Soy una persona que disfruta la soledad. No quiero decir con esto que soy un ser asocial, carente de amigos y que aborrece toda interacción humana; sino, simplemente, que me gusta contar, cada día, con un determinado período de tiempo para mí mismo, el cual aprovecho para pensar, reflexionar, imaginar, volar, crear, etc. No le tengo miedo a tener que almorzar solo o a ir a determinado sitio sin compañía. Si no me queda otro remedio, lo hago sin trauma alguno.
Aunque parezca paradójico, creo que quizá sea por este mismo hecho de que no le tengo miedo a estar sólo, que sé apreciar la importancia de una amistad. No únicamente eso, sé además distinguir a los verdaderos amigos de los compañeros circunstanciales, y sé también que las amistades que valen la pena no crecen en los árboles y que hay que cuidarlas.
Me gustaría que la próxima vez que se encuentren meditando sobre no sé… la insoportable levedad del ser, hagan el ejercicio de preguntarse lo siguiente:
-Si quisiera salir de rumba hoy, ¿A quienes podría decirle?
-Si durante la salida, me preocupa un grave problema. ¿Con quienes me sentiría con la suficiente confianza como para contarles lo que me agobia?
-De estas personas, ¿cuántas me darían un consejo?
-De entre los que me aconsejaron, ¿a cuántos respeto lo suficiente como para escuchar realmente lo que me tienen que decir?
-Y de entre estos últimos, ¿quiénes estarían atentos y pendientes de mí durante los días sucesivos para saber si logré solucionar mis problemas?
-¿Quiénes serían capaces de decirme en la cara que estoy obrando mal si ese fuere el caso?
Sin ser adivino, me atrevo a asegurar que aún si tu respuesta a la primera pregunta es un número bastante grande, la respuesta a las tres últimas se podría expresar con los dedos de una sola mano. Es evidente entonces que los amigos más importantes no son aquellos que nos invitan y acompañan todo el tiempo a fiestas y eventos. Estos puede que nos sean útiles de vez en cuando, mas no son relevantes.
Una persona que nos escuche y se preocupe por nosotros cuando algo nos aqueja, es un buen amigo. Una persona sensata que nos pueda dar un muy buen consejo, es un amigo inteligente. Una persona sincera que nos diga que no está de acuerdo con nosotros cuando sea necesario, es un amigo honesto. Una persona que reúna estas tres características, es un amigo muy valioso.
Entonces, si tienes la suerte de contar con uno de estos, ¡cuídalo! No lo trates mal. Escúchalo. Considéralo. Ponte en su lugar. En otras palabras, ¡consérvalo! Tarde o temprano, te va a hacer mucha falta su compañía.
Nadie es autosuficiente.
4 comentarios:
Muy de acuerdo en esto ... adoro a los amigos que responden a esas preguntas.
Saludos!
Siempre hay que apapachar.. no te creas.. cuando uno da consejos, uno debe de pedirlos también con la mejor humildad posible.
De acuerdo con vos!
Muy buena reflexion, totalmente de acuerdo.
SaludoS
Claro que sí, justo eso estaba pensando hace unos instantes, de entre mis amigos, sinceros, sólo tengo cuatro. Y a veces con el tiempo y otras cosas uno les va perdiendo todo el grandísimo valor que tienen cuando es tan fácil seguirlo cultivando con los pequeños detalles.
Muy lindo el texto. :)
Zalu.
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