20100305

5 Minutos, 17 Segundos

Sebastián pasó los primeros años de su vida creyendo que tenía algún problema en la vista. No tenía idea de cuál en específico, pero pensaba que debía ser uno bastante grave, puesto que muchas veces le costaba enfocar su visión en algo y ver con nitidez. Su madre, en cuanto supo que su niño no veía bien, lo llevo de especialista en especialista tratando de encontrar el problema (y su respectiva cura), pero ningún oculista encontraba algo errado en los ojos de Sebas. “No me pasa todo el tiempo, pero cuando ocurre, es como si estuviese mirando dos cosas distintas a la vez”, era como el paciente describía su problema a los doctores, pero estos pensaban que el niño lo estaba inventado, ya que él había logrado leer todas las letras en la pared, y nadie que logre esa hazaña, afirmaban ellos, puede estar mal de la vista.

Después de bastante tiempo, uno de los oftalmólogos finalmente le sugirió a la madre de Sebastián que le comprase unas gafas con cristales transparentes. Él pensaba que el problema podía ser psicológico y que, de ser así, tal vez la idea de usar lentes bastaría para hacerle creer al niño que ya veía bien. La verdad es que las gafas poco efecto tuvieron en la nebulosa visión de Sebas, pero su uso coincidió casualmente con el momento en el que el niño comenzó a ver mejor. Por esta razón, la madre y el médico siempre pensaron que la hipótesis de este había sido correcta, cosa que influyo notablemente en el hecho de que el oculista eventualmente se convirtiera en el padrastro de la criatura. El padre de Sebastián se había casado, pero no con su madre.

La visión de Sebas mejoró al siguiente día de que este comenzara a usar lentes. Sin embargo, este avance tuvo más que ver con piratas que con sus gafas, ya que estaba disfrazado de corsario cuando por primera vez pudo ver sin problemas un programa de televisión. Resulta que desde que el niño tenía memoria, nunca había sido capaz de ver esa caja mágica sin sentirse mareado enseguida. Si había algo que él no podía ver con claridad, eso era el televisor cuando estaba encendido. Mas todo eso cambió cuando el niño, vestido de pirata, se dio cuenta de que si veía la tv a través de un solo ojo (debido al parche, obviamente), la podía ver perfectamente bien. Le tomaría un día percatarse de que su problema para enfocar se debía sencillamente a que veía cosas distintas por cada ojo.

¿Qué tan distintas eran las cosas que veía? Pues si por ejemplo con su ojo derecho observaba que estaban dando una caricatura en la tv, con su ojo izquierdo lo que percibía era que estaban transmitiendo los comerciales. En una época en la que el control remoto aún no existía, esto era toda una hazaña. Lo más extraño del asunto, era que todo lo que Sebastián veía a través de su ojo izquierdo, más tarde se repetía exactamente igual pero por su ojo derecho. Fue de esta manera que el niño se enteró de que podía ver el futuro.

Con la ayuda de un reloj, el cual Sebastián sabía leer gracias a imágenes en libros (un reloj era otra de las cosas que no podía ver con claridad), el muchacho pudo saber con precisión que su ojo izquierdo le permitía mirar cinco minutos y diecisiete segundos en el futuro. Dado que él era un niño muy maduro para sus escasos ocho años, prefirió callar y no hacer el anuncio a vox populi. No quería ser tratado como un fenómeno. En realidad, ni siquiera estaba orgulloso de esa particularidad: poder observar lo que va a pasar en 5 minutos no era una habilidad que le agradara mucho. ¿De qué le podía servir eso? No era como volar o poder leer los pensamientos: cosas, pensaba él, bastante más productivas.

Mas, al contrario de lo que había pensado inicialmente, Sebastián poco a poco le fue encontrando utilidad a su ojo izquierdo. Por ejemplo: gracias a él podía saber si al escoger determinado camino en su bicicleta, le iba a explotar un neumático al caer en un hueco; o podía evitar toparse con una persona desagradable si escogía una calle en lugar de otra. En fin… nada del otro mundo, pero cosas que sin duda le facilitaban un poco la vida.

Día tras día, el muchacho iba descubriendo nuevos usos para su ojo, pero el mejor, sin duda, fue el que descubrió a los 20 años… o, al menos, así le pareció a él. Ocurió cuando aprendió, gracias a uno de sus tíos, cómo funcionaba la bolsa de valores y se percató de que podía beneficiarle muchísimo saber cuál sería el precio de determinada acción cinco minutos más tarde. De ese modo, Sebastián logró hacerse multimillonario antes de cumplir los veinticinco años de edad.

El dinero le trajo muchos lujos a Sebastián… y también mujeres. Al principio, esto le encantaba. Cada semana se le veía con una mujer distinta del brazo, cada una más despampanante que la anterior. Sin embargo, paulatinamente, el adinerado joven fue sintiéndose solo aún cuando nunca le faltaba compañía. Se dio cuenta de que ninguna de sus “acompañantes” lo quería a él realmente. Querían era a su dinero. Por esta razón, Sebastián se trazó una nueva meta: lograr que alguna chica lo amase de verdad.

Para ello, trató de buscar la manera de aprovechar la ventaja que le proporcionaba su ojo izquierdo, pero… ¿cómo? Lo que necesitaba era saber sobre qué temas y cosas le podría gustar hablar a la chica con la que estuviese saliendo, no ver cómo iban a estar vestidas. “¡Si tan sólo pudiese escuchar también lo que va a ser dicho en cinco minutos!”, anheló para sí Sebastián… y fue entonces cuando se le ocurrió aprender a leer los labios.

Le costó algo de tiempo y mucha práctica, pero el joven logró su cometido al cabo de unos meses, y tal y como se lo había imaginado, poder leer los labios le resultó de maravilla a la hora de hacerle creer a una mujer que pensaba como ella. De esta forma, Sebastián logró enamorar perdidamente a más de una fémina, por lo que finalmente se sintió querido “de verdad”. Ya podía sentirse feliz, pensaba él. Mas, no obstante, no se sentía así. Algo le faltaba.

Y no era para menos: en su empeño por hacer que casi todas las mujeres lo amaran a él, Sebastián se había olvidado del pequeño detalle de que, para sentirse lleno con una persona, él también debía quererla de verdad. Lamentablemente para el peculiar chico, esto simplemente se da. No hay manera de hacer trampa al respecto y, para colmo de males: ¿cómo puede hacer una persona con una habilidad única y extraordinaria para encontrar a su media naranja? ¿Quién podría pensar siquiera remotamente parecido a él?

En los años sucesivos, el magnate tuvo una vida mucho más tranquila. Ya no salía con mujeres todo el tiempo, y cuando lo hacía, era porque creía que esa chica tendría el potencial de enamorarlo, lo cual no ocurría todo el tiempo, y se dedicó más bien a disfrutar de la vida en general. Sin excesos.

Cuando cumplió 35 años, el hombre que podía ver el futuro tomó por costumbre trotar todas las mañanas por un parque situado a pocos metros de su casa, a la cual se había mudado recientemente. Luego de trotar por una hora, se sentaba en uno de los bancos a disfrutar del paisaje y del efecto que el viento producía en su cara al chocar contra ella. De hecho, esto mismo se encontraba haciendo cuando de pronto, a través de su ojo izquierdo, Sebastián vio que en cinco minutos pasaría frente a él una mujer que, aunque no poseía una belleza descomunal, le iba a quitar el aliento. Nunca antes ninguna dama le había causado tal sensación. Por tal motivo, Sebas se levantó de su asiento y tomó la decisión de hablarle a la chica en cuanto pasase frente a él, estaba dispuesto a conocerla mejor. Jamás se había sentido tan nervioso y, para colmo, justo en ese momento, Sebas dejó de ver a través de su ojo “especial”. Era como si alguien se lo hubiese tapado con un parche.

Por un instante, Sebastián pensó que su fin estaba cerca. Si su ojo que veía el futuro ya no podía ver nada, razonaba él, eso quería decir que ya no tenía ningún futuro. Iba a morir en menos de 5 minutos y 17 segundos. Aún así, se armó de valor y cuando la dama especial que había captado su atención pasó frente a él, Sebas comenzó a hablarle, no sobre lo que pensaba que ella podría querer hablar, sino sobre lo que él mismo quería discutir. ¿Qué fue exactamente lo que él le dijo? No es importante. Lo relevante fue que logró que ella se interesara genuinamente en él. Continuaron hablando amenamente por un largo rato y, al final de la tertulia, intercambiaron teléfonos y concertaron una cita.

Al despedirse de la simpática mujer, Sebastián miró su reloj y notó dos cosas: la primera, que habían transcurrido dos horas y seguía vivo; la segunda.. que por primera vez en sus 35 años se había enamorado. Apenas se percató de esto, algo aún más sorprendente ocurrió: comenzó a ver de nuevo por su ojo izquierdo. Lo peculiar, era que por primera ocasión en su vida, Sebas pudo ver nítidamente aún con ambos ojos abiertos de par en par. Fue entonces cuando él se dio cuenta de que su prodigiosa habilidad le había abandonado.

A pesar de los muchos beneficios que poder ver el futuro le había traído, Sebastián pensó que con gusto sacrificaba esa habilidad a cambio de poder sentirse lleno y feliz, lo cual era como le hacia sentir la sola idea de saber que vería nuevamente a la chica al siguiente día. Así que, repleto de entusiasmo, el ya no tan joven chico dio la media vuelta para emprender el camino a casa. Ya sin poder ver el futuro, desde luego, pero, por vez primera, feliz con su presente.

7 comentarios:

EvelynYV dijo...

93

Aglaia... dijo...

Y el toque sigue presente!

Genial HG! Simplemente genial!

Besos y que bueno tenerte de vuelta!

Ivana Carina dijo...

Heich!!

Nah! Muero por esa canción!! No es la que tenías cuando nos conocimos, pero suena parecida... Antes era un tema de la película Amelie... ;)

Ok, no me acuerdo el nombre de la canción! Debería tener un ojo para recordar el pasado en este momento... ;)

Excelente historia... La verdad, que como dice Aglaia, no has perdido el toque... ;)


Gracias por pasar por mi blog, corazón!! Hacía años que no nos veíamos... ;)

Y si, sos mi 1º amigo del blog, ese lugar no te lo quita nadie! =)

Te dejo un besote desde la Patagonia Agentina!!

Mabel dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Psique dijo...

Definitivamente no se puede tener todo!... pero al menos aprovecho el don.
Excelente, como siempre.
Que todo esté bien! un fuerte abrazo!
Mr. H.
P.D.: un placer tenerte por mi blog otra vez.

DINOBAT dijo...

Muy bueno, me gustó en realidad...

H.G. dijo...

Muchas gracias a todos por sus comentarios :)

Ivana: Efectivamente, esta no es la canción de Amélie, pero es del mismo compositor :)

Un abrazo!