20061220

La noche especial de Sebastián

Todos los niños dormían, pero Sebastián no. Por más que lo intentaba, no lograba conciliar el sueño. ¿Cómo dormir en la noche en la que se supone que Santa viene a traer los regalos? Una y otra vez recreaba en su mente cómo sería poder verlo a él. Sólo imaginarlo le emocionaba. "Cuando lo vea, le voy a pedir que por favor me de un paseo en su trineo", se decía a sí mismo. Estaba seguro de que esa noche al fin iba a ver a San Nicolás.

Tenía un plan que, en opinión de Sebas, era imposible que fallara. Lo único que debía hacer, era simplemente esparcir muchos granos de maíz en la terraza del orfanato, de modo que vinieran a comérselos todas las palomas que habían alrededor, las cuales no eran pocas. Así, cuando llegase Santa en su trineo, las aves se asustarían y harían bastante ruido, lo que le serviría a él como alarma. Para escucharlas mejor, dejaría la ventana abierta toda la noche.

Sin embargo, las horas pasaban y las palomas seguían tranquilas comiendo. Nada relevante sucedía, lo que comenzaba a preocupar al niño. "El reloj del pasillo hace rato que dio las doce y Santa aún no aparece, ¿será que no vendrá?", se preguntaba angustiado. La emoción que minutos antes lo embargaba, poco a poco empezaba a desvanecerse. Ya no se sentía tan seguro de que su plan no fallaría.

Cuando ya casi se iba a dar por vencido, decidió bajar las escaleras para ver si Santa ya había pasado sin que él se percatara. Nunca imaginó que al hacerlo, lo capturaría con las manos en la masa. ¡Papá Noel en persona depositando los presentes de todos los huérfanos junto al arbolito de Navidad! Jamás olvidaría la alegría que le produjo verlo. Su primera reacción fue simplemente correr hacia donde estaba el viejo bonachón y abrazarlo por la espalda. Santa, al sentir los brazos del niño que lo rodeaban, no tuvo más remedio que aceptar el hecho de que lo habían sorprendido in fraganti. Colocó su mano sobre la cabeza del chico, y alborotó sus cabellos como gesto de cariño. Luego, haciéndole la señal de que no hiciera ruido, le susurró al oído:
"¡Hola, Sebastián! Te has portado bien este año, pero.. ¿qué haces despierto a esta hora?".

"¡Ohhh, sabes mi nombre!", exclamó con asombro el muchacho, olvidándose de lo que le habían preguntado.

"¡Por supuesto que se tu nombre y muchas cosas más sobre ti! ¡Me sé los nombres de todos los niños en el mundo!", respondió el simpático señor vestido de rojo. "Pero dime... ¿por qué no estás durmiendo como los demás niños?".

"¡Es que me quedé esperándote!", se excusó Sebastián. "Tenía muchas ganas de verte y de dar un paseo en tu trineo!".

Santa entonces lo miró con compasión, lo abrazó y le dijo: "La gente dice muchas cosas sobre mí que no son ciertas, hijo. Por ejemplo, yo no viajo en ningún trineo ni tengo renos voladores. ¡No hay renos voladores en el Polo Norte! Además, de esa manera nunca me alcanzaría el tiempo para repartir todos los regalos. ¡Yo prefiero teletransportarme!".

"¿Teletransportarte? ¿Qué es eso?", preguntó extrañado el niño.

"Me muevo de una casa a la otra en un abrir y cerrar de ojos", explicó Papá Noel. "Es como si me desapareciera y luego reapareciera en otro sitio".

"Entiendo", acotó Sebastián con un poco de decepción por no poder cumplir su deseo de viajar en el trineo. Posteriormente, tomó una bandeja de galletas que reposaba sobre una mesa y se las ofreció al anciano barbudo pensando que le gustarían.

"¡Gracias muchacho, pero no puedo comer eso!", se excusó. "¡Soy alérgico a la harina! Ese es otro invento que dicen sobre mí. No puedo comer galletas. De hecho, no me gusta comer mucho y ni siquiera estoy tan gordo como la gente piensa. Lo que sucede es que como vivo en el Polo Norte y allá hace tanto frío, tengo que vestirme con varios abrigos de tela muy gruesa, lo que me hace ver obeso cuando en realidad no lo soy. ¡Es más, ni siquiera tengo barba! ¡Mira!", y acto seguido se quitó la barba postiza y le mostró a Sebas que no era más que unos trozos de lana. "Es algo que me fabricaron mis ayudantes porque al principio se me congelaba la boca y me rechinaban los dientes por el frío", acotó. "La lana me ayuda a evitar eso".

"Entonces, ¿tampoco eres viejo?", dijo abismado el niño.

"Sí lo estoy, pero como soy un Santo, tengo el don de no envejecer y por eso no se nota mi edad -son miles de años, hijo", aclaró San Nicolás. "Sin embargo," añadió, "no tengo el don de no sentir frío", y concluyó la oración con su risa característica. Al menos su risa no la habían inventado.

Cuando el anciano que no aparentaba serlo terminó de dejar los presentes de Navidad, le comentó a Sebastián que le había agradado mucho su compañía, pero que tenía que partir porque estaba atrasado en su itinerario. "Antes de irme", dijo el peculiar personaje, "te voy a dar un obsequio para que recuerdes este día, pero debes prometerme que no se lo enseñarás a nadie". Sujetó con su mano izquierda uno de los botones de su famoso traje rojo y lo arrancó. Era dorado, liso, y muy muy brillante. Tanto, que cuando lo sostenías parecía que tuvieras una estrella en tus manos. Mientras se lo entregaba al niño, le acotó: "Es un botón muy especial porque si lo ves fijamente por unos segundos, lograrás ver al Polo Norte en él".

El chicó lo observó detenidamente, pero antes de que pudiera ver nada, Santa lo interrumpió para solicitarle un poco de agua. Sin embargo, al regresar de la cocina con el vaso de agua, él ya no estaba. En la habitación sólo quedaban los regalos -incluyendo la bicicleta que Sebastián había pedido-, y él, junto con un pequeño trozo de lana de la barba de San Nicolás.

"¡Y esta es la historia de cuando Sebastián conoció a Santa Clause!", dijo con satisfacción Guillermo a su hijo David.

"¡Papá!", exclamó el niño con prepotencia: "¡Es obvio que ese no era Santa sino alguien disfrazado! ¡Santa no existe!".

"¿Ahh sí? ¿Y cómo explicas que el impostor supiera el nombre de Sebastián?".

"Porque era alguien que trabajaba en el orfanato, soló que Sebastián no lo reconoció porque estaba muy oscuro, o quizá el impostor tenía algún maquillaje", explicó David.

"Te estás perdiendo la esencia de la historia", dijo con desilusión su padre. "¡No importa que sea cierto o falso, lo importante es creer en aquello que te haga feliz!".

"¡Me hace feliz creer en que me vas a regalar el Nintendo que tanto quiero!", le replicó con cinismo el niño.

"¡Una resma de papel para que te diviertas haciendo avioncitos es lo que te voy a regalar!", le contestó a modo de broma.

"¡Los niños ya no tienen inocencia!", se lamentó Guillermo mientras caminaba hacia su habitación, donde su esposa dormía plácidamente. Poco antes de acostarse a dormir, se dirigió a su closet de dondé sacó un cofre que escondía entre su ropa interior. Lo abrió y luego de retirar con sus manos unos trozos de tela, contempló por unos instantes lo que contenía. Satisfecho, procedió posteriormente a dormir plácidamente. Sabía que aún podía creer en muchas cosas que lo hacían feliz.


- ¡Qué disfruten sobrevivir una Navidad más!

-H.G.

6 comentarios:

CURRUSA dijo...

Tantos estereotipos, tanto comercio con la navidad que, día a día, se va perdiendo la esencia de estas fechas. Está en cada quien rescatar el sentido de la navidad y transmitirla a los demás, así como lo haces tu con este hermoso cuento.

Saludos y Feliz Navidad!!! ;-)

PD: Veo que la "blanca navidad" llegó a tu blog. Otra vez la plantilla blanca :-)

EduardoEquis dijo...

¡Ya me hacian falta tus historias!... Y para esta ocasión es muy muy buena.

¿El botón?, no no, no seré tan predecible.

Pues la inocencia, en mi opinión existe, pero ahora más que nunca se pierde mucho mucho más temprano. Una lástima. Yo creía en Santa, ¡Ja! y como disfrutaba cuando me traía los Nintendos ¡Lo mejor! Jajajajaja...

Escribí una historia navideña, pero me salío tan deprimente. Una negra, muy negra navidad para el niño protagonista, no la quise publicar, pues, no quería agregar más pesimismo a la fecha.

Saludos! QUE DISFRUTES DE ESTAS NAVIDADES! Mucha felicidad.

Anónimo dijo...

H.G.Hermoso cuento navideño!!! =)
Gracias, aunque sí, como dice Eduardo, perdemos el sentido, yo creo que pocos, y muy pocos se acuerdan que esta fecha existió por el nacimiento del niño Jesús, y es una verdadera lástima que nadie se acuerde de Él en su cumpleaños... pero bueno, eso es en mi religión y en mi manera de pensar.
Una historia muy bonita, que nos llena de ilusión. Ay!! aquellos días cuando a uno se le llenaba la carita de felicidad, una vida no me alcanzará para agradecerles a mis padres por ingeniárselas para crear esa magia.
Por cierto!!! Creo que si era el botón.. ;)

Un beso y un abrazo muy fuerte para estas fechas.

H.G. dijo...

Currusa: Me alegra que te haya gustado el cuento. En cuanto a la plantilla, ya la otra tenía como un año y ya necesitaba un cambio. De todos modos, a mucha gente no le gustaba por la falta de colores. Saludos y Feliz Navidad.

Eduardo: LA tradición del Niño Jesús o San Nicolás, es una de las más bonitas que existe, porque involucra la inocencia de los niños y les llena la vida de magia. Ojalá uno nunca hubiera dejado de creer!!
Lástima que tu relato te salió sombrío, pero publícalo! Igual debe ser muy bueno. Saludos y espero que hayas disfrutado tus navidades también.

Zalucita: Tienes razón, hay que agradecérles por haber creado esa magia! Muchas gracias por tu comentario! En cuanto a lo del botón, pues la intención fue dejar todo lo sufucientemente ambiguo como para que pudiera ser el botón ó no dependiendo de lo que quiera creer cada quien. Así que tú decides en tu caso si quieres que sea el botón ;)
Un beso y un abrazo muy fuerte para ti también!

Anónimo dijo...

Vine a desearte un próspero año nuevo!!!

josy. Este es mi nuevo blog.

www.unluarsindios.blogspot.com

Anónimo dijo...

Yo tambien creo que la inocencia sigue existiendo, pero se pierde más rapido y para los efectos del cuento, no fué culpa del padre el hijo ya había dejado de creer, pero uno es dueño de lo que quiere creer y no, uno decide cuando quiere dejar de soñar con la magia... El también tendrá su recuerdo y su momento para soñar y creer en esos cuentos de navidad.

Así como podemos pensar que es el boton lo que el padre escondía, como puede que no.

Buen cuento navideño (aunque lo lea despues de la ambulancia)

Saludos!

P.D: yo prefiero el fondo blanco!