus padres y sus tías cada vez que lo veían sentado y apesadumbrado viendo cómo se divertían los demás. No entendían lo que le sucedía al triste niño. Desconocían por completo lo que le había ocurrido a comienzos del mes en curso.

En esos días, el niño no podía ocultar su emoción por la proximidad de la Navidad. Contaba las horas y los segundos que faltaban para que la ansiada Nochebuena llegase. Con ella, sabía que vendría también el “Niño Jesús” a traerle su regalo. Un camión de bomberos era lo que había pedido este año. Para él, el “Niño Jesús” era lo máximo, mucho mejor que ese viejo gordo vestido de rojo que les llevaba los regalos a algunos de sus amigos. Uno de sus compañeros, que había vivido un tiempo en España, vivía porfiándole que los Reyes Magos eran mejores por ser tres, pero Marcos siempre le replicaba que los Reyes no le gustaban porque eran muy lentos viajando en camello y que por eso llegaban tan tarde en enero.

Lo cierto es que Marcos vivía muy orgulloso del divino personaje que cada Navidad lo premiaba con obsequios, pero un día -un aciago martes de la primera semana decembrina- escuchó decir algo que hubiese preferido no escuchar jamás. Habían estado reunidos varios niños en las proximidades del colegio hablando sobre los regalos que esperaban encontrar bajo el árbol este año. “¿Qué te va a traer el “Niño Jesús” ó Santa?”, era la pregunta que sonaba una y otra vez. “¡Una muñeca que habla!”, “¡un helicóptero!”, “¡un tren!”, se le oía responder a los pequeños inocentes; mas, cuando le tocó el turno a Manuel –uno de esos niños que le encanta pretender que no lo es-, lo que dijo fue: “¡No me va a traer nada porque yo sé quiénes son el Niño Jesús ó Santa!”. Luego de una breve pausa, agregó: “¡Son tu papá y tu mamá!”.

Algunos de los niños comenzaron a discutir con Manuel diciéndole que estaba equivocado, pero Marcos se quedó en silencio. Ese momento, para él, fue como despertar de un muy bonito sueño. Todo tenía sentido. Ya comprendía por qué sus padres actuaban un poco extraño por estas fechas, y también comprendía esas desapariciones repentinas de su papá en medio de la celebración de la Nochebuena. ¡Desaparecía para colocar los regalos bajo el árbol! El niño sabía que Manuel tenía razón. El mito de los fantásticos seres que les daban obsequios a todos los niños del mundo era demasiado bueno para ser verdad. ¡Qué tonto era por haberlo creído!

Al principio, Marcos había decidido reclamarles a sus padres por haberlo engañado todo este tiempo, pero luego lo pensó mejor y concluyó que le convenía más no decir nada. Seguiría actuando como si aún creyera en el mito para continuar recibiendo el regalo de su elección cada diciembre. Sabía que así sus padres no tendrían derecho a réplica si no les gustaba el juguete que pedía. Sin embargo, a pesar de que recibiría su obsequio, Marcos se sentía triste. La Navidad había perdido su magia para él.

Pasaron los fríos días de diciembre y llegó la Nochebuena, la misma que antes el niño esperaba con tanta ansiedad. El menú de la cena navideña no le importaba, todo le daba igual. Allí estaba sentado, sólo en un rincón, apático de participar en los juegos que su familia hacía. “¿Por qué están tan alegres?”, se preguntaba. Entendía que los niños lo estuvieran porque aún creían, mas no comprendía qué podía causarles tanta alegría a los adultos. En su opinión, la dura realidad no ofrecía ningún motivo real para celebrar.
Entre la cena, las charlas y la algarabía, pasaron las horas hasta la medianoche: El momento para abrir los regalos. Marcos vio como sus pequeñas primitas casi se desmayaron de la emoción al ver que había un regalo para ellas junto al árbol de Navidad. La cara de sus primos al destapar los obsequios y ver que debajo de tanto papel estaba el juguete que querían, era todo un poema. Los adultos también reían como niños mientras veían a sus retoños entusiasmados con sus nuevos juguetes. Cuando Marcos cayó en cuenta, él también tenía una sonrisa en su rostro y ni siquiera había abierto su presente. Fue entonces cuando por primera vez supo que la Navidad, más allá del significado religioso que tiene, más allá de los regalos que se den o se reciban, más allá de decorar la casa con motivos propios de la época, y más allá de las cena de Nochebuena; no es más que una excusa. Una excusa para estar alegres. Una razón para ser felices aunque sea por unos pocos días al año. Lo importante no eran los regalos ni quién los trajo, lo importante era estar todos juntos celebrando que al menos por una sola noche, no había razón para estar tristes.

“¡Lo único malo de la Navidad”, diría Marcos mucho después cuando ya era él quién ponía los regalos bajo el arbolito, “es que no dura los 365 días del año!”.



Canción para acompañar:

* Good Charlotte - "Christmas by the phone"

Película recomendada de la semana:

* "Milagro en la Calle 31" (1994) [7.5/10] Director: Les Mayfield. Cast: Sir Richard Attenborough, Elizabeth Perkins, Dylan McDermott, Mara Wilson.

-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.

20051210

Sueño de una noche cualquiera

El canto de las aves la despertó en la mañana. Abrió la ventana y vio a unos cuantos unicornios revoloteando en su jardín. No podía creerlo: ¡Unicornios revoloteando en su jardín! Rápidamente, cambió su ropa de dormir por una más apropiada para una aventura, y -luego de lavarse los dientes y de realizar todas esas cosas que uno siempre debe hacer aunque le fastidien-, salió de su casa para averiguar qué pasaba.

En la calle, ó, mejor dicho, donde antes había una calle, ahora pasaba un manantial color rosa. Las demás casas y los vecinos ya no estaban. En su lugar, ahora había un gran bosque lleno de árboles frondosos y de extrañas criaturas. No todas eran extrañas: junto al manantial, por ejemplo, un gran gato con algunos kilos de más bebía agua de él. Sin embargo, cuando lo vio más de cerca, se dio cuenta de que no era cualquier gato. De hecho, ni siquiera era un gato, sino una gata. ¡Su gata! La misma que la había acompañado durante su infancia y que tiempo atrás, debido a una penosa enfermedad, habían puesto definitivamente a dormir. La otrora niña no daba crédito a lo que veía. ¡Su amiga felina había regresado!

La abrazó muy fuertemente, mas la gatita no dejó en ningún momento de beber del manantial rosa. “¿A qué sabrá el agua color rosa?”, pensó la chica, y, como era de esperarse, no se resistió a la tentación de probarla. Por un momento, supuso que el agua color rosa debía saber a jugo de mora, pero se decepcionó al ver que ésta sabía simplemente a agua. “¡Agua común y corriente!”, exclamó cuando la saboreó. No tenía idea, en ese momento, de que el líquido que había probado no tenía nada de común y mucho menos de corriente. Lo que tenía de especial, además del color, ella estaba a punto de descubrirlo.

Apenas sació su sed, comenzó a sentirse mareada y un intenso dolor de espalda súbitamente se hizo presente. Sentía como si algo le estuviese brotando desde su columna vertebral. En efecto, así era. Algo le estaba brotando, y ese algo eran unas alas de libélula. No le fue fácil aprender a controlarlas, mas al cabo de un rato –un buen rato-, ya podía suspenderse en el aire. Intentó coger a su gata para dar un paseo, pero la minina no quiso, por lo que la niña con alas de libélula tuvo que dar su paseo en solitario.

Voló hasta la copa de los árboles, y desde allí, pudo ver a varios gnomos tratando de esconder sus tesoros de ella. Vio también nuevamente a los unicornios e intentó acercarse hasta ellos. Los fabulosos animales, temerosos de la joven, se alejaron a medida que ella se fue acercando. “¡No tengan miedo!”, les gritaba, “¡No les haré daño!”, pero esto más los asustaba. Se dedicó entonces a seguirlos, intentando en vano alcanzarlos. Inquietos y veloces, los míticos equinos navegaban por los aires como pez en el agua, y, detrás de ellos, la libélula humana torpemente trataba de llevarles el paso.

Casi una hora estuvo la joven persiguiendo a los unicornios, hasta que, de pronto, sin saber por qué, sus alas de libélula se desvanecieron y cayó hasta la superficie. Por suerte, un lago de chocolate amortiguó su caída. Supo de qué era el lago por todo lo que tragó cuando impactó contra el mismo. “¡Debo estar soñando todavía!”, se repetía la joven, pero todo le parecía muy real para ser un sueño.

“¡Deténganla, se roba nuestro chocolate!”, le empezaron a gritar unos duendes que salieron de la nada a la vez que le apuntaban con unas flechas. “¡No, no, no estoy robando nada!”, intentó explicarse la chica, mas al ver que los acusadores le hacían caso omiso a sus palabras, echó a correr hacia el bosque. Es difícil correr empapado de chocolate. Todo se le quedaba pegado a su cuerpo haciéndole perder el equilibrio a cada instante. Estaba a punto de entregarse a los duendes cuando, de repente, un hombre salió de entre los arbustos dispuesto a protegerla. El individuo colocó a la mujer de chocolate sobre él y salió galopando alejándose lo más que podía de esa escena. Fue entonces cuando ella se dio cuenta de que no era un hombre sino un centauro quien la había salvado. ¿Qué iba a pasar con ella ahora?

“¡Te he estado buscando!”, le dijo el centauro cuando se detuvo frente a una fuente de agua esta vez cristalina para que ella se aseara. “¿Quién eres?”, le respondió la rescatada. “¡Soy el guardián de tus sueños, y he venido a buscarte porque muchos de ellos se han escapando!”, le explicó el ser mitológico. “¿Qué está pasando? ¡No entiendo!”, se quejó angustiada la de los sueños fugitivos. “Verás, anoche mientras dormías, sin querer dejaste entreabierta la puerta al mundo de lo etéreo, y por esa rendija se ha filtrado parte de tus sueños hacia el mundo real”, le aclaró el guardián. “¿Quiere decir entonces que todo esto es real? ¿Tú eres real?”, preguntó la joven, a lo que el centauro contestó: “¡Pues sí y no, todo es real y fantástico al mismo tiempo!”.

“¿Para qué has venido a buscarme entonces?”, continuó con el interrogatorio la niña que había crecido. “¡Para que me ayudes a guardar de nuevo a tus sueños en el mundo onírico!”, respondió el guardián. “¿Por qué? ¿Qué tiene de malo todo esto?”, cuestionó ella. “¿Qué tiene de malo? Por un lado, tus pesadillas se han escapado también, después de todo, una pesadilla no es más que un sueño que no te ha gustado. Por otra parte, los sueños son difíciles de controlar. Lo real dejará de existir tal y como lo conoces hasta ahora. Lo que hoy tiene una forma, mañana tendrá otra. Las leyes de la física se tornarán obsoletas, y ya no sabrás qué esperar de nada. ¿Tú quieres vivir con tanta incertidumbre?”, razonó el ser mitad hombre, mitad caballo. “¡Definitivamente, no!”, le aseguró ella, “¿Cómo puedo ayudar a guardar los sueños?”. El centauro, entonces, le explicó: “Sólo tienes que dormir mientras yo los guardo, y cuando acabe, debes cerrar bien la puerta para que no se escapen de nuevo, ¿entendido?”. Dicho esto, el ser mítico llevó a la niña con cuerpo de mujer de nuevo hasta su habitación y partió luego a cumplir su misión.

El canto de las aves la despertó en la mañana. Abrió la ventana y vio a unos cuantos azulejos revoloteando en su jardín. Tenía tiempo que no veía azulejos revoloteando en su jardín. Rápidamente, cambió su ropa de dormir por una más apropiada para salir a la calle, y -luego de lavarse los dientes y de realizar todas esas cosas que uno siempre debe hacer aunque le fastidien-, salió de su casa para averiguar qué le deparaba el nuevo día. El tráfico, el ruido y la gente en la calle le recordaron entonces que ese sería, sencillamente, un día cualquiera.


Canción para acompañar:

* Sister Hazel - "Dreamers"

Película recomendada de la semana:

* "Despertando a la vida" (Waking Life, 2001) [8/10] Director: Richard Linklater.


-¡Qué disfruten sobrevivir una semana más!

-H.G.

20051203

Destinos Improvisados

No todos los cuatro de diciembre me despertaba por cuenta propia, pero cuando lo hacía, era muy agradable abrir los ojos y tener alrededor unos cuantos regalos esperando a ser abiertos por mí. Otras veces, era mi madre quien me despertaba muy temprano para ser la primera en felicitarme y darme su obsequio. De cualquier manera, estaba garantizado que el día comenzaría bastante bien. Lo que no estaba en la garantía, era pasar una buena noche el día anterior.

Me costaba dormir por la ansiedad, por la expectativa de los regalos que iba a recibir y por las alegrías que iba a experimentar con la llegada del amanecer. ¿Qué niño no se emocionaría imaginando lo mucho que se iba a divertir en su fiesta? ¿Qué niño no alucinaría con sólo pensar en tener en sus manos el nuevo juguetemagnificodeseadoportodos5000 que salía en tal comercial de Tv? Pues yo no era la excepción, y es que –definitivamente- era genial cumplir años en la infancia.

Sin embargo, la magia de los cumpleaños se fue perdiendo con el paso del tiempo. Por un lado, porque ser un año mayor es igual a estar un año más cerca de las responsabilidades de los adultos (y eso sin mencionar un año más viejo); y, por el otro, porque junto a nosotros, cambian también los regalos que vamos recibiendo. Los juguetes le ceden el protagonismo a las prendas de vestir y, aunque estas pueden gustarte mucho y satisfacer una necesidad, destapar un obsequio y encontrar una camisa nueva nunca va a ser tan emocionante como hallar un carro a control remoto o un juego de video. Aunado a esto, las fiestas infantiles involucionaron hasta pasar a ser una mera reunión a la cual asistían las personas que te importaban y unas cuantas que no tanto, a quienes debías dedicarles algunas sonrisas fingidas para no pasar por descortés. No obstante, a pesar de que ya no era lo mismo que antes, incluso en la adolescencia se sentía bien ser homenajeado durante un día del año.

Luego de los veinte, cada vez que está por cumplirse un aniversario más de tu nacimiento, otras cosas comienzan a pasar por tu mente. Ya no es tan importante qué obsequios recibirás ni le darás tanta relevancia a la fiesta como cuando tenías seis años, pero, en cambio, ahora te preocupará determinar si has aprovechado el tiempo que tienes de vida. ¿Has hecho todo lo que se supone que deberías haber hecho al cumplir esta edad? ¿Te sientes realizado hasta ahora? Lo que me preocupa es que mi respuesta, para ambas preguntas, es que no.

Es una sensación extraña, porque se supone que sí debería de estar satisfecho con lo que he logrado hasta ahora. Por supuesto que todavía me quedan muchas metas por cumplir, pero creo que voy por buen camino. Estoy lejos de ser un fracasado, mas entonces... ¿Por qué siento que no he aprovechado bien mi tiempo? Tal vez sea porque es cierto, no lo he aprovechado. Hay muchas experiencias que me faltan por vivir. Estuve tan centrado en mis objetivos que dejé de lado ciertas vivencias que si bien en aquel momento eran menos importantes, ya va siendo hora de que las experimente para poder quemar esa etapa. Me refiero a realizar cosas que no me sean de utilidad a largo plazo sino ahora, y que además me permitan relajarme. Algo que en cierto modo se asemeje a una aventura. En otras palabras, creo que debo realizar un buen y largo viaje. Pero no uno como los que hacía con mi familia en los que todo estaba planificado y donde yo poco tenía que ver con la organización, sino uno donde cada día determine su propio itinerario. Me refiero a un viaje donde pueda hacer lo que se me antoje. ¿El destino? Eso es lo de menos. Es tiempo de improvisar un poco.

¿Alguien se une?

P.D: En caso de que se lo estén preguntando, la respuesta es 24.


Canción para acompañar:

"Follow me there,
a beautiful somewhere,
a place that I can share with you"

* Yellowcard - "One year, six months".


Película recomendada de la semana:

* "Garden State" (2004) [10/10] Director: Zach Braff. Cast: Zach Braff, Natalie Portman. ¿Pueden creer que no la había recomendado hasta ahora?


-¡Qué disfruten sobrevivir un año más!

-H.G.